alfonso solorzano
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Hace solo unos cuantos días que el secretario de educación pública, Aurelio Nuño, se reunió con el gobernador de Michoacán, Silvano Aureoles, para tratar asuntos referentes a la situación de la educación en esta entidad federativa, así como tratar la situación sobre la aplicación de la reforma educativa aprobada por la federación en la legislatura pasada.

Precisamente, Michoacán es uno de los estados con mayor atraso en el desarrollo de la educación, especialmente en la educación pública que el estado tendría que impartir. Conflictos políticos, sindicales y hasta de seguridad, han impedido que en Michoacán se logre exitosamente cumplir con el programa educativo diseñado por la SEP y el resto de las autoridades federales. Sin embargo vale la pena cuestionar si, ¿aun logrando superar los actuales problemas político-burocráticos que tiene la educación tanto michoacana como mexicana, se conseguiría acaso formar niños y adolescentes con una buena preparación académica y conocimiento básico en las diferentes materias?

Desgraciadamente es mucho más probable que la respuesta a la interrogante planteada sea un NO, pues realmente el problema de la educación en México va más allá de un buen acuerdo con el sindicato o de tener mejores instalaciones; el verdadero problema reside en la propia idea de “buena educación” que se ha ido formando a lo largo de la historia en México. Actualmente se considera que hay “buena educación” o “buen nivel escolar” en un alumno que puede ostentar calificaciones o notas muy altas (9 o superior) en su boleta escolar, sin embargo la adquisición de buenas notas no es sinónimo de tener buen conocimiento de las materias vistas; incluso este sistema de obtener buenas notas como propósito final corre el riesgo de servir como incentivo para que nuestros niños y jóvenes realicen actos deshonestos como hacer trampa en trabajos, copiar tareas y exámenes, y que luego eso los lleve a realizar más actos deshonestos en la vida cotidiana.

Pero, incluso pensando de la mejor forma posible, asumiendo que los alumnos deciden no hacer trampa para obtener buenas notas, nos quedamos en el mejor de los casos con un sistema educativo cuyo propósito es meramente memorizar la información de las materias y arrojarla de golpe en los exámenes. Esto no ayuda para nada a los alumnos, con la mejor suerte una pequeña fracción del conocimiento de la materia medio se les quedará grabada, pero en la vida profesional-académica no será de gran utilidad.

Los países con sistemas educativos avanzados, como los son las naciones nórdicas, así como Canadá, centran sus esfuerzos y presupuesto en generar alumnos que no memoricen información y luego la “vomiten” al momento del examen, ni tampoco que busquen obtener calificaciones altas a cualquier,  sino en alumnos que entiendan los conceptos que se analizan en cada materia, que entiendan el porqué de las distintas cosas que aprenden y sobre todo se busca generar alumnos que sepan aplicar esos conocimientos en su futura vida como ciudadanos, así como que se genere el incentivo adecuado para que también decidan obtener más conocimientos por su cuenta, es decir que desarrollen la idea de ser autodidactas.

Actualmente nuestro país afronta severas crisis, entre ellas la de la educación, aun así no debemos resignarnos; sin lugar a dudas es posible generar un buen sistema de educación que ayude a las generaciones futuras a desarrollarse de una mejor forma, veamos los ejemplos de naciones de Asia como Corea del Sur, Japón y Taiwán, que en menos de 50 años mejoraron tremendamente su calidad educativa, es más, simplemente recordemos que Cuba generó uno de los mejores sistemas de educación del continente americano. Si estas naciones lograron mejorar en tan corto tiempo su sistema educativo, saliendo apenas de conflictos armados, ¿por qué en México no podríamos hacer lo mismo? Claro que para ello, se requiere voluntad, consciencia y organización del pueblo mexicano, así como capacidad, honestidad, compromiso y decisión de sus autoridades.