Metamórficas Violeta transforma musas en creadoras a través de arte y rebeldía.
Morelia, Michoacán.- La tarde-noche cayó sobre el Museo del Estado de Michoacán, pero el interior del inmueble se encendió con palabras, música, performance y danzas que desbordaron la memoria, la rebeldía y todas las expresiones artísticas que la colectiva “Metamórficas Violeta” presentó en su evento “De Musas a Artistas”, con un manifiesto claro: “dejar de ser inspiración y convertirse en creadoras”.
Pao Stump
La primera voz que estremeció el primer patio del Museo del Estado fue la de ‘Pao Stump’, cuyo poema, a ratos confesional y a ratos desgarrador, se hundía en la violencia de pareja y el desgaste de los juicios familiares.
“Lo soy, lo fui, lo sigo siendo. No hay manera de tener estabilidad mental cuando el dinero falta porque alguien se rehúsa a aceptar consejos financieros”, narró con la voz firme, aun cuando los recuerdos parecían morderla desde dentro.
Su texto transitaba del dolor íntimo al desafío abierto. “Jamás creí que terminaría siendo una de esas tristes mujeres maltratadas. Pero si yo hice todo bien, sin darme cuenta que esa es la responsabilidad más difícil de cumplir con una persona que solo se ama a sí misma”.
El público la escuchó en un silencio reverencial, y al final, rompió en empáticos aplausos tras la anecdótica narrativa.
Elena Ponce
La tarde continuó su paso a la penumbra, pero inmediatamente continuó con Elena Ponce, quien compartió un texto dedicado a “todas las niñas rebeldes”.
Sus palabras vibraron como un llamado a la insumisión: “Sueñen en grande, aspiren a más, luchen con fuerza y, ante la duda, recuerden esto: lo están haciendo bien”, y recordó que la rebeldía de las mujeres siempre se paga cara: “Ser rebelde es pagar precios en todas las épocas y etapas de la mujer, ser la rabia encarnada en pequeños cuerpos listos para gritar y hacerse notar”.
Iris Navarro Romero
La expectativa cumplía con el título del evento, y la voz de Iris Navarro Romero lo confirmó al retornar la palabra a la metáfora poética.
“En cada mujer brilla una diosa, o varias. Estamos hartas de ser insuficientes, de ser consideradas estúpidas, de ser consideradas feas. Basta, seamos flores convertidas en incendios, brisas convertidas en diluvios”, recitó con su voz suave, pero no por ello menos cargada de energía.
Sus versos fueron un himno de resistencia y de búsqueda: “Seguiré buscando esa palabra secreta que cura todos los males del mundo, y que no es el amor. Es una palabra que solo nos muestra el camino”.



Evento artístico “De Musas a Artistas” de la colectiva “Metamórficas Violeta / Fotos: Benjamín Álvarez
Olinka
El tono cambió cuando se presentó en escena ‘Olinka’, quien, entre risas nerviosas, pero con fuerza desbordada interpretó “Rata de dos Patas” de Paquita la del Barrio. Su interpretación logró el objetivo: desatar las risas y los coros de los asistentes, quienes, al término de la canción, aplaudieron con fervor.
Tribu Dhara
El espacio volvió a transfigurarse con la Tribu Dhara, encabezada por Carla Arce Ramos y Madai, quienes exhibieron de manera magistral el uso del sable, el equilibro y los movimientos sinuosos del Belly Dance, y, posteriormente, resonaron entre la cadencia del baile y el sonido de los crótalos, convirtiendo el escenario en un rito de poder y libertad, ante lo cual, el público quedó fascinado, a tal grado que llovieron los aplausos.


De nuevo, ‘Pao Stump’ tomó el micrófono, pero esta vez para entonar canciones de su autoría. Sus melodías, con tonos de pop, teñidas de confesiones íntimas, estremecieron a los asistentes.
La noche continuó con Elena Ponce, quien presentó su performance “Sorinka”. En él, la actriz dio voz a la infancia, acompañada por niñas y niños que se sumaron a la puesta en escena.

Monzerrat Pitta
Las imágenes poéticas de Monzerrat Pitta llegaron desde África, proyectadas en pantalla como un puente entre territorios y resistencias. Después, el cine tomó la posta: primero “La llamada” de Elizabeth Legarreta López, y luego “Ecos de lo oculto” de Dalia González Ruiz, un corto de terror psicológico que heló la sangre de los presentes.
Cuando la función parecía haber concluido, la colectiva abrió un diálogo con el público. Hubo quien pidió sumarse a las actividades artísticas y quien sugirió llevarlas a colonias y comunidades fuera del Centro Histórico de Morelia. Era evidente que la noche había sembrado una semilla.
La jornada se cerró con las palabras de Iris Navarro Romero, recordando el espíritu que guiaba al encuentro: “El título de este evento se debe a nuestro interés de dejar de ser inspiración y convertirnos en creadoras”.

El patio principal del Museo del Estado se desbordó en reconocimientos a las artistas, mientras que afuera, la ciudad continuó su rutina, pero al interior del inmueble, el eco de las voces y los cuerpos ya había dejado huella.