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Por: Gerardo A. Herrera Pérez

La convivencia escolar es fundamental para legitimar desde el comportamiento de los actores de la educación y, por otro lado, explicar la importancia del proyecto de la educación para la paz, o de la cultura para la paz, desde los contenidos educativos.

Recordemos que uno de los ejes de la educación desde la ONU, así como la UNICEF, ambos organismos internaciones, plantea la educación básica inclusiva, y la que se refiere a la paz como instrumentos para alcanzar el desarrollo.

La educación para la paz que promueve la UNICEF sigue las directrices de la Agenda 2030 de la ONU, antes se sustentó en los objetivos del milenio. Hoy sigue fortaleciendo el proyecto de la paz en los principios de los derechos humanos, entre ellos a la Convención sobre los Derechos del Niño, es decir, los intereses de los niños, niñas y adolescentes, la no discriminación y el derecho de los niños a la participación y a ser escuchados, como lo que hoy ya pasa en el diseño de las políticas públicas del SIPINNA aquí en Michoacán.

Y es que estos principios implican un compromiso con la construcción de la paz, la reducción de la pobreza a través de la aplicación de recursos públicos en la infancia y la reducción de las asimetrías a través de distintas medidas dirigidas a los niños, niñas y adolescentes, vulnerados y marginados; en esto deseamos que pronto esté publicado ya el programa estatal de SIPINNA en Michoacán, como ya se nos ha anunciado.

Contar en Michoacán con un programa estatal para el impulso de la convivencia escolar que fortalezca la educación para la paz es fundamental, así como fundamental es la más amplia participación de los distintos actores que deben intervenir para consolidar un proyecto de paz para la convivencia escolar y social.

El programa estatal para el impulso de la convivencia escolar es un instrumento de política pública en materia de educación con enfoque preventivo y formativo que consiste en el diseño y la elaboración de materiales didácticos para apoyar el trabajo académico que maestros y alumnos realizan en el salón de clase, pero que adicionalmente podrán utilizar también los padres de familia; para ello se ha preparado el manual de trabajo para talleres para madres, padres y tutores, donde me ha tocado participar tanto en Cuitzeo como en Santa Ana Maya.

Y es que para la construcción de una convivencia pacífica, incluyente y democrática no sólo en las escuelas, sino en todos los sitios donde conviven seres humanos, se requiere la participación informada y activa de todas las personas.

Para llevar a cabo estas acciones con los padres de familia en general, y no sólo con las madres de familia, se han dispuesto del manejo de varios temas que son fundamentales para la creación y desarrollo de conciencia social, los temas son fortalecimiento de la autoestima, el manejo de las emociones, así como el establecimiento de reglas y límites, y desde luego la parte medular que es la resolución de conflictos en la familia de manera asertiva.

Si en el hogar donde se forman los valores de los niños logramos que estos lo reproduzcan en los espacios escolares, estaremos ganando todos.

Y es que lo que somos se debe a la relación que mantenemos con los demás y la forma como nos vinculamos con el medio que nos rodea, no solamente el social, también la naturaleza. Así debemos entender que la convivencia forma parte de una necesidad humana, y que se debe dar a partir del diálogo, de la tolerancia, el respeto, la inclusión, y que todo ello, nos permitirá arribar a la paz.

Por ello, una de las instituciones sociales, la escuela, es un espacio de relaciones “donde se espera que los alumnos, además de alcanzar el logro de habilidades cognitivas, desarrollen habilidades sociales y emocionales que les permitan establecer relaciones armónicas, pacíficas e inclusivas dentro y fuera de ésta. La convivencia es un aprendizaje. Aprender a convivir es una tarea educativa primordial ya que representa una plataforma para el crecimiento personal y social”.

De ahí la importancia de la educación, toda vez que enseñar y aprender a convivir constituye uno de los pilares; así la escuela cumple una función social al contribuir a consolidar dicho aprendizaje.

De esta manera, el binomio de la enseñanza y el aprendizaje de la convivencia escolar requieren de un enfoque formativo y preventivo que centre su atención en la formación de los alumnos desde una mirada integral, “considerando su dimensión no sólo cognitiva, sino también social y emocional. Esta dimensión socioemocional debe abordarse sistemáticamente en las prácticas pedagógicas cotidianas, tomando en cuenta los procesos intrapersonales e interpersonales que entran en juego en la convivencia escolar”.

Cada docente, cada promotor de la educación, cada padre de familia, debe allegarse las herramientas que le permitan trabajar dentro del aula la empatía, la asertividad, la escucha activa, la resiliencia, la participación, el trabajo en equipo, la negociación, el manejo de la presión del grupo, la tolerancia a la frustración, la tolerancia a la diversidad, la perseverancia, el respeto, la inclusión, entre otras, son elementos que contribuyen a ello, así como a la prevención de conductas de riesgo fortaleciendo la capacidad de los alumnos para la toma de decisiones más adecuadas.

Cuando en un centro escolar no existe la convivencia podemos estar frente a escenarios que promuevan la violencia, niveles de estrés y ansiedad en los alumnos, lo que provoca bajo aprovechamiento académico y puede ser factor de deserción escolar, pero también estamos frente acoso escolar, el hostigamiento, el maltrato; por otro lado, un adecuado ambiente promueve el aprovechamiento y la mejor integración y cohesión escolar y social. Continúo pensando que la convivencia es una condición para alcanzar la calidad en varias áreas, entre ellas, claro, la educación, ya que un niño tranquilo se concentra mejor y construye sus conocimientos con mayor facilidad.

La convivencia escolar, por lo tanto, es una responsabilidad de quienes conforman la comunidad educativa en su conjunto, por lo que su mejora exige la participación de alumnos, docentes, personal directivo, personal de apoyo, madres, padres y tutores, es decir, todos.