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Después del sorpresivo avance electoral de Acción Nacional el pasado domingo 5 de junio, hay un gran número de opiniones de expertos conocedores de la política mexicana tratando de explicar la razón por la que ganó el PAN. Prácticamente todos los análisis coinciden en por lo menos dos cosas: primero, hubo un voto de castigo hacia el PRI / gobierno, y por otro lado se afirma que la disputa por el 2018 empezó a definirse a partir del domingo pasado.

Hay varias lecturas de lo sucedido. Si se toma como base la votación total en todos los estados donde hubo elecciones, incluyendo la votación den la ciudad de México para la Asamblea Constituyente, la diferencia entre el PRI y la alianza PAN-PRD es mínima, corresponde apenas a medio punto porcentual, o poco menos de ciento cincuenta mil votos. Desde este punto de vista Acción Nacional en realidad no tiene mucha ventaja respecto al PRI, y pensar que se está en ventaja desde ahora para el 2018 en base a estos resultados parece un error.

Pero por otro lado, si observamos por ejemplo la holgada ventaja de los candidatos panistas a las gubernaturas de Tamaulipas y Quintana Roo, estados que no habían conocido jamás la alternancia, nos damos cuenta que hay un profundo rechazo hacia los gobiernos priístas de esas entidades. El porcentaje de votantes que acudieron a las urnas se incrementó sensiblemente con respecto a la pasada elección. Se puede percibir claramente el castigo rechazo hacia gobernadores muy señalados, como el caso de los “Duartes” de Veracruz y Chihuahua.

Es muy evidente que hay un ambiente de enojo ciudadano hacia la impunidad y corrupción en todos los niveles de gobierno y en todos los partidos, hacia la clase política en general, incluyendo los tempranamente alicaídos independientes. Por ello es fundamental dar un giro radical aprobando a la brevedad las normas del Sistema Nacional Anticorrupción, y que haya una verdadera voluntad política de erradicar efectivamente este mal social de nuestro país.

Un hecho muy importante que se puede derivar de esta elección es que los ciudadanos se han dado cabal cuenta que el voto es un medio muy poderoso para premiar o castigar a los gobiernos, dependiendo de su desempeño, lo cual es sin duda un gran avance en la consolidación de la normalidad democrática de nuestro país, que es aquella en la mayoría de los ciudadanos están convencidos que los procedimientos democráticos son la vía exclusiva y única para elegir a gobernantes y cuerpos legislativos. Cierto, aun nos falta eliminar la cultura de la desconfianza, el declararse ganador a priori,  y la impugnación casi automática de los resultados cuando no son favorables. De cualquier modo, es un gran avance que el voto sea cada vez más percibido como un arma poderosa a la mano de los ciudadanos.

Otro fenómeno que se vivió en esta elección es el ahora llamado voto escondido, que había sido ya puesto de relieve por personalidades como Jorge Castañeda o  Roy Campos de Consulta Mitofsky días antes de la elección. Ellos señalaban que en esta ocasión un alto porcentaje de las personas   que afirmaban que si acudirían a votar– casi una de cada tres personas-, se rehusaban explícitamente a revelar por cual partido lo harían.  Es claro que este voto reservado de los ciudadanos se expresó mayoritariamente en contra del PRI y que fue recogido por el PAN, que fue percibido como la fuerza política, de las presentes en la elección, que mejor merecía ser beneficiaria de este voto de castigo hacia los gobiernos actuales. Es una coyuntura ciertamente, pero muy favorable para Acción Nacional de cara al 2018.

Quien esto escribe vive estos acontecimientos desde el interior de la vida partidista de Acción Nacional. El pasado 5 de junio será recordado en el PAN como la fecha del mayor triunfo en elecciones estatales desde su fundación hasta la actualidad. Sin embargo, esto debe ser aquilatado en su justa dimensión, pues el voto de castigo ciudadano se puede revertir inmediatamente ahora contra los nuevos gobiernos panistas, en el caso de que los gobernantes y legisladores no llenen las expectativas de cambio real, que incluye ahora de manera muy relevante el combate real a la corrupción además de los siempre presentes y difíciles temas de la seguridad y el empleo.

Sin duda el asunto más difícil de resolver al interior del partido Acción Nacional será la decisión de quien será el candidato a la Presidencia de la República. Obligadamente habrá que hacer todo lo que sea necesario para lograr el consenso interno, no puede ser de otra manera. Este ejercicio debe abordarse con la estrategia ganar-ganar, pues la estrategia de suma cero daría cero posibilidades de regresar al gobierno federal. Ese es el reto mayor en los siguientes meses.

Asimismo, es fundamental que además de una estructura fortalecida, el consenso y la unidad,  se trabaje en torno a los valores, a la idea de Acción Nacional y no en torno a personas específicas. Hay una frase del fundador, don Manuel Gómez Morin, que se repite recurrentemente en los discursos internos del PAN, que parafraseada sería: las ideas y los valores del arma son las mejores armas, no las hay mejores. Ahora más que nunca es tiempo de hacer valer esa afirmación para evitar una fractura que sería muy dañina. En torno a esas ideas y esos valores es que se debe decidir quién será el abanderado panista. Termino esta contribución con dos frases de hombres distinguidos del PAN, con dedicatoria a los panistas ante lo que viene.  La primera es de don Luis H Álvarez, quien dijo, “si no nos derrotó la derrota, que no nos derrote la victoria” y la segunda frase del gran filósofo e ideólogo panista Carlos Castillo Peraza quien afirmó en el discurso con el que ganó la presidencia nacional del partido: “una organización sin alma, se muere de sí misma, se carcome a sí misma”. Es como una de esas serpientes que atrapan su cola y se devoran a sí mismas. Grandes lecciones para ser tomadas en cuenta por los panistas de cara al 2018.


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