Para seguir festejando

Ni soy feminista, ni soy machista. Simplemente quiero compartir con agrado otro logro en términos de equidad social por parte de las mujeres en el mundo actual.

En esta semana, el Papa Francisco ha vuelto a sorprender a propios y extraños con una gran noticia: “La mujer, por iniciativa papal, podrá ser ordenada para ejercer el diaconado en la Iglesia Católica”. Sin lugar a dudas, a pesar de las críticas sistemáticas que se hacen constantemente a dicha institución y a que dicha información aún no se aplica en la realidad, sino hasta en tanto se confirme luego de su análisis, es prudente hacer algunos señalamientos reconociendo tan afable logro:

  1. Una conquista más de la mujer. Como hemos platicado en otras editoriales, la mujer ha roto paradigmas y su continua lucha en el mundo contemporáneo ha dado muestra fidedigna de que sólo el esfuerzo diario permite alcanzar grandes objetivos. En orden cronológico, la mujer parece haberlo conquistado todo: primero y de forma inherente a su naturaleza, es reina de la institución social más importante desde siempre, la familia; luego comenzó conquistas universales de respeto; la inclusión (un tanto ilusoria de principio) en la vida democrática con el voto; luego el envolvimiento en la vida económica y política de los países; y después, todo parece apuntar que se integrarán también con toda justicia en el mundo eclesial.

En lo personal, lo celebro y lo divulgo porque soy un firme creyente en que todos somos iguales. Critico las aberrantes creencias machistas y feministas y celebro cuando las instituciones (cualquiera de que se trate) generan medios que compensan las diferencias entre los diferentes y crean así equidad.

  1. Una iglesia católica más abierta con un papa que rompe paradigmas y busca recuperar millones de fieles que han dejado de creer en su entramado institucional, principalmente luego de grandes escándalos ignóminos que faltan a su doctrina y a su predicación como la corrupción y la pederastia.

A modo de comentario individual, puedo referir un gran orgullo de que dicha institución referente en la vida de millones de mexicanos esté tomando nuevos caminos y se adapte favorablemente al mundo actual, a sus condiciones y a sus necesidades, sin faltar necesariamente a sus costumbres y tradiciones moralistas.

Celebro también la oportunidad de aprender de un gran hombre como Francisco que de alguna forma, busca contribuir en el desarrollo de los pueblos, en la armonía de las relaciones internacionales  y en el crecimiento integral de los hombres. Es decir, me parece que es un hombre que suma y que tiene la firme disposición de transformar para bien y unir a su institución milenaria en ese esfuerzo por la cada día mejor supervivencia humana en la tierra.

  1. Una oportunidad para los jóvenes. Como parte de mi desarrollo profesional, he tenido la oportunidad de compartir ideas con muchísimos jóvenes de diferentes ideologías, religiones o pensamientos. En particular y de común acuerdo con algunos de ellos, resulta difícil racionalizar algunos dogmas eclesiales como lo es la obligación de ser varón para poder ejercer diversas facultades dentro de la iglesia como los son las celebraciones o los sacramentos. Y sin entrar más a detalle, puesto que ese es tema exclusivo de los estudiosos de la teología (el cual no es mi caso), quiero expresar la gran oportunidad que esta noticia representa para todos los jóvenes, hombres y mujeres que tienen quizá esa digna intención de vida, esto es, el ser actores protagonistas de los cultos eclesiásticos.

 

De tal manera, nos seguimos encontrando en un período de grandes cambios y de grandes oportunidades para todos. Y eso resulta verdaderamente trascendental como parte de las soluciones que como sociedad debemos buscar para alcanzar nuestros objetivos comunes y no comunes, porque en la medida en la que la barra de oportunidades sea más extensa y más rica para todos, en esa medida se podrá garantizar un desarrollo más integral para los mismos, generando automáticamente felicidad y así, el espacio paradisiaco que todos anhelamos.

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Estamos pendientes.