alfonso solorzano
Foto: Cortesía

“El hombre es, por naturaleza, un animal político” (Aristóteles)

 

¿Qué es la política? Probablemente un gran número de personas nos hemos hecho esa pregunta por lo menos una vez en la vida. Actualmente la Real Academia Española señala a la política como “Actividad de quienes rigen o aspiran a regir los asuntos públicos”, sin embargo es evidente que la forma de regir o la forma en que se aspira a regir solo podrá aplicarse a través de un elemento primordial, el poder. El poder realmente es lo que hace que la política tenga vida, el poder es lo que mueve y afecta el espacio público que repercute en la vida diaria de un grupo de personas, es precisamente el deseo por el ejercicio de poder lo que hace que distintas personas compitan entre sí para conseguir ejecutar su voluntad.

Son a esos competidores por el poder a quienes llamamos políticos, mismos que tienen distintas visiones e intereses de cómo debería manejarse el ejercicio de mando en el espacio público de la sociedad en la que viven. Esta competencia siempre ha existido, prácticamente desde las primeras formas de organización de los seres humanos, por lo que la historia de la política va de la mano con la historia de la humanidad. Los políticos siempre han estado ahí y posiblemente lo seguirán estando nos guste o no.

Cuando hablamos de política, debemos tener en mente que el poder o ejercicio de poder no conoce de virtudes o de vicios, es decir, sin importar la clase de persona que sea el político o sin importar la clase de ideología que maneje, el poder podrá ejercerse independientemente de qué forma tan positiva o negativa pueda percibirse a tal político o a sus ideas.

En todo caso, cualquier persona que así lo decida puede dedicarse a la política, en otras palabras cualquiera puede ser un político, pero eso no significa que cualquiera sea un político inteligente, benevolente o sabio. La razón por la cual cualquier individuo puede ser un político se debe a que en nuestro espacio social todos nos encontramos interconectados a través de una “red de poder” en la que cualquier acción, cualquier idea, cualquier discurso puede terminar alterando de gran o de pequeña forma esta “red” que afecta a todos los que formamos la sociedad en sí misma.

Por otra parte,  tenemos la figura del politólogo, aquel que se dedica no en sí a la búsqueda y aplicación de poder, sino que se dedica a la observación y análisis de las distintas relaciones de poder y su repercusión en el espacio público. Si bien a lo largo de la historia ha habido personas que se han dedicado a esta actividad, como lo fueron  en sus tiempos Platón, Maquiavelo, Tocqueville, entre otros,  sería hasta la década de 1940 tras el fin de la segunda guerra mundial cuando comenzaría a estudiarse a lo que hoy se denomina como Ciencia Política y que forma parte de las ciencias sociales modernas.

A pesar de que los términos política y ciencia política suenan casi iguales, no debemos perder la noción de que el primero de ellos es referente a la lucha por el ejercicio de poder tal cual, mientras que el segundo es referente al estudio, investigación y análisis sobre la lucha de poder sin necesariamente formar parte de esta. Claro, hay ejemplos de politólogos que en algún momento deciden incorporarse a la lucha por ejercer mando en las distintas redes de poder, como lo son la expresidenta de Costa Rica, Laura Chinchilla, o el exjefe de Gobierno del Distrito Federal, Andrés Manuel López Obrador; puede darse también el caso contrario, políticos que por su tiempo y experiencia decidan convertirse en analistas de política.

Actualmente existen muchas instituciones dedicadas a la formación profesional de politólogos, particularmente en Europa, sobre todo Francia, Alemania e Italia. En el caso de América Latina si bien la ciencia política se sigue manteniendo en base a la tradición europea, en su desarrollo termina siempre por adaptar su condición socio-política para así lograr un mejor entendimiento de la lucha por el poder en los distintos escenarios de nuestra región, es decir, aunque en América Latina se tiene una base occidentalizada para la ciencia política, esta última está evolucionando de una forma diferente en suelo latinoamericano.

A pesar de que la Ciencia Política es quizá la ciencia social más joven en formalizarse, es también una de las disciplinas del conocimiento más complicada de dominar; puesto que a los auténticos politólogos no les basta solo con informarse sobre los acontecimientos políticos actuales, deben también tener un amplio análisis de la historia tanto nacional como mundial, así como un gran panorama económico, conocimientos elementales de la filosofía clásica y contemporánea, al menos un entendimiento básico de las diferentes zonas culturales del mundo, tener cierto conocimiento jurídico y de la administración pública, pero sobre todo los politólogos deben tener gran capacidad y constancia para la investigación, la reflexión y el análisis, y estar siempre dispuestos someter a discusión sus ideas para así poder probar la veracidad de éstas.

Finalmente, si bien es cierto que los políticos y los politólogos pueden llegar a compartir la misma esfera de acción, la política y la ciencia política son dos elementos distintos cuyo propósito es diferente, si uno se interesa en la política se puede ingresar a este “campo de batalla política” desde cualquier posición en la que se esté, el que la gane es otra cosa, mientras que si alguien más bien, tiene interés en analizar los diferentes aspectos del “campo de batalla” éste tendrá que hacerlo a través de un proceso de formación e investigación para comprender mejor cada uno de esos aspectos.