Foto: Aarón López/ Contramuro

Morelia, Michoacán.- Con apenas 14 años de edad y muchos sueños por cumplir, Miguel Ángel Bedolla Ornelas fue diagnosticado con leucemia mieloide aguda, una enfermedad que a su corta edad lo dejó sin palabras, pues no se esperaba que el cansancio y la falta de respiración que lo llevaron al hospital resultara en una de las enfermedades más complicadas.

Aunque al principio fue difícil para Miguel asimilar su padecimiento, al poco tiempo se armó de valor para enfrentarlo y ahora, una vez que ha superada la etapa más complicada apoya a otros que como él sufren este diagnóstico, y a través de su vida, los anima para salir adelante.

“Sabía que mi vida iba a cambiar y dije ‘pues adelante’, no me voy a quedar todo el día ahí, tirado con una enfermedad de la que sabía que podía salir adelante”, expresó Miguel a Contramuro.com al hablar de lo que para él significó el diagnóstico médico que le dieron. Y al ser un muchacho joven, fue complicado ver cómo se caía su cabello, pero, sobre todo, la estancia por más de tres años en un hospital que durante ese tiempo se convirtió en su hogar.

A poco más de un año de ser diagnosticado, Miguel tuvo la oportunidad de recibir un trasplante de médula ósea que le donó su hermana quien en ese entonces tenía 13 años, lo que también resultó complicado, pues al ser menores de edad requerían de la firma de consentimiento de su padre, quien desde hace 7 años radica en Estados Unidos, y que al saber la noticia y el diagnóstico de su hijo, quiso regresar inmediatamente a su lado, sin embargo, la condición económica y los gastos que debieron hacer para solventar los tratamientos de Miguel, se lo impidieron.

Al principio, a Miguel le dijeron que eran pocas las esperanzas que tenía de vida, pues su sangre estaba invadida de cáncer, incluso después de su trasplante tuvo una etapa complicada, y aunque su organismo recibió bien la donación no generaba sangre y plaquetas, por lo que estuvo dos meses en lo que él llama una “cajita de cristal” donde sufrió una fuerte depresión que lo llevó, según sus palabras, casi a la locura. Fue entonces que los médicos autorizaron sacarlo de esa zona para llevarlo a un cuarto donde pudiera convivir con su familia y ahí fue donde comenzó a vivir.

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180 días después de que Miguel recibió su trasplante pudo regresar a su casa. Para su familia, especialmente para su madre fue un proceso complicado por el hecho de no tener a su marido a su lado, y aunque regularmente se hablan, siempre es necesario el abrazo y acompañamiento de su esposo, nos cuenta.

“Fue muy difícil porque él lejos y me decía dime que no es cáncer que no es leucemia y me decía dime qué hago, me voy y yo le decía, espérate un tiempo más porque al principio los gastos fueron fuertes cuando llegamos al civil”, platicó la mamá de Miguel.

Hoy Miguel es un joven de 18 años que cursa el primer año de preparatoria, y aunque por el momento piensa vivir solamente el día a día, su madre le insiste en que la vida se trata de ilusionarse, de soñar y cumplir esos sueños. Aunado al seguimiento que tienen que dar por su tratamiento, Miguel ahora apoya a niños y niñas enfermos y les lleva un poco de alegría con regalos y juguetes. “Yo sé lo que es estar en un hospital sin poder salir en navidad o día de reyes, y es difícil”, expresó.

Ireri Piña es licenciada en Periodismo, reportera de Educación, Turismo, multifuente. Contadora de historias y causas sociales; michoacana, moreliana