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El pasado viernes 06 de octubre de 2017, una de las figuras más relevantes de los últimos años dentro del Partido Acción Nacional (PAN) renuncia a su militancia en medio de una cobertura mediática digna de un partido de repechaje de la selección mexicana en plena clasificación mundialista, con tintes más llenos de ¿qué pasara? Se pasara de último momento o no se irá a otra copa del mundo por los malos resultados, por no haber trabajado lo suficiente y en su momento. Como si el asistir a una justa mundialista fuese una decisión del “a ver si sale” y no como resultado de un proyecto, de una plataforma y estilo de juego definido, de una selección e integración adecuada de directivos, entrenadores y jugadores.

Por más simple que resulte este ejemplo, así es como veo hoy en día al PAN. Como un equipo de futbol en el cual, uno de sus astros se va y pareciera que todo se viene abajo. ¿En verdad están tan mal los partidos políticos en México que requieren de una sola figura para su existencia o dependen de las individualidades más que de sus estructuras y plataformas? ¿Vale más el candidato que el proyecto? ¿Vale más la persona que la institucionalidad?

Pueden parecer preguntar salidas de una lista de refritos de la política mexicana de los años setentas en donde el PRI como partido hegemónico sufría fracturas y escisiones cíclicas que tenían su punto crucial en la definición del candidato por el Presidente en turno. Un modelo que aseguraba la disciplina partidista y la lealtad institucional. En donde el sistema en su conjunto daba cobija para todas las voces y para las disidencias desde un margen limitado de “sana oposición”.

Ahora, los problemas de la disciplina y la lealtad se ven tanto en la derecha con Margarita Zavala como en la izquierda con Ricardo Monreal, pasando por el centro con Ivonne Ortega en el tricolor. En este sentido, las fracturas no son propias de un partido ni son ajenas a ninguno de ellos. Más bien, las fracturas son parte esencial de la vida democrática porque son la expresión de que no todos los miembros de un partido piensan igual o de la misma forma. La forma en la que se canalizan estas voces es la que hace diferencia. Y esto depende de los actores, de los canales, del tiempo (timming), pero sobretodo de los fines últimos que haya en cada proceso de dialogo y en la búsqueda de acuerdos.

A 9 meses para que se tengan los comicios federales en los que se elegirá a la próxima o al próximo Presidente de la República, el PAN sufre una fractura, como aquellas que sufriera en su momento el PRI. El PAN se encuentra en la situación en la que figuras con arraigo se van porque las condiciones no les favorecen para el logro de sus más altos fines: “el servir a México” o en la que Senadores que antes se vieron beneficiados con el partido ahora son cuestionados por sus propios compañeros por poner primero sus intereses que los del partido y que se excusan en “actuar en beneficio de México”.

Desde mi punto de vista, más que una fractura que ponga en la lona al PAN para la contienda del 2018, lo que está pasando en estos momentos lo acabara fortaleciendo. La pregunta esencial es sí le alcanzará el tiempo para ello. Esta sacudida interna, le está permitiendo detectar al enemigo que tenía en casa y sanearse de aquellos que sólo se beneficiaron de ese Instituto Político. Pero siendo honestos, quien más se ve beneficiado de esto es el PRI porque como dijera Nicolo Maquiavelo, “divide y vencerás”: al tener un PAN débil que no logre cohesionar las divisiones o tener una “operación cicatriz” a tiempo, inevitablemente dejara el camino a la Presidencia al PRI versus Morena. Un PRI que anhela mantener el poder, sea como sea, y claro ejemplo son los resultados recientes del Estado de México; o, una Morena que cambia el discurso y promete que no son tan malos, que no nos llevaría a ser el Venezuela que todos piensan que podríamos ser en los próximos seis años.

El PAN tiene como principal reto superar rápidamente esta fractura sí es que no quiere llegar muy debilitado, por su cuenta o dentro del Frente Opositor, a las elecciones de 2018. Tiene que superar sus divisiones y aprovechar todas sus voces para ofrecer una alternativa competitiva, atractiva y directa para grupos diversos de la población, para intereses en muchos casos antagónicos y para unir fines complejos en un proyecto de gobierno viable. El PAN como todos los partidos necesita superar la crisis de representatividad y legitimidad en la que se encuentran inmersos, tanto al interior como al exterior. Ya veremos qué tanto les hacen ruido los candidatos independientes, lo que no sé si podría calificar en estos momentos como una opción real o como un experimento democrático más.

Ernesto Navarro.

ernesto_unam@yahoo.com.mx