El Discurso Educativo de Sheinbaum en Michoacán
Erik Avilés, Doctor en ciencias del desarrollo regional y director fundador de Mexicanos Primero capítulo Michoacán, A.C. | Foto: Cortesía

Exploramos el discurso educativo de Sheinbaum en Michoacán y sus implicaciones para la educación regional.

El pasado 14 de septiembre de 2025, la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo visitó Michoacán para rendir cuentas de su primer año de gobierno, ante lo cual resulta imperativo examinar con lupa las referencias educativas de su mensaje. Una mirada crítica revela cómo se ve la silueta del sistema educativo michoacano ante el espejo presidencial. Veamos algunas frases textuales extraídas de la versión estenográfica del mensaje de la presidenta, emitido en el Pabellón Don Vasco de la capital de la entidad federativa.

Primeramente, expresó que, “de muy joven, junto con varios compañeros y compañeras que estudiábamos física en la UNAM…”, con lo cual estableció credenciales académicas personales mediante referencia institucional prestigiosa, en donde empleó la nostalgia biográfica como estrategia de legitimación intelectual, apelando a glorias personales pasadas que no establecieron vinculaciones con logros sustentados en políticas educativas actuales.

Posteriormente refirió que, “decidimos que los conocimientos que teníamos, que estábamos adquiriendo, había que entregárselos al pueblo”, donde estableció una visión vertical del conocimiento académico hacia las comunidades, una especie de donación, de “entrega”, desde arriba hacia abajo, reproduciendo con ello esquemas coloniales de extensión universitaria sin reconocer los saberes comunitarios como válidos o complementarios. Justamente, la postura a la cual las pedagogías decoloniales aspiran a combatir desde la Nueva Escuela Mexicana.

Prosiguió, en su narrativa dijo “mi tarea fue ayudar a construir estufas de leña eficientes”, con lo cual especifica una actividad técnica concreta del pasado, bajo una narrativa de servicio social que romantiza el trabajo comunitario pretérito, pero eludiendo las enormes responsabilidades presentes sobre tecnología educativa y transferencia de conocimiento científico a comunidades que recaen sobre de sí en cuanto a su cargo público respecta.

Más adelante, reflexionó: “pensábamos que íbamos a compartir nuestros conocimientos, pero, en realidad, el pueblo purépecha nos transformó”, con lo cual invierte retóricamente la relación de aprendizaje, en un esfuerzo retórico paternalista disfrazado de humildad que, sin embargo, mantiene la jerarquía epistémica, sin proponer modelos educativos interculturales que reconozcan efectivamente los sistemas de conocimiento indígena.

Enseguida comentó que, “aprendimos que la comunidad lo es todo”, con lo cual proclama un aprendizaje comunitario genérico, bajo un enfoque comunitarista, en este caso, muy similar al de la NEM, pero sin especificidades pedagógicas, que una vez más, no se traduce en anuncios que fortalecieran a los modelos educativos comunitarios o pedagogías participativas en las políticas federales.

Añadió que, en su sentir “aprendimos que la solidaridad en los pueblos indígenas no se puede encontrar en ningún otro lado del mundo”, con lo cual buscó mistificar las prácticas sociales indígenas, brillando por su ausencia el diseño o robustecimiento de políticas que creen o fortalezcan sistemas educativos propios de los pueblos indígenas.

También habló de “127 mil 899 jóvenes”, becarios de preparatoria, donde trata de generar credibilidad estadística, pero fue una cifra presentada sin contexto comparativo ni indicadores de cobertura real, tampoco especifica si representa aumento, mantenimiento o disminución respecto a años anteriores, ni qué porcentaje de la demanda real cubre, mucho menos los resultados que brindan esas transferencias de recursos. Mismo caso sucedió con las afirmaciones que hizo respecto al decir que “13 mil 846 reciben becas para estudiar en la universidad”, que “129 mil 728 reciben beca en el nivel básico” y que “3 mil 789 escuelas públicas van a recibir este año el programa de La Escuela es Nuestra” igual que “306 preparatorias también recibieron este año el programa de La Escuela es Nuestra”, al afirmar que habrá “becas para los adolescentes, jóvenes, por el solo hecho de estudiar en preparatoria pública”, sí como “becas a todas las niñas y niños que estudian en la secundaria”, que “el año que entra, poco a poco, nos vamos a ir a la primaria”, el cual también contiene un gradualismo temporal que diluye compromisos específicos, con ambigüedad estratégica que evita compromisos cuantificables y evidencia una falta de planificación integral del sistema educativo y ausencia de cronograma específico para la discursada universalización.

