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Los motivos que más llevan a ponernos tennis y camisetas transpirables son, según las encuestas, perder grasa y mejorar la salud cardiovascular

Si lo practicabas a principios del siglo XXI con un chándal mohoso era footing. Si lo haces hoy en día con una app que te marca el kilometraje, se llama running. Pero, lo hagas cómo y cuando, correr no es tan buena idea como parece. Al menos, si lo que quieres es lucir una figura más esbelta.

Los motivos que más llevan a ponernos tennis y camisetas deportivas son, según las encuestas, perder grasa y mejorar la salud cardiovascular. Sin embargo, aunque es evidente que mejora el estado de nuestros corazones y nuestra capacidad cardiorrespiratoria, no es la mejor forma –ni la más fácil– de hacerlo.

Salir a correr comenzó a popularizarse durante los años 60, como una forma “natural” de acabar con el sedentarismo. Pero no es tan natural como parece, pues no es un patrón de movimiento que a nuestro cuerpo le guste mantener durante largos períodos. Y los problemas a la larga, como explica Tonic, pueden ser muy complicados y quizá dañinos contra las extremidades.

Es una gran fuente de lesiones

Hasta el 79% de los corredores habituales se lesionan, como mínimo, una vez al año. Además, mientras menos preparación física tengas, más fácil caerás en una lesión complicada. Este número es mucho mayor que el de personas que se lesionan por practicar pesas u otros deportes. Además, las lesiones son muy variadas.

Los afectados pueden ser los huesos, los tendones, los ligamentos, la columna vertebral, los músculos, las rodillas, las plantas de los pies y, en definitiva, cualquier parte del cuerpo. Incluso, aunque no es nada habitual, se puede llegar a la muerte súbita.

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“La persona promedio tiene una gran cantidad de desequilibrios musculares. Los músculos de un lado de la articulación suelen ser más débiles que los del otro lado. De este modo, la mejor idea no es hacer grandes carreras de resistencia, pues si das 10.000 pasos en treinta minutos sobrecargas mucho la musculación”, explica Lee Boyce, un referente del entrenamiento personal en Estados Unidos.

Salir a correr a menudo provoca dolor crónico, por lo que hay mejores opciones para ejercitarse sin pasar por este problema. Por ejemplo, hacer carreras cortas esprintando es una mejor idea, ya que haces el mismo ejercicio –o incluso más– sin dar tantos pasos que pueden sobrecargar el músculo.

Otra opción es reducir el tiempo que se sale a correr. Un estudio de Dinamarca remarcó que correr más de cuatro horas semanales es muy perjudicial. Los analistas siguieron la evolución de un grupo de corredores durante 12 años y los compararon con otro de personas sedentarias (en total, fueron un millar de personas). Al final, encontraron que practicar este deporte más de 4 horas semanales provoca el mismo daño que llevar una vida sedentaria.

La recomendación de los analistas fue no correr más de 2 horas y media semanales. Pero sustituir este ejercicio por otros se antoja una opción bastante más sensata.

No da resultados milagrosos

Cuando volteamos al espejo y nos damos cuenta que la ropa ya no nos queda, lo primero que se nos viene a la cabeza es hacer dieta y salir a correr. Por supuesto, si antes no hacíamos nada de ejercicio, entonces notaremos un cambio rápido. Sin embargo, al correr durante largos periodos no perdemos tanto peso como lo haríamos con ejercicios de resistencia anaeróbica.

Lo explica Boyce: “Los ejercicios que contraen rápidamente las fibras musculares ayudan a mantener las articulaciones reforzadas y fuertes, por lo que se trata de una mejor elección en general. Además, perderemos más grasa, al igual que ganamos más músculo al hacer ejercicio con peso estamos haciendo algo que requiere fuerza, explosividad, esfuerzo e intensidad al mismo tiempo. Así que los músculos tendrán que hacer un trabajo más duro y quemarán más calorías. Y, lo que es más importante, aumentarás tu metabolismo después de haber terminado el entrenamiento”.

Al aumentar el metabolismo, durante el descanso posterior al ejercicio continuarás quemando calorías, de forma que tendrás una pérdida de peso extra tras el entrenamiento. Existen varios estudios que justifican esta teoría. El más esclarecedor es uno de 2008 publicado en la revista Medicine & Science in Sports & Exercise.

Para la investigación, 27 mujeres con obesidad se separaron en tres grupos. El primero corrió cinco días por semana a una intensidad medio-baja. El segundo, corrió solo tres días por semana pero a alta intensidad. Y el tercero omitió el ejercicio por completo. Después de 16 semanas de entrenamiento, las mujeres que perdieron cantidades significativas de grasa eran las del segundo grupo, mientras que las del primer grupo se mantuvieron en el mismo estado que el tercero.

Por supuesto, si tu objetivo es correr maratones y buscas mejorar tu resistencia aeróbica, lo mejor es hacer largas carreras a una intensidad más equilibrada. Pero si lo que buscas es perder peso, no es recomendable.

Como si de una droga se tratase, el running provoca una adicción que puede llegar a ser peligrosa. Al practicar ejercicio de alta resistencia, generamos neurotransmisores que guardan similitud con los opiáceos y algunos derivados del cannabis.

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Esto, en principio, puede ser una buena noticia. Provoca euforia y bienestar psicológico mientras corremos y después de hacerlo. Además, descendemos los niveles de leptina, una hormona relacionada con la sensación de saciedad que provoca que, al correr, tengamos una mayor disposición al esfuerzo y el movimiento.

No obstante, como toda adicción, también provoca una sensación de dependencia de la que deriva la llamada runnorexia. En la actualidad, se calcula que el 18 por ciento de quienes corren asiduamente la sufren. Al ser adictos a una serie de hormonas en el organismo que les hacen sentirse mejor, con facilidad pueden venirse abajo después de un tiempo sin practicar deporte.