La Educación Michoacana ante el Espejo Internacional: desigualdad educativa Michoacán
Erik Avilés, Doctor en ciencias del desarrollo regional y director fundador de Mexicanos Primero capítulo Michoacán, A.C | Foto: Cortesía

La desigualdad educativa en Michoacán revela una crisis profunda influenciada por la inversión insuficiente y la falta de oportunidades laborales.

Los datos no mienten: esta semana la OCDE presentó su Panorama de la Educación 2025 (Education at a Glance), el cual México aparece una vez más en las posiciones más bajas de inversión educativa. Pero detrás de esas frías estadísticas se esconde una realidad que golpea con especial dureza a estados como Michoacán, donde las desigualdades educativas no son solo números, sino destinos truncados y oportunidades perdidas para miles de niños y jóvenes.

Mientras el país invierte apenas 4 mil 066 dólares por estudiante —ubicándose en el lugar 40 de 41 países de la OCDE—, en Michoacán esta realidad se magnifica. Nuestro estado, con sus profundas desigualdades rurales y urbanas, enfrenta un doble reto: no solo la insuficiencia de recursos federales, sino la distribución inequitativa de estos entre sus 113 municipios, flagelos exacerbados por la corrupción, la impunidad y el negacionismo festivo.

El estudio revela que las familias mexicanas absorben el 16.2% del gasto educativo, muy por encima del promedio de la OCDE. En Michoacán, esta carga se vuelve asfixiante: familias campesinas del oriente del estado, trabajadores migrantes de la Tierra Caliente, o padres de familia de las colonias marginadas de Morelia, enfrentan la cruel disyuntiva entre alimentar a sus hijos o mantenerlos en la escuela.

Cuando una familia michoacana debe elegir entre comprar los útiles escolares, comer o cubrir gastos médicos urgentes, estamos ante una falla estructural del sistema. No es casualidad que, en municipios de la Meseta Purépecha, la Tierra Caliente del Balsas o la Región Sierra- Costa el abandono escolar se dispare cuando las familias no pueden costear uniformes, materiales o transporte.

Los datos internacionales muestran que menos del 5% de los niños mexicanos de 0 a 2 años están matriculados en educación inicial, frente al 60% de países desarrollados. En Michoacán, esta cifra se torna dramática cuando consideramos que muchas comunidades indígenas y rurales carecen completamente de estos servicios. Apenas hay 13 mil niños atendidos en este nivel educativo, por escasos 740 maestros.

En la región purépecha, en la Meseta o en las comunidades mazahuas del oriente, miles de niños inician su trayectoria educativa ya en desventaja. Sin estimulación temprana, sin desarrollo de habilidades básicas, estos pequeños michoacanos están condenados a reproducir los ciclos de pobreza y marginación que han caracterizado a nuestro estado.
Michoacán enfrenta una paradoja educativa brutal: mientras el 41% de los jóvenes mexicanos de 25 a 34 años no concluye la educación media superior, en nuestro estado esta cifra se agrava por factores específicos como la migración, la violencia y la falta de oportunidades laborales dignas. Apenas el 51 por ciento de los jóvenes michoacanos llegan a las aulas de bachillerato.

Jóvenes de municipios como Aguililla, Coalcomán o Buenavista-Tomatlán ven truncadas sus trayectorias educativas no solo por la pobreza, sino por un contexto de inseguridad que hace inviable el traslado a centros educativos. El resultado: generaciones completas de michoacanos sin las competencias básicas para acceder a empleos dignos o continuar estudios superiores.

Uno de los hallazgos más perturbadores del estudio internacional es que en México, paradójicamente, a mayor nivel educativo corresponde mayor desempleo juvenil. En Michoacán, esto se traduce en una tragedia generacional: jóvenes que logran concluir estudios superiores en ciudades como Morelia, Uruapan o Lázaro Cárdenas, regresan a sus comunidades de origen sin encontrar oportunidades laborales acordes a su preparación.

Ingenieros agrónomos desempleados en regiones rurales, licenciados en educación sin plazas disponibles, profesionistas que terminan trabajando en el sector informal: esta es la realidad que viven miles de jóvenes michoacanos que apostaron por la educación como escalera de movilidad social. Pero ¡solo uno de cada cuatro jóvenes michoacanos logró ingresar a las aulas universitarias!

Más allá de la cobertura y los certificados, Michoacán enfrenta una crisis silenciosa en sus servicios educativos. Escuelas multigrado en comunidades serranas, aulas sin Internet en plena era digital, bibliotecas vacías en preparatorias de municipios marginados: estas son las condiciones en las que supuestamente se forman los michoacanos del futuro.

Cuando el 61% de los adultos sin educación media superior a nivel OCDE apenas logra leer textos básicos, en Michoacán esta realidad se agrava por la falta de evaluaciones sistemáticas que nos permitan conocer el verdadero nivel de aprendizaje de nuestros estudiantes. La autoridad nos quiere hacer creer que más de siete de cada diez estudiantes posee competencias de lectoescritura aceptables.

Nuestro estado tiene todo para ser una potencia educativa: universidades reconocidas, tradición magisterial, riqueza cultural inmensa. Sin embargo, los datos internacionales nos confrontan con una realidad ineludible: estamos fallando a nuestras nuevas generaciones.

Cada estudiante michoacano que abandona la escuela por falta de recursos, cada joven profesionista que migra por falta de oportunidades, cada niño sin acceso a educación inicial representa un fracaso colectivo que compromete el futuro de nuestro estado.

Los datos internacionales nos han puesto un espejo cruel frente a los ojos. Es momento de que las autoridades estatales asuman su responsabilidad, que replanteen la asignación presupuestal, para priorizar la inversión por estudiante y reducir la carga financiera que aplasta a las familias. No más discursos vacíos mientras nuestros niños estudian en aulas de lámina o caminan kilómetros para llegar a la escuela.

Es también hora de crear un vínculo real entre educación y oportunidades laborales. No podemos seguir formando profesionistas para el desempleo y ya es hora de contar con evaluaciones transparentes de aprendizajes, participemos en los consejos escolares, hagamos que nuestras voces se escuchen en la construcción de políticas educativas.

Por ello, defendamos el derecho de nuestros hijos a una educación de excelencia, no aceptemos aulas en condiciones indignas, ni permitamos que la pobreza determine el futuro de nuestros pequeños.

Michoacán tiene la oportunidad histórica de romper los ciclos de marginación educativa. Los datos internacionales nos muestran el camino: inversión real por estudiante, focalización en poblaciones vulnerables, evaluación sistemática de aprendizajes y vinculación real entre educación y desarrollo.

Debe demostrarse la voluntad política y social para modificar la inercia de la educación estatal. El futuro de Michoacán se decide hoy, en cada aula, en cada presupuesto educativo, en cada decisión pública. La mirada desde la ventana internacional hacia el sistema educativo michoacano debe llamar a la acción. ¡Merecemos un gobierno educador!

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Doctor en ciencias del desarrollo regional y director fundador de Mexicanos Primero capítulo Michoacán, A.C.