Foto: Raúl Tinoco/Contramuro

Cuanajo, Michoacán.- Las campanas del Templo de Cuanajo repican cuando los relojes marcan las 00:00 horas, una familia completa que lleva un caballito de madera adornado con flores de cempasúchil, fruta, pan y dulces se distingue. Paran un momento en la plaza principal y continúan su camino. Se dirigen a una de las muchas casas donde este año hubo difunto y en su honor, preparan una gran fiesta.

Por lo menos ocho caballitos tenía el difunto en la casa donde se dejó la ofrenda, replegadas en las paredes había bancas y todas ellas abarrotadas, dos jóvenes con vasos y una botella de aguardiente recibían a quienes decidieron dejar su ofrenda en esa casa y ser parte de la ceremonia. Otro par de jóvenes repartía un plato con tres tamales y una mujer cargaba una charola con atoles.

En Cuanajo a diferencia de otras celebraciones de Noche de Muertos, las velaciones se hacen en casa y no en panteones y la ceremonia no es solemne si no todo lo contrario, es prácticamente una fiesta en honor al difunto y el recibimiento que le dan al seguir la creencia de que en este 02 de noviembre, las ánimas bajan a la tierra.

Por lo menos 30 personas comparten el pan, la sal y el aguardiente. Los que llegan prenden veladoras o velas y las colocan frente al altar, pues como parte de la tradición las luminarias representan la luz que alumbra el camino de los difuntos hacia la tierra.

Una vez que se repartió la primera ronda de tamales, las mujeres y los hombres se levantan de sus asientos e invitan a bailar a otros. Salen a la calle que previamente cerraron y donde se instaló un equipo de sonido para empezar el baile.

“¿Qué le pasa a Lupita?, no se. Qué es lo que quiere?, bailar”… suena en las bocinas a todo volumen y arranca. El frío de la madrugada no se deja sentir pues el ambiente es de fiesta, porque quienes están ahí saben que sus familiares difuntos bailan y conviven junto a ellos.

En comunidades como Cuanajo, las parejas de baile no pueden dejarse a menos que llegue alguien a reemplazarlas o bien, cuando se termine algún bloque musical; y la creencia es que los caballitos galoparán hasta donde esté el familiar o amigo muerto y lo puede traer. También, llevarle la ofrenda que le prepararon desde la tierra y hacerle saber que su familia lo recuerda y lo añora.

Ireri Piña es licenciada en Periodismo, reportera de Educación, Turismo, multifuente. Contadora de historias y causas sociales; michoacana, moreliana