Foto: Contramuro/Captura de pantalla

Morelia, Michoacán.- “No pierdo la esperanza de que voy a salir a pesar de mi sentencia. Tengo mucha fe en que me voy a ir pronto y mi hijo, va a estar afuera porque no quiero que su primer recuerdo sea en una cárcel”… Andrea Moreno es una reclusa del Centro de Reinserción Social “David Franco Rodríguez” y está acusada de secuestro con dos sentencias, una de 50 años y otra de 30.

Andrea tiene apenas 25 años y pareciera que ya está definida su vida: presa, sin libertad, entre barrotes, en una cárcel. Sin embargo, ella confía en que pronto saldrá del penal y podrá vivir a plenitud su etapa como madre que inició hace siete meses cuando nació Roberto, su pequeño bebé que vivirá a su lado solamente cinco meses más y es que Andrea, está consciente de su situación como reclusa y prefiere que su pequeño viva en libertad.

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Fue en el mes de julio de 2015 cuando Andrea fue detenida por el grupo de Antisecuestros en el municipio de Zamora y a unas cuantas casas de distancia a la suya. Y a pesar de que dice que no participó en los secuestros que se le acusan, reconoce que la involucraron de tal manera que ha perdido su libertad y ahora teme por la seguridad de su familia.

“Yo lo hice mas que nada porque no mataran a mi familia, mi familia estaba muy ubicada y sabía lo que estaba pasando. Me involucraron mucho, se suponía que me lo iban a dejar nada mas como extorsión pero no, me dejaron como secuestro. Ahorita ellos están tranquilos pero mi temor es de que algo les pueda pasar a ellos, a mis papás que son ya grandes de edad. Yo tengo miedo de que algo le pase a mi familia por mi culpa, por yo estar aquí”, dice Andrea entre lágrimas.

Y es que la joven sin tapujos contó cómo fue que la involucraron en uno de los delitos más graves, como es el secuestro. Recuerda su vida pasada y extraña su libertad, a sus padres, su trabajo. Detalles pequeños que no valoraba antes de estar interna como el hecho de salir a la plaza a tomar una nieve o comer un postre de chongos zamoranos. Extraña su casa, su cuarto, su cama. Andrea extraña su vida y su mayor deseo ahora, es el de regresar y vivir con sus padres y su hijo.

Foto: Contramuro/Captura de pantalla

“Tengo mucha fe en salir, mas que nada por mi hijo, porque mi hijo me necesita”… dice Andrea con la voz entrecortada y las manos y la mirada levantadas hacia el cielo, como pidiendo un milagro. “Mi deseo es estar con él, estar afuera con mi familia. A pesar de que mis padres son grandes de edad, tienen la esperanza de que yo salga de este lugar y esté con ellos. Me da una tristeza que cada vez que vienen a verme se van tristes y con la ilusión de que yo esté un día afuera”, continúa.

En el también conocido como penal de Mil Cumbres Andrea pasa la mayor parte del tiempo al lado de su bebé, aunque tenga que trabajar el niño la acompaña. Y cuando duerme, sus compañeras se solidarizan y lo cuidan. Y es que la joven sabe que una de las condicionantes para reducir sus sentencias se basa en el comportamiento que guarde dentro de la cárcel y del trabajo que realice. Además para mantenerse hace rifas los días de visita y vende donas. “Me va muy bien”, dice.

Los padres de Andrea la visitan cada mes, pues el recurso económico que gastan en traslados es elevado y no tienen la oportunidad de verla todos los días de visita. Así que únicamente se encuentran cuando hay la posibilidad y a pesar de ello han aceptado que el niño cuando cumpla un año de edad se vaya a vivir con ellos.

Es lo mejor para mi hijo, sé que mi madre le dará una buena educación y sé que mi hijo no les va a fallar como lo hice yo.

Este 10 de mayo será el primero que festeje Andrea como mamá, situación que dice es como un regalo pues le habían dicho que no podría tener hijos, incluso tuvo un diagnóstico en el que le informaron que tendrían que quitarle la matriz y en sus palabras, llegar al penal de alto impacto de Michoacán, le cambió todo: “Caigo y todo es diferente sé valorar a mis padres y el esfuerzo que hacen por venir a verme; me embaracé aunque me habían dicho que no podría ser madre nunca”.

Andrea conoció al padre de su hijo en el penal de alto impacto y se casó con él nueve meses después de que la internaron, seis meses después el tres de octubre a las 04:17 horas, nació Roberto de Jesús en el Hospital Civil. El pequeño ser humano que dice, le cambió la perspectiva de vida completamente. “Era domingo, día de visita y yo tenía listas mis rifas y mi canasto de donas pero me sentía mal, tenía los pies muy hinchados y no hice caso. En la noche cuando me encerraron empecé a sentir un dolor muy intenso en la espalda, como si fuera un acordeón y fue hasta la una de la mañana que salí al hospital y luego… nació mi hijo”.

Contrario a lo que se cree y a otras experiencias de embarazos dentro de una cárcel, la de Andrea fue buena. Reconoce que todo el personal y compañeras del penal la apoyaron mucho en todos los sentidos, aunque nunca dejó de trabajar siempre estuvo cuidada para que no tuviera ningún problema durante la gestación del pequeño y a un mes de que diera a luz fue trasladada al Mil Cumbres, donde actualmente vive con su hijo que convive con el resto de los pequeños que residen ahí con sus madres.

Foto: Contramuro/Captura de pantalla

La ley actual permite que los niños estén con sus madres hasta los cuatro años, una vez cumplida esta edad deben salir; sin embargo Andrea insiste en que Roberto solo permanecerá un año con ella porque reitera: “no quiero que el primer recuerdo que tenga mi hijo sea en una cárcel. Quiero que viva en libertad”.

Ireri Piña es licenciada en Periodismo, reportera de Educación, Turismo, multifuente. Contadora de historias y causas sociales; michoacana, moreliana