Así también, la presidenta expresó su deseo de que “todas y todos tengan un pequeño apoyo, las familias, para sus pequeños hijos e hijas”, empleando una minimización lingüística del apoyo económico mediante el adjetivo “pequeño”, exhibiendo desde ahora unas expectativas modestas que no abordan las causas estructurales de la desigualdad educativa y, con ello, prácticamente confirma que serán montos insuficientes para impactar significativamente en el gasto educativo familiar.

En su mensaje también mencionó un guiño a los trabajadores de la educación al decir “aprovecho para reconocer el trabajo de las maestras y los maestros en México”, lo cual fue un reconocimiento retórico genérico al magisterio nacional, que se convierte en vacío por no ir acompañado de compromisos ni propuestas de mejora salarial o profesionalización docente, ni abordó tampoco las demandas específicas del magisterio michoacano ni las problemáticas salariales estructurales.

Incluso, afirmó que “mucho tiempo del neoliberalismo se burlaron de los maestros”, con una victimización histórica del magisterio como estrategia discursiva, construyendo una vez más un enemigo histórico para evitar responsabilidades presentes y, con ello, eludir las problemáticas actuales como formación continua, evaluación educativa, condiciones laborales y actualización pedagógica.

También afirmó que “estamos haciendo más preparatorias en Michoacán y en todo el país”, con una discursada expansión de cobertura educativa, la cual no cuantifica ni ubica geográficamente estas nuevas instituciones, sin especificar modalidades, calendario de construcción, presupuesto asignado o criterios de ubicación territorial.

En su oportunidad, prometió que “estamos definiendo el municipio en donde vamos a construir la Universidad Nacional Rosario Castellanos”, exhibiendo indecisión territorial presentada como proceso de planificación, que denota a su vez, vaguedad que refleja falta de estudios previos de factibilidad y pertinencia, mostrando plena ausencia de diagnóstico regional de necesidades de educación superior y planificación educativa territorial deficiente.

En un exceso retórico, superando los ya señalados, afirmó que “Michoacán, de acuerdo al INEGI, es el estado que más ha avanzado en enfrentar el rezago educativo”, empleando una referencia estadística institucional como legitimación, pero, como ya lo hemos analizado en este mismos espacio, se trata de un dato que no tiene un origen trazable en medidas gubernamentales, sino más bien en fenómenos migratorios, delincuenciales, demográficos y correlativos a la crisis sistémica en la que está Michoacán, por lo que esa afirmación no está contextualizada ni es verificable en el discurso presente, ya que el gobierno sigue sin poder especificar inversiones, políticas públicas o distribución territorial de estos avances. Si no incrementaron la matrícula, si no elevaron la cobertura en la proporción mencionada, ni los años de escolaridad promedio, ni tampoco se ha hecho un censo, ¿cómo afirmar categóricamente tal disminución y cómo adjudicársela como logro?

El titular del ejecutivo estatal afirmó “te lo agradecemos de todo corazón”, replicando sobre los supuestos avances en materia educativa, personalizando un supuesto mérito en políticas públicas estructurales que no existen, pero que dan resultados, sin establecer causalidad alguna, evidenciando más una subordinación política que puede comprometer la autonomía educativa estatal y reafirmando el centralismo del régimen vigente.

Finalizó afirmando “una mujer científica como la Presidenta”, con una referencia que busca legitimación académica, como si la apelación a credenciales científicas personales se tradujera inmediatamente en políticas públicas educativas específicas en ciencia, tecnología, investigación o innovación educativa, con perspectiva de género.

En suma, el análisis exhaustivo del discurso presidencial en Michoacán y sus réplicas locales revela un abismo preocupante entre la retórica transformadora y la pobreza de propuestas educativas sustantivas.

Las referencias analizadas evidencian un gobierno que impulsa medidas centralistas, a las cuales les brinda continuidad programática desde los gobiernos estatales, sin retomar el abatimiento certero del rezago educativo, ni tampoco la innovación educativa, soslayando la oportunidad de refrendar el reconocimiento retórico a las necesidades diferenciadas de las regiones y etnias estatales con políticas concretas, preponderando el centralismo urbano.

La presidenta Sheinbaum, formada en la ciencia y, por ende, conocedora de la importancia de la evidencia debe pedir encarecidamente a su equipo de trabajo, en el cual delega sus atribuciones constitucionales en el sector educativo sustentar las políticas públicas debidamente, porque los emprendimientos retóricos que realizan en materia educativa frecuentemente carecen de rigor metodológico, sustento territorial, cronogramas específicos y mecanismos de evaluación, además de suficiencia presupuestal digna. Más grave aún, evidencian desconocimiento de las particularidades educativas michoacanas y ausencia de voluntad real para implementar políticas diferenciadas que respondan a la diversidad cultural, territorial y socioeconómica del estado.

Las inconsistencias identificadas revelan un patrón sistemático de evasión de responsabilidades estructurales. Las apelaciones a la autoridad científica no deben de convertirse en falacias, sino deben traducirse en metodología científica al servicio del diagnóstico, del diseño, de la ejecución y mejora continua de la política pública. La retórica transformista que despliegan sus subordinados encubre un continuismo institucional que se traduce en meramente sobrellevar la crisis educativa que se padece desde hace décadas. No es lo que hará a la mandataria ser recordada como “la presidenta de la educación”, como lo expresó explícitamente durante su campaña.

Michoacán, con su extraordinaria diversidad cultural, sus profundas desigualdades educativas y su potencial de desarrollo, merece más que discursos nostálgicos y cifras descontextualizadas. Requiere un proyecto educativo que reconozca sus especificidades territoriales, fortalezca sus instituciones, preserve sus culturas, genere alternativas de desarrollo económico y ofrezca oportunidades reales de movilidad social para su población joven.

La educación no puede seguir siendo moneda de cambio electoral, almácigo de semillas clientelares sexenales ni tampoco herramienta de legitimación política. Debe convertirse en la verdadera palanca de transformación social que tanto se proclama, pero tan poco se practica. Esto requiere voluntad política real, asignación presupuestal suficiente, planificación rigurosa, participación comunitaria genuina y evaluación sistemática de resultados.

Las minorías y etnias michoacanas, especialmente la purépecha, que tan cálidamente acogió y tanto formó a la presidenta merece coherencia entre el discurso y la acción. Las comunidades que generosamente compartieron sus saberes con una joven estudiante de física de la UNAM tienen derecho a exigir que esa hospitalidad se traduzca en políticas educativas que fortalezcan sus propios sistemas de conocimiento, generen oportunidades para su juventud y contribuyan a su desarrollo con identidad.

La próxima visita presidencial debe traer propuestas concretas, cronogramas específicos, recursos suficientes y mecanismos participativos de evaluación. De lo contrario, seguiremos siendo testigos de una transformación educativa que solo existe en los discursos dominicales, mientras las necesidades educativas reales de Michoacán permanecen desatendidas y las desigualdades territoriales se profundizan.

El tiempo de la retórica debe terminar. Es tiempo de políticas educativas basadas en evidencia, territorialmente diferenciadas, culturalmente pertinentes y socialmente transformadoras, dotadas de inversión digna y que aparezcan en los instrumentos vinculantes de planeación para el desarrollo. Los derechos educativos de las personas que viven en Michoacán de Ocampo no merecen menos. Pendientes: la federalización de la nómina educativa, los aprendizajes y la cobertura, por decir lo menos.

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Doctor en ciencias del desarrollo regional y director fundador de Mexicanos Primero capítulo Michoacán, A.C.