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Desde el momento de mi graduación de licenciatura, mi relación con mi alma máter, el Tec de Monterrey, sólo la había relacionado con la deuda gigante que aún tengo con la Institución por haber sido alumna con beca en la modalidad de crédito educativo. Sí, agradecida totalmente por la formación académica que recibí, pero no tanto en cómo impacta mis finanzas personales el día de hoy.

En mi intento por lograr encontrar una conexión con el Tec que me permitiera ver la otra cara, la disfrutable, de este título, la semana pasada asistí a una reunión de exalumnos convocada por el Instituto, en donde nos extendieron a todos los presentes una invitación a participar como mentores en el Reto Emprendedor con Sentido Humano de este ciclo escolar. El título pintaba interesante.

En lo personal, desde hace algunos años he participado desde diferentes organizaciones en distintos proyectos sociales, por lo que podría considerar que tengo en algún grado desarrollado mi sentido de compromiso social. Sin embargo, reconozco que, si bien el Tec me brindo las herramientas profesionales y la seguridad personal para participar en estos proyectos, fue en mi escuela de educación básica donde me sembraron la semillita del gusto por el servicio, donde me enseñaron a no pensar en un yo sino en un nosotros, donde me enseñaron que una persona que conoce su realidad puede intervenir en ella y cambiarla para bien.

Como alumna de preparatoria y licenciatura del Tec, lo único que me relacionó con tareas comunitarias fueron las horas de servicio social que me pidieron para poder obtener mis certificados de estudios. Para ser sincera, en mi preparatoria no recuerdo haber visitado alguna comunidad o asociación para cumplir con el proyecto social; recuerdo en alguna clase haber planeado algo, pero nunca se materializó y a nadie le inmutó, así que hicimos nuestro proyecto desde el escritorio. En mi licenciatura ya la historia fue diferente, contábamos con un centro en Jesús del Monte, donde a través de diferentes programas y clases podías cumplir con tus horas de servicio; algunos de los proyectos en los que participé directamente con habitantes de la comunidad fueron como guía en la ludoteca y organizadora de un festejo del día del niño en una escuela de la misma tenencia.

Si bien en profesional la experiencia del servicio social había evolucionado bastante, y es de reconocerse, no dejaba de ser un área aislada a tu formación académica, algo con lo que tenías que cumplir si querías tu título pero que no te exigía lo mejor de ti ni de tus habilidades; no hacías tuyos los diferentes proyectos en los que participabas, por lo que no se podía traducir esto, en el inicio de un compromiso social auténtico. Claro, había sus excepciones de programas y de estudiantes, pero en el grueso así se percibía. Fue hasta diciembre de 2010, en el discurso de graduación de mi licenciatura, donde escuché a un líder de mi alma máter hablar realmente del compromiso que el Tec debía asumir para con su comunidad, de lo vital para la institución de formar profesionistas integrales, con énfasis especial en la formación humana y sentido social.

Cerca de 6 años después de haber egresado, y de que David Noel Ramírez Padilla, orador el día de mi graduación, asumiera el cargo de rector del Tecnológico de Monterrey, tendré la oportunidad de participar como mentora en uno de los programas que se implementaron en este rediseño de la escuela, donde se busca formar al alumno como profesional y como humano. Además del título, la exposición del proyecto y el testimonial del caso de éxito de la edición anterior, pintan bien; el año pasado el proyecto ganador del campus Morelia, y segundo lugar a nivel nacional, del Reto Emprendedor con Sentido Humano fue un proyecto que comercializó calzado de productores de la región de la Ciénega de Michoacán.

La sociedad que tenemos no es resultado fortuito de una serie de variables que no podamos identificar o modificar. Según cifras de Mexicanos Primero, de cada 100 niños que entran a primero de primaria, sólo 21 inician la licenciatura; las universidades tienen que hacer palpable a sus alumnos el compromiso que tienen con la sociedad al ser parte de esta minoría. Es vital que vayan más allá de las aulas, y descubran y comprometan a sus alumnos con la realidad que se vive en nuestras comunidades, de manera que se conviertan en agentes de cambio para éstas durante y después de su paso por este grado académico. Conceptos como el servicio social comunitario y proyectos diversos de impacto social durante tu carrera, no pueden seguir siendo aislados o realizarse sólo por mero trámite o requisito.

Espero que esta experiencia que estoy por empezar en mi alma máter me deje un buen sabor de boca, al menos la certeza que van un paso más allá de cuando yo estuve en las aulas. Ya les iré contando.