La CNTE se levanta tras un plantón sin bandera, sin rumbo y sin logros, dejando una sensación de ausencia y desorganización.
No, no el dúo que cantaba al amor a principios de siglo.
“Sin bandera” es lo que hemos visto estos días de la CNTE. Sin bandera, sin viento y sin vela.
Ayer, levantaron su plantón del centro de Morelia. ¿Qué quedó tras de sí? ¿Una epopeya sindical? ¿Una postal de lucha? ¿Una muestra de músculo social? ¿Una eco de la resistencia?
Nada de eso. Sólo quedaron las huellas del lodo y la sospecha de que el enemigo no era el sistema, sino el sol, la lluvia, el tiempo.
No nos lo cuentan. Las viejas plumas lo vimos todo desde los Portales, taza en mano y ceja levantada. El plantón duró 24 días, pero no tuvo siquiera una noche buena: tiendas de campaña vacías, un puñado de custodios rotando turno para que no se las llevara el viento ni los amigos de lo ajeno.
Más que plantón, parecía una feria de ocasión. Más que resistencia, una galería de ausencia. Un mercado sobre ruedas, de garnacha fina y artesanía made in China.
Y pensar que una de sus demandas estrella era hablar con el Gobernador.
El domingo, sin escolta ni protocolo, allí estaba él: sentado a la vista de todos, con su café y sus funcionarios. La Secretaria de Educación, el Secretario de Gobierno, una senadora, dos diputadas, y medio gabinete dando sorbos al café y a la conversación. A unos pasos, el plantón. A unos siglos, la oportunidad.
Pero no hubo diálogo porque no hubo quien dialogara.
Porque lo que se presentó como CNTE, no era la CNTE. Eran sus astillas. Pedazos. Facciones. Fragmentos de una organización que fue cuerpo y hoy es eco. Un rompecabezas, sí, pero con más “rompe” que “cabezas”.
Hoy se levantan. ¿Con qué? Con lo mismo que ya estaba sobre la mesa para todos los trabajadores de la educación: la oferta nacional presentada por la Presidenta en la mañanera, los trámites ya en marcha para las demás expresiones, el aire ya gastado.
¿Logro? Ninguno. ¿Resultado? Molestar a la ciudadanía y vacacionar en julio con las manos vacías y la brújula extraviada.
Marcharon sin razón y regresan sin causa.
- Sin legitimidad.
- Sin rumbo.
- Sin unidad.
- Sin bandera.
Como diría la canción, que sonaba cuando todavía existía sindicato:
“Mientes tan bien / que me sabe a verdad / todo lo que me das…”
Pero esta vez, ni mentira hubo. Sólo el silencio de las lonas enrolladas.