La inteligencia artificial en educación transforma el acceso al conocimiento, pero también incrementa la desigualdad de uso.
La rápida adopción de la inteligencia artificial (IA) en la educación está revolucionando el acceso al conocimiento y el desarrollo de habilidades cognitivas. Este cambio no solo transforma los métodos de enseñanza, sino que también subraya la necesidad de formar usuarios críticos que interactúen de manera ética y consciente con estas tecnologías.
Con la integración de sistemas inteligentes en la vida diaria, los expertos resaltan la importancia de preparar a estudiantes y docentes desde tempranas etapas educativas. Sin una adecuada formación, el uso de la IA podría limitarse a tareas automatizadas, dejando de lado el pensamiento crítico. Segundo Píriz, rector de la UNIE Universidad, comentó: “si somos capaces […] de educarlos antes de que lleguen a la universidad para que hagan un uso racional y positivo de esta tecnología, tendremos una ciudadanía más informada”. Esta reflexión se hizo durante una visita a Ciudad de México en mayo de 2025.
Educación continua
Una de las ventajas más evidentes de estas herramientas es su capacidad para despertar intereses fuera del currículo tradicional. En lugar de ceñirse a contenidos predefinidos, los usuarios pueden explorar autónomamente una variedad de temas, guiados por plataformas inteligentes. Este enfoque rompe con la enseñanza convencional y promueve una educación continua a lo largo de la vida.
No obstante, esta apertura también genera riesgos, como la aparición de nuevas desigualdades entre aquellos que desarrollan una comprensión profunda de la tecnología y quienes la usan de manera superficial. Esta situación es similar a la que se vivió con la aparición de modelos de trabajo flexibles impulsados por plataformas digitales. “El que más se esfuerce, el más curioso, el que más tiempo le dedique […] va a destacar más”, afirmó Píriz sobre las diferencias entre usuarios avanzados y principiantes.
Además del impacto individual, la expansión de la IA redefine la función social del conocimiento. Las instituciones educativas ya no pueden limitarse a impartir contenidos técnicos; deben fomentar competencias para analizar información, identificar fuentes confiables y actuar responsablemente. Esta dimensión es crucial en un contexto donde la información circula sin filtros y la desinformación puede propagarse rápidamente.
Rol de las universidades
Aunque los sistemas inteligentes ofrecen ventajas logísticas y de accesibilidad, su verdadero impacto depende del marco ético, pedagógico y cultural en el que se apliquen. La formación integral de futuros profesionales requiere que la IA sea una herramienta de análisis, no un sustituto del juicio humano. En este contexto, el papel de las universidades y otros espacios formativos es estratégico.
Para Píriz, el enfoque no debe centrarse solo en crear mejores perfiles laborales, sino en formar ciudadanos con conciencia crítica que puedan intervenir en su entorno y contribuir a una sociedad más justa. “Tendremos unos ciudadanos con más información, más formados, que esperemos tengan un pensamiento más crítico”, dijo.
Por lo tanto, la incorporación de la inteligencia artificial debe ser parte de un proceso más amplio orientado al pensamiento autónomo, la evaluación ética de la información y la toma de decisiones fundamentadas. La tecnología, por sí sola, no garantiza mejores resultados; su impacto dependerá de cómo se integre en la vida diaria, tanto dentro como fuera del aula.