La caída de los ídolos
Foto. Cortesía

Probablemente la propia naturaleza del ser humano lo lleve a la necesidad de crear ídolos, de crear a alguien o algo que este más allá de sí mismo, más allá de explicaciones lógicas, racionales, objetivas, e incluso más allá de la realidad concreta.


Quizá, la necesidad de crear ídolos pueda ser un acto emocional de sobrevivencia, un acto necesario de creer en algo, o en alguien, de creer que la crisis emocional por la que se transita puede ser subsana por lo que se encuentra más allá del sujeto mismo.

El o los ídolos, en ese sentido pueden ser representados por figurillas, imágenes, estampillas, personajes ficticios o personas físicas.

Regularmente se les deposita, esperanzas, ilusiones y deseos en términos generales.

El o los ídolos, están siempre cargados de energía emocional y psíquica.
Así mismo, el o los ídolos para desarrollar su potencialidad requieren del establecimiento de cierta institucionalidad, es decir, el o los ídolos requieren sostenerse a partir de una institución que dirija a los creyentes a determinado rumbo, ejemplos de las instituciones que dirigen a los creyentes pueden ser, la iglesia, el estado, la escuela, el partido político, el club deportivo e incluso la familia, asumiendo que la familia puede ser la primera institución creadora de los sujetos sociales.

De tal manera que, los ídolos y las instituciones construyen la realidad del contexto social de acuerdo a un determinado objetivo deseado, de acuerdo a intereses concretos, a posiciones de poder, muestra de ello son diversos momentos históricos y sociales en donde algunos ídolos e instituciones han cumplido una función.

Zeus, Poseidón, Yahveh, Jehovah, Adolf Hitler, Josef Stalin, Jorge Rafael Videla, Augusto Pinochet, Porfirio Díaz, Gustavo Díaz Ordaz por mencionar tan solo algunos, nos muestran que a partir de su existencia diversas formas sociales, religiosas y políticas han buscado construir realidades a favor de determinada posición de poder.

Es pues que, quizá por ello es necesario de vez en vez generar la caída de los ídolos, sentar un principio de realidad que rompa con la falacia de ilusiones, esperanzas y deseos que puedan ser manipulados por los ídolos y sus instituciones, y que si acaso existe un proyecto social en el cual el sujeto tenga afinidad, se construya más allá de la necesidad emocional y psíquica de la cual se sostienen el o los ídolos.

Que, si existe un proyecto social, religioso, político, como ideal, se construya desde la claridad objetiva que brinda el análisis de las condiciones socio históricas, materiales, políticas e ideológicas que conforman a los hombres, las mujeres, los niños y las niñas, y que no se construya desde la falta emocional.
Asumiendo probablemente en un sentido estricto, histórico y crítico, lo escrito el 28 de noviembre de 1911 en el Plan de Ayala, en donde se expone “no somos personalistas, somos partidarios de los principios y no de los hombres” entendiendo que, regularmente está en juego la construcción de la realidad en donde los sujetos vivirán y quizá morirán.

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En donde se tenga que asumir tal o cual posición, desde un análisis dialéctico y crítico de lo que se construye en lo social, desde lo religioso, lo educativo y lo político, generando la caída de los ídolos como entes supra terrenales y alejados de la ambición de poder.

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