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A propósito del día de la niñez.

La violencia mata, literalmente mata hombres, mujeres, niños, adultos mayores, no discrimina, no excluye y acecha a la humanidad por igual. Como sociedad hemos logrado un grado escalofriante de aceptación, normalización y naturalización de la misma que no la cuestionamos, la creemos inherente a nuestra esencia humana y como tal la ejercemos o permitimos que otros y otras la ejerzan en contra de nuestros cuerpos, mentes y espíritu.

Como humanidad hemos aprendido a medir nuestro grado de desarrollo por el nivel de acceso que tenemos a la tecnología, a los bienes materiales, a los grados académicos, pero poco nos preocupamos por desarrollar nuestro espíritu, nuestra capacidad de ser buenas y solidarias personas.

Es fácil encontrarnos con la violencia, está en el espacio privado donde cualquiera pensaríamos es un lugar seguro pero para muchas personas es donde de manera sistemática mas violaciones a sus derechos humanos experimentan, está en la calle a través de los delitos de los cuales podemos ser víctimas, está el acoso callejero y morboso que nos hace sentir incomodas y apenadas, está en los centros laborales mediante el hostigamiento sexual y el ejercicio del poder abusivo, y está en los centros escolares en los cuales niños y niñas de todas las edades son objeto de burla por su pobreza, características físicas, origen étnico, color de piel, por su tamaño, por su obesidad, por alguna capacidad especial distinta y hasta por su capacidad intelectual.

Niñas y niños que juegan utilizando la violencia física y verbal como parte del juego, actos que parecieran travesuras inocentes pero que pueden dejar secuelas para toda la vida, instituciones educativas, profesorado y personal administrativo que ven de manera tan natural estos hechos, que desde escritorios formulan políticas públicas para prevenir la violencia escolar pero que en la práctica no mueven un dedo para prevenirla, lo que les hace cómplices y corresponsables del problema.

 

La Convención de los Derechos de los Niños habla justamente de la obligación que tiene el Estado para garantizar un desarrollo físico, emocional y cultural de los niños y niñas, pero a veces es el mismo Estado con sus omisiones, quien se convierte en el principal violentador de los derechos de la niñez.

Miguel Ángel, originario de la comunidad de Opopeo perteneciente al municipio de Santa Clara fue lastimado por niños y niñas de su edad y aun y cuando existen versiones diferentes sobre la causa de su muerte, lo que sí es un hecho real e irrefutable es que fue golpeado y lastimado por un grupo de niñas y niños de su misma edad. Una víctima más de la violencia escolar.

La conformación de una sociedad más humana es corresponsabilidad de todos y todas, garantizar la integridad de los niños y niñas en todos los aspectos de su vida es el bien jurídico a salvaguardar por parte del Estado y esto solo podrá ser una posibilidad cuando padres, madres, profesorado e instituciones educativas asumamos la responsabilidad que a cada cual nos toca.