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Por: Gerardo A. Herrera Pérez.

Me gusta el contacto con la gente, me gusta ver sonreír a los adultos mayores; disfruto de la versatilidad de mis amigos y amigas de las organizaciones de la sociedad civil que fortalecen su espíritu y su capacidad de sorprender a conocidos y desconocidos, hoy la colonia Jaujilla se vistió de oro, de puro oro, se vistió de conocimiento, de experiencia, de talento, de generosidad, de amor por la vida, se vistió de sesenta, setenta, ochenta y noventa, de vistió de hermosas reinas.

Ahí confluyeron diferentes actores políticos y sociales acompañando a las personas adultas mayores, estuvieron servidores públicos, líderes sociales, organizaciones de la sociedad civil y familias, muchas familias, que aman y quieren a sus adultos mayores, que los respetan y los acompañan en un proceso de responsabilidad social.

Ahí vi a Estela, a Miguel y su esposa Ketzia, Alejandro con su hija y su esposa, a Vero Maltrana, a Cidronio, a  Galo; estuvieron grandes mujeres que al compás de sus caderas expresaron la capacidad del movimiento sutil y coqueto que da el baile, también estuvieron grandes voces que hacen de sus timbres un canto a la humanidad. Vi la fortaleza de una mujer realizando ejercicios de culturas milenarias, pero también la energía, la emoción y la pasión con que se puede construir la cultura de la vejez con dignidad.

Vi el concurso de las reinas; para mí un concurso de asertividad y de respeto a la experiencia, al trabajo, a la capacidad de darle a la otredad su autonomía; vi  mujer autónomas, libres en su toma de decisiones, vi a mujeres intensas, bailando y disfrutando de su momento, el momento que llego para ellas, pero que para muchas otras mujeres, sometidas y controladas por el neoliberalismo, el mercantilismo y el patriarcado no podrían disfrutar.

Las mujeres y los hombres adultos que vi, son autónomos, toman decisiones, regresan una y otra vez a sus grupos de cohesión social, vi a personas adultas mayores con discapacidad que también participaron, me emocione, llore, porque también se llora de emoción, al ver aquellas mujeres que disfrutaban y bailaban, hacían pasarelas y planteaban en un lenguaje sencillo que significa su participación a  los noventa años, a los sesenta, setenta, a los ochenta.

Vi también a los músicos, generosos, muchachos jóvenes, que con gran ritmo lograron motivar y mover los cuerpos cansados de mujeres que saben que el ejercicio es fundamental para su salud.

Vi también a las instituciones de salud y de seguridad pública, y a las autoridades electas municipales, quienes en su diseño de política pública plantean  la atención de los adultos mayores.

Agradecido con la vida, así como con aquellos quienes dieron los premios, con quienes ofrecieron las aguas de sabor, con quienes dieron un pequeño refrigerio, por quienes se ocuparon de llevar los ramos  de rosas, las despensas, los regalos.

Me dio mucho gusto ver a Sinuhe, y a sus generosos progenitores; extraordinarios padres, amorosos, cariños y llenos de amor por su hijo y por las personas que lo rodean.

La vida hoy me dio un gran regalo, y me lo dio porque me permitió obsequiar a los presentes un mensaje de paz, de reconciliación, de espiritualidad, de amor a la otredad, de ver la importancia de construir sobre las bases de la tolerancia, el respeto y la dignidad humana de las personas adultas mayores.

Les pedí a las autoridades presentes que generaran el diseño de políticas públicas para atender los espacios con perspectiva de brecha generacional, de cultura de la vejez con dignidad, de derechos humanos, de igualdad y no discriminación, de perspectiva de género, de interculturalidad.

Agradezco a Ángel de Corazón porque me nade ayudar, la gran oportunidad para dirigirme a los presentes y dar apertura all Festival y compartir el mensaje principal de atención a las personas adultas mayores. Esto no se olvida, esto me motiva y compromete a luchar por un mejor mañana, por una nueva vida sin opresión, por una vida que emancipe y de autonomía a las personas adultas mayores, sin colonización, sin patriarcado y sin mercantilización.

Gracias Vida.