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Han iniciado oficialmente las campañas electorales a través de las cuales se contrastarán las propuestas, planteamientos y argumentos de los cuatro candidatos presenciales, que constan con el aval del Instituto Nacional Electoral. Se trata de poco menos de 3 meses en los que los mexicanos estaremos saturados de spots, entrevistas, noticias falsas (fake news), mesas de análisis, programas y coberturas especiales, propaganda virtual y en medios impresos o publicidad de calle, cadenas de mensajes en redes sociales tanto de apoyo o de crítica o de burla (memes), artículos y columnas especializadas y levantamientos de sondeos, por mencionar algunos elementos.

Nada nuevo o desconocido para los que ya hemos vivido la emoción y las pasiones asociadas a los procesos electorales. En este amplio océano de información y desinformación, los electores debemos estar atentos a los puntos centrales que permitirán tomar una decisión, al momento de elegir entre las cuatro opciones políticas. Los criterios de análisis pueden ir desde aquellos que apuestan al razonamiento estratégico e informado, hasta los que se fundan en lo más básico de la subjetividad (el “me late” o de “feeling”). En otras palabras, al momento de votar, los electores lo hacen con aspectos cuantitativos y cualitativos, que pueden llevar a un número infinito de posibilidades entre ambos extremos.

Por ello, la reflexión en esta primera semana de campañas está orientada a invitar a una valoración de los criterios que permitan valorar las distintas opciones previo al momento de emitir el voto. Algo así como cuando uno tiene que elegir entre comprar un mismo producto (auto, televisor, reloj, celular o computadora) de cuatro marcas distintas. En este caso, antes de decidir la compra, se analizan aspectos tales como el precio de venta, la calidad de las partes, la garantía de servicio, las recomendaciones de otros compradores, la experiencia de venta, la durabilidad o rendimiento del producto, el mercado de partes/refracciones y el servicio post-venta.

Algunos aspectos son más fáciles de comparar o medir (por ejemplo, el precio o el color), mientras que otros dependen de la valoración personal que se le asigne al atributo de comparación (por ejemplo, la experiencia de venta o el servicio post-venta), lo que los hace contar con valoraciones relativas a cada caso particular. Por lo que, el análisis previo que permita decidir el voto de cada elector, debería partir de criterios o atributos comparables que permitan contar con elementos para una mejor decisión.

Entre los aspectos que se proponen están, en primer lugar, los atributos de valor de las personas (como su trayectoria profesional, nivel educativo, nivel de confianza que transmite, carisma ante medios, credibilidad en sus planteamientos, honestidad en su vida, congruencia entre los principios y los actos…); los atributos de los equipos de campaña, es decir, de los colaboradores cercanos (como su capacidad técnica, limpieza de casos de corrupción, congruencia de valores e ideales políticos, nivel de lealtad con el proyecto, cohesión de equipo y congruencia de planteamientos y propuestas…); los atributos de las distintas propuestas políticas y proyecto de gobierno (como su posición ante temas sensibles como el apoyo o no a las reformas estructurales, la cancelación del nuevo aeropuerto internacional o la construcción del muro; la visión de rumbo con o sin cambio de las políticas vigentes; la afinidad por la transparencia y la rendición de cuentas…); y, los atributos contextuales (como su propensión al dialogo o al desprestigio mutuo, la incertidumbre de los mercados de una propuesta de campaña o electoral, el comportamiento de los mercados durante el periodo electoral, el descontento social hacia el gobierno saliente o en la repartición de posiciones…).

Los elementos antes expuestos, de forma enunciativa más no limitativa, son sólo algunos de los posibles. Se trata de un primer acercamiento a los criterios personales que podrían ser la base de un análisis de las opciones electorales que tendremos los mexicanos para elegir al próximo o a la próxima Presidente de la República. Ante una avalancha de información y desinformación de estas opciones, nos queda, como factor de poder de decisión para una mejor elección racional, la posibilidad de comparar y contrastarlas. Rompamos con las decisiones condicionadas por el miedo a perder un beneficio (como sería el caso del condicionamiento de programas o para continuar en un empleo, que de entrada son delitos electorales) o basadas en la polarización social (en donde se recurre al principio de estás conmigo o contra mí; o a posiciones en las que sí se gana en urnas, entonces todo fue legal, pero si se pierde, la elección es ilegal o ilegítima). La democracia mexicana requiere demostrar su fortaleza y una forma de hacerlo es con este tipo de análisis.

 

 

Ernesto Navarro.

ernesto_unam@yahoo.com.mx