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Estado y Democracia

El siglo XXI significa para la humanidad el gran reto de resolver el problema de la enorme desigualdad social y la oportunidad de salvar de la destrucción a su casa, la tierra. Dos problemas que la propia humanidad ha creado y cuya solución también dependen de la misma. La democracia no