Foto: Raúl Tinoco

Comenzó el mes de noviembre y con él una de las tradiciones más antiguas y mexicanas, el día de todos los santos el primero y con él la antesala del Día de muertos, ese día donde la historia y la cultura indican que los muertos vienen del más allá y los vivos los reciben como se merecen, con su altar, sus flores de cempasúchil, su comida preferida, en algunos casos los vicios que los distinguieron en vida, vino y cigarros.

Pero hoy, primero toca recordar a quienes se fueron aún siendo menores, sin haber conocido mucho de la vida, pero con la satisfacción de que formaron parte de ella, hoy vemos a cientos de familias mexicanas reunidas en el panteón recordando a los ángeles, esos que se fueron aún cuando eran pequeños o aún no decidían compartir su vida con alguien más, hoy hay más visitantes en esta vida que cualquier otro día, todos se juntan, vivos con muertos y muertos con vivos.

Tal es el caso de la señora Patricia que con sentimientos encontrados visitan a su hija Sonia, quien falleció apenas a los pocos años de vida, “solo Dios sabe por qué hace las cosas, nos la presto poco tiempo, pero fue el suficiente para amarla, como a todos mis hijos, las cosas cambiaron ahora en vez de nosotros cuidarla, ella nos cuida a nosotros” mencionó la señora Pati.

Hoy vemos como los camposantos están llenos de flores, en algunas tumbas de cempasúchil en otras vemos cualquier variedad de especies, pero todas tienen un mismo fin, recordar con alegría a aquellos que se han ido de manera física, pero jamás se han ausentado de la memoria de quienes en vida se dijeron sus seres queridos, esos mismos que recuerdan a quien ya no está día con día desde su partida.

Entrar al panteón estos días es ingresar a un mundo donde hay reencuentros, es escuchar mariachis o norteños, es el olor a flores, es la historia de la vida resumida en unas flores, una lápida, una tumba, tierra y las ganas de no olvidar a quienes un día nos sacaron una gran sonrisa.


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