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Singapur es un país del oriente de Asia que se independizó del Reino Unido en 1963 y de Malasia en 1965, es un país territorialmente hablando pequeño, de aproximadamente 697 km2 (cuando México tiene una extensión de casi 2 millones de km2) y 5 millones de habitantes. Pero al mismo tiempo es uno de los países más ricos del mundo con un crecimiento económico del 6.81% anualizado durante 1976 a 2014 y un caso de éxito que se pone de referencia cuando se habla de combatir exitosamente la corrupción, al ubicarlo dentro de los 10 más bajos en el Índice de Transparencia Internacional en la materia durante los últimos años.

Una de las principales claves de su éxito económico es la política de cero tolerancia contra la corrupción. Es un país en donde la corrupción se castiga con gran severidad e incluso puede alcanzar la pena de muerte. Es un país en donde los criminales están obligados a realizar trabajo forzado y si se es repetitivito se les condena a muerte. Vaya que es un país en donde no se juega con las leyes ni con las instituciones. Un Estado que ha sido criticado por la agresividad de sus políticas en contra de los derechos humanos o la libertad de expresión, pero un país con bajos niveles de inseguridad y corrupción.

No obstante ello, hay una realidad concreta, en Singapur no hay incentivos para robar, ser corrupto o narcotraficante. El padre fundador de ese país, Lee Kuan Yew, quien falleció en 2015 y fuese sucedido por su hijo mayor, decía “Si quieres derrotar la corrupción debes estar listo para enviar a la cárcel a tus amigos y familiares”. A continuación, trataré de enunciar brevemente en 4 bloques, las principales acciones que llevaron a Singapur a ser un punto de referencia cuando de corrupción se habla:

  • El establecimiento de un Programa especial de lucha contra la corrupción que comprendía medidas como la rotación de personal para evitar lazos de corrupción y las inspecciones sin previo aviso (tipo usuario simulado). En donde un aspecto fundamental fue traer a los mejores elementos para trabajar en el servicio público, pero ello implicaba pagarles mejor y reclutar a los mejores.
  • La creación de la Oficina de Investigación de Corrupción (Corrupt Practices Investigation Bureau, CPIB por sus siglas en inglés) con “poderes especiales” (special powers). De modo tal que dicha agencia anticorrupción al ser independiente, puede iniciar investigaciones, detener sospechosos, realizar intervenciones, inspeccionar hogares u oficinas, revisar cuentas bancarias y llamadas telefónicas sin mediar orden judicial.
  • La aplicación de penas ejemplares a todo funcionario público que fuese condenado por actividades corruptas. Los funcionarios son privados de su empleo, de su pensión de retiro y de los beneficios que tenían de la seguridad social; y, en algunos casos, las sanciones de los delitos comprenden azotes, prisión de 4 a 7 años y hasta la pena de muerte, sobre todo en los delitos ligados con violaciones, secuestros y narcotráfico. En el reporte de 2016 de la CPIB de Singapur es sorprendente que de las 104 personas vinculadas a un proceso judicial por corrupción el 96% eran particulares, en tanto que funcionarios públicos sólo representaban el 4%.
  • El compromiso político y continuidad en las políticas. No hay que olvida que Singapur ha sido gobernado por la misma familia desde su independencia. El actual Primer Ministro, Lee Hsien Loong, mantiene la misma firmeza que su antecesor. Y considera que la corrupción pese a que está controlada y prácticamente erradicada en su país, no puede dejarse de combatir ni suavizar su lucha porque siempre habrá quien quiera transgredirla y eso perjudicaría en el éxito y en la reputación del país.

Si esta reflexión permitiera aportar algunos elementos a la discusión de cómo podríamos combatir la corrupción en nuestro país con un toque del estilo Singapur, implicaría pensar, primero, en reconfigurar el incipiente Sistema Nacional Anticorrupción hacia una Agencia Anticorrupción independiente, fuera de la Fiscalía General de la República o de la Fiscalía Especial de Delitos de Servidores Públicos. En este sentido, se necesita una Fiscalía con una cabeza y no un leviatán de mil cabezas con visiones dispersas y miles de egos con voluntades inconciliables. Aquí hay un gran tema para los legisladores, quienes deberían aceptar que su creación no fue la mejor y que para llegar a un acuerdo en pleno proceso electoral de 2018 resulta muy complicado de pensar.

En segundo lugar, se requiere un Programa Anticorrupción que ponga en el centro a los funcionarios públicos, en donde los concursos públicos de acceso, la rotación de puestos, la profesionalización permanente y la evaluación del desempeño permitan atraer y mantener a los más aptos. Singapur coordinó todo esto a través de su Ministerio de Finanzas (lo que sería nuestra Secretaría de Hacienda y Crédito Público), pero con un fin muy claro: que el gasto público no fuese mayor del 5% del PIB nacional. La reducción de las estructuras y burocracia pública fueron el punto nodal para dejar a los mejores.

Y en tercer lugar, el combate a la corrupción no puede entenderse sin un Poder Judicial fuerte e imparcial. Las cortes son las instituciones que, al final de todo, determinaran si un individuo infringió una ley o cometió un acto de corrupción. Sus resoluciones y fallos son la garantía de un Estado de Derecho. El papel de los jueces es vital para que el combate a la corrupción sea tomado en serio. Y en su caso, debería de abrirse el debate a la pena de muerte para corruptos o, por lo menos, penas ejemplares tanto para particulares como para funcionarios. Si es que quisiéramos iniciar algo similar a lo que hizo Singapur hace menos de 20 años.

Ernesto Navarro.

ernesto_unam@yahoo.com.mx

Fuentes:

https://www.cpib.gov.sg/

http://www.contextotucuman.com/nota/23053/como-singapur-elimino-la-corrupcion-y-delincuencia.html

https://actualidad.rt.com/opinion/roque-caravedo/224233-claves-exito-singapur-acabar-corrupcion

http://www.bbc.com/mundo/noticias/2015/08/150807_finde_economia_exito_singapur_lv

http://www.unafei.or.jp/english/pdf/RS_No83/No83_17VE_Koh1.pdf