El valor de la atención
Foto. Cortesía

Francisco Lemus | @PacoJLemus

Las redes socio digitales nos permiten participar de una forma tan directa como no había sido posible hasta este momento de nuestra historia, sin embargo, hay muchos puntos que cuestionar acerca de esta participación y su supuesta democratización de la opinión pública. Hay quienes incluso aseguran que nos están llevando a perder de vista nuestros verdaderos problemas.

Johann Hari es un periodista británico que ha cobrado notoriedad por un trabajo relacionado con la depresión, pero poco antes de que iniciara la pandemia se preocupó por un tema tan común como lo es el de la atención, y cómo la estamos perdiendo, o -mejor dicho- nos la están robando.

Con “El valor de la atención” (Peninsula, 2022), Johann intenta advertirnos sobre una pandemia más peligrosa aún que la que apareció a finales de 2019 y sigue teniendo impactos sobre nuestra salud. Se trata de la pérdida de la atención, o -dicho de otra forma- la capacidad de concentrarnos para analizar e intentar comprender los fenómenos que suceden a nuestro alrededor.

Las redes socio digitales más famosas, como Facebook, Instagram o X nos atiborran de información, aunque no necesariamente de información de calidad. Por el contrario, estas redes promueven la síntesis extrema de las ideas: “si no es posible expresarlo en 280 caracteres tal vez sea mejor ni siquiera expresarlo”.

Contrario a lo que nos gusta pensar, nuestro cerebro no es muy bueno enfocándose en varias cosas a la vez, por el contrario, su mejor rendimiento se encuentra cuando puede enfocarse en una sola cosa, reduciendo de este modo la posibilidad del error. A ello hay que sumar que esta sobre exposición abrumadora a grandes cantidades de información genera ansiedad y desanimo.

Además de nuestras limitaciones fisiológicas, es necesario considerar que detrás de las redes socio digitales hay empresas multimillonarias, cuyo objetivo es mantener nuestra atención en sus productos y anuncios. Por ello sus profesionales se dedican intensivamente a buscar formas de mantenernos enganchados por horas en imágenes, videos o mensajes escandalosos.

Así mismo, los mensajes que nos generan molestia, que despiertan nuestra ira tienen más posibilidades de generar ese enganche, por lo que inconscientemente acabamos llenando nuestras redes de discursos estridentes, que lejos de invitar al diálogo, promueven el alejamiento entre individuos, cuando no el odio abierto.

Todo esto sucede mientras la humanidad se enfrenta a graves problemas, como los derivados del cambio climático o la extrema polarización de la riqueza. Para Johann Hari esto es una emergencia, pues mientras que los problemas del mundo requieren de nuestra atención, análisis y diálogo colectivo, las redes promueven la ansiedad, división y rencor.

El autor no culpa únicamente a las redes socio digitales de estos problemas de falta de atención, hay muchos otros factores en juego; pero definitivamente las redes son en este momento un factor clave para entender nuestro comportamiento embobado por pequeñas pantallas de seis o siete pulgadas.

Basta con ver los encabezados de las notas que generalmente encontramos en nuestras redes, a veces provenientes incluso de periódicos con una larga tradición informativa. Son estúpidamente morbosos, irrelevantes, pero por lo general invitan a encendidos debates entre personas que en la mayor parte de los casos ni siquiera abren el enlace.

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El libro está lejos de ser un manual de autoayuda, de esos que de igual modo tanto han adormecido nuestra conciencia crítica, por ello no ofrece una solución de receta de cocina, por el contrario, muestra la gran inmensidad del problema al que nos enfrentamos, pero que mientras sigamos con la cabeza sumida en el celular difícilmente vamos a lograr solucionar.