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El domingo pasado se libró una fuerte batalla político-electoral en cuatro estados de la república: Veracruz, Nayarit, Coahuila y Estado de México. En el caso del primero fue para las elecciones de nuevos ayuntamientos, mientras que en los últimos tres fue para renovar gubernaturas.

Para la clase política mexicana esta jornada electoral era muy importante, pues antecede a las elecciones federales que se realizarán en julio de 2018 para elegir al presidente de la República además de renovar las dos cámaras del congreso federal.

Sin duda alguna para el PRI, actual partido dominante a nivel federal, estas elecciones fueron una prueba para saber en qué posición se encuentra políticamente hablando frente a la sociedad mexicana, específicamente frente al electorado. Por el momento las instituciones oficiales le dan una victoria, aunque relativamente polémica, al partido tricolor en Coahuila y Estado de México, sin embargo estos triunfos podrían terminar por convertirse en meras victorias pírricas.

Lo anterior se debe a que el PRI, hablando específicamente de Coahuila y Estado de México, tuvo que descargar prácticamente toda su “artillería pesada”, aludiendo al aparato de movilización electoral que siempre ha venido aplicando desde la apertura democrática a finales de los ochenta. Pero en estos dos casos la maquinaria electoral priista se vio empañada por múltiples acusaciones de compra de votos, alteraciones de actas electorales, así como amenazas a partidos contrarios e incluso supuestos usos de instituciones federales para favorecer a los candidatos oficialistas.

En el caso de Coahuila la alianza PAN-PRD ha indicado que no reconocerá la victoria del PRI y que planteará la nulidad de la elección ante la autoridad judicial respectiva, alegando que en ésta se prestaron a realizar una serie de alteraciones en los paquetes electorales para favorecer a Miguel Riquelme; mientras que en el caso de Estado de México, MORENA ha indicado que se gestó una “elección de estado”, es decir manipulación de parte de autoridades federales y estatales para favorecer al candidato oficial del PRI, y aunque en este caso no hay todavía una intención jurídica de pedir la  nulidad de la elección, el reconteo de votos en ciertas casillas mostró que efectivamente los números habían sido alterados para favorecer al candidato priista, Alfredo del Mazo, específicamente en un distrito de Naucalpan, mismo que después del reconteo pasó a manos de MORENA.

En ambos casos las victorias electorales del PRI quedaron con un nivel muy alto de cuestionamientos, pues realmente pareciera que elementos del sistema político operaron para consolidar ambos triunfos. Pero incluso si aun recurriendo a las instancias legales, las victorias tanto en Coahuila como Estado de México se mantuvieran en manos priistas, éstas ya habrán cobrado un gran costo político al partido tricolor frente a los electores tanto de esos estados como del resto de la república.

Es a su vez políticamente comprensible que el PRI desee conservar ciertos estados estratégicos como lo son Coahuila y Estado de México para tener cierto “crédito político” para las elecciones del 2018, sin embargo obtener victorias de una forma en que la imagen del partido se desgaste, no es lo más conveniente, en especial si se siguen descubriendo alteraciones en el proceso electoral que pudieran involucran a los gobiernos tanto federal como estatal.

Ahora bien, debe reconocerse que si bien se lograron obtener victorias oficiales en Nayarit y Veracruz, tanto la alianza PAN-PRD como MORENA mostraron un amplio crecimiento como oposición al actual gobierno federal,  es decir que no solo están incrementando su base de apoyo sino también al mismo tiempo están menguando las bases electorales del PRI.

En el caso de Coahuila, la alianza “azul-amarilla” estuvo a punto de obtener un estado muy valioso, sobre todo por la polémica que han tenido los últimos gobernadores de esta entidad federativa, lo cual significa que estas alianzas pragmáticas aún podrían dar cierto resultado en algunos sectores donde haya mucho descontento contra autoridades priistas. En el caso de MORENA también se debe reconocer el crecimiento que tuvo en la tierra natal del presidente Peña Nieto, pues con el recuento de votos en Naucalpan MORENA pasaría a tener ya la misma fuerza política que el PRI en el Estado de México, lo cual sin duda alguna podrá ser de relevancia para el partido oposicionista en 2018.

Observando el caso de la izquierda en general, podría decirse que aunque los dos principales partidos de esta corriente, PRD y MORENA, sumaron muchas bases de apoyo, el ir divididos le permitió al PRI mantener influencia en múltiples municipios y distritos electorales de los estados en la jornada electoral; muy diferente habrían sido los resultados si estos dos partidos hubiesen ido en alianza. Este hecho es también información muy importante que ambos institutos políticos deberían consideran para la jornada electoral de 2018.

En conclusión, aunque el PRI quedó con más gubernaturas en estas elecciones, su número de votantes y miembros de su base de apoyo se redujo drásticamente en los cuatro estados donde hubo jornada electoral, a pesar de haber utilizado al máximo sus clásicas tácticas clientelistas y corporativistas para movilizar al electorado, ello revela que hay un gran desencanto con varias gestiones locales del partido oficialista así como con el gobierno federal. Y aunque el partido tricolor momentáneamente sigue conservando dos “fuertes políticos” muy importantes, como lo son Coahuila y Estado de México, ambos están bajo asedio completo no solo por parte de las fuerzas de oposición sino por la misma sociedad que en estas elecciones decidió no apoyar más al partido del presidente.

El PRI debe entender que no puede mantener por más tiempo las viejas tácticas para permanecer en el poder, pues los tiempos actuales ya no lo permiten, e intentar recurrir de nuevo a la clase de tácticas empleadas en esta jornada electoral podría no solo no funcionarle, sino peor aún podría terminar causando una desestabilización social que repercutiría directamente en el sistema político mexicano.

México debe moverse hacia un solo camino, y ese es el de la democracia, pero de una democracia auténtica donde el pueblo pueda verdaderamente ejercer su soberanía, una democracia limpia de artimañas políticas y elecciones dudosas, si el PRI aun desea mantenerse dentro de la jugada política deberá asimilarlo.