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Un estudio descubrió que al expresarlas se puede aumentar la habilidad para soportar el dolor.

Es casual que cuando recibimos un golpe físico, tendemos a decir alguna palabrota o bien groserías, pero, de acuerdo a ciertos investigadores, expresarlas en ciertos momentos pueden ser favorables.

Benjamin Bergen, autor del libro “What the F: What Swearing Reveals About Our Language, Our Brains and Ourselves”, indica que en la mente de las personas existe algo llamado la “paradoja de la vulgaridad”, la cual consiste en que desde niños se nos enseña que decir groserías es malo, pero son una forma de expresión emocional, la paradoja surge porque el poder que estas palabras llegan a tener depende de nosotros mismos. Si no se les censurara, todas las palabras que se designan como groserías serían solo términos comunes.

Por su parte, el científico cognitivo Steven Pinker, también profesor de Harvard, explicó para The Stuff of Thoght, enumeró algunas funciones de las groserías, indicó que existen las que son enfáticas, las cuales se utilizan para resaltar algo y otras groserías son usadas para expresar opiniones de manera provocativa.

Por lo que se considera que el decir éste tipo de palabras tiene beneficios como una cuestión de catarsis.

Un estudio descubrió que al expresarlas se puede aumentar la habilidad para soportar el dolor. Por ejemplo: cuando nos golpeamos en el dedo del pie y soltamos una grosería, hacerlo nos ayuda muchas veces a tolerar mejor el malestar.

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Para confirmar esta idea, el profesor de psicología de la Universidad Keele, Richard Stephens, pidió a varias personas crear una lista de groserías que dirían, en caso de que se golpearan por accidente con un martillo, de igual manera hacer un listado con palabras no altisonantes en caso de que se golpearan con una silla. Posteriormente les pidió sumergir una mano en agua helada el máximo de tiempo posible, lo sorprendente fue, que de los participantes que dijeron groserías pudieron mantener más tiempo la mano sumergida a diferencia de los que no las dijeron.

Por lo que los investigadores concluyeron que decir groserías tiene el efecto de reducir la sensibilidad al dolor.

Otro estudio apunto lo mismo, en el que Richard Stephens comprobó el efecto que tiene sobre la fuerza de alguien el decir groserías. Para ello, solicitó a un grupo de personas que se subieran a unas bicicletas estáticas y pedalearán con niveles altos de resistencia. Los resultados determinaron que aquellos que dijeron groserías mejoraron sus rendimiento, versus los que no dijeron.

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El profesor Timothy Jay, de Massachusetts College of Liberal Arts, indicó que con las groserías se pueden expresar emociones, como el enojo y la frustración. Además, pueden contradecir la creencia popular de que la gente que las usa es porque les falta vocabulario.

Otra investigación a punta a que la gente también percibe a aquellos que usan groserías como honestos. La idea es que los mentirosos necesitan usar más su cerebro y requieren más tiempo para pensar e inventar mentiras.

En conclusión, los investigadores indican que hay detractores que argumentan que un lenguaje obsceno es innecesario y debería ser censurado, pero en algunos casos puede ser beneficioso.