Alcaldes y diputados locales de Morena, “cooptados por gobernadores”: Monreal
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Una y otra vez el presidente López Obrador ha declarado que en el país “ya no se permiten razzias, ni masacres ni exterminio…”. Una y otra vez ha dado por terminada la “guerra” contra la delincuencia organizada.

La bronca es que ni los criminales se han enterado, ni las Fuerzas Armadas parecen dispuestas a seguir con la cristiana política de “poner la otra mejilla”.

El tiro de gracia a la fallida política de “abrazos, no balazos” de la 4T se los dieron criminales, policías y guardias en Aguilillas, Michoacán; Iguala, Guerrero y ayer, en Culiacán, Sinaloa.

Los balazos que aventaron en la capital de Michoacán, los coches que quemaron, las bazucas que utilizaron y los presos que soltaron provocaron pánico, sangre, dolor, lágrimas y muerte.

Octubre rojo en tiempos de la 4T.

* Las horas de terror que se vivieron ayer en la capital de Sinaloa, luego de la captura de Ovidio, uno de los hijos de El Chapo Guzmán, refleja también que el Estado mexicano tiene poco control en zonas con fuerte presencia del crimen organizado.

Quedó muy claro que no hay inteligencia —la patrulla que lo capturó ni siquiera sabía de quién se trataba— y sí una notable ausencia del Estado débil y cobarde.

Ovidio fue liberado para resguardar a la ciudadanía ante acciones del crimen, dijo Alfonso Durazo.

El abogado de El Chapo confirma que está libre

Simplemente increíble.

* Fueron horas de tronidos con armas de grueso calibre en distintos puntos de Culiacán, sin que la autoridad o la policía pudieran evitarlo. Una veintena de presos fueron liberados por los narcos durante los enfrentamientos.

A las siete de la noche leímos un tuit del gobernador de Sinaloa, Quirino Ordaz, en el que pedía a los habitantes de Culiacán “mantenerse a salvo” y estar atentos a las cuentas oficiales del gobierno del estado. Minutos antes, el gobierno del estado los instaba a permanecer en sus casas.

Cinco horas después de iniciada la balacera no había información oficial. Ni del gobierno estatal, ni del gobierno federal, encargado del operativo, de lo que ocurría en la capital de Sinaloa.

Versiones iban y venían sobre el número de muertos, de los presos que habían sido liberados por los narcos. Tampoco se había confirmado si había soldados capturados por los sicarios.

La violenta situación obligó a suspender clases en las escuelas de Culiacán.  El partido Dorados vs. Atlante tuvo que ser suspendido.

“Culiacán tiene horas de locura con balaceras por toda la ciudad. No puede ser. Otra vez la pregunta: ¿Quién manda en Sinaloa?… “¡Está claro que la autoridad no!”, posteó, en Twitter, Manuel Clouthier.

Otro sinaloense, el excandidato presidencial de PRI, Francisco Labastida, no dudó en declarar que lo de Culiacán “es el incidente más grave que ha ocurrido en el país”.

Fue hasta las 20:30 horas que Alfonso Durazo, secretario de Seguridad y Protección Ciudadana, acompañado de los titulares de la Defensa y de Marina, salió a confirmar que Ovidio Guzmán había sido capturado, pero nada de las víctimas de las balaceras, de los daños causados, de los vehículos quemados, de los bloqueos…

* Los violentos episodios de Aguilillas, en Michoacán, —13 policías estatales emboscados y asesinados a manos del CJNG— y de Iguala —14 malandros del cártel de  Guerreros Unidos muertos y una baja en el Ejército— ilustran los días de luto que vivimos.

En el caso de Aguilillas yo no me trago la versión que el cabo que iba hasta adelante del convoy de las Fuerzas Armadas, ya herido, mató con su ametralladora a los 14 delincuentes de Guerreros Unidos que cayeron en Iguala.

Eso se lo contaron al Presidente. Lo repitió en la mañanera. Pero la verdad suena a episodio de la vieja serie de televisión Combate, donde un comando de media docena de soldados estadunidense acababa con  todo el ejército alemán.

La único cierto es que la versión del “punto de inflexión” en la percepción sobre seguridad en México, de la que hablaba Alfonso Durazo, secretario de Seguridad y Protección Ciudadana, se fue al carajo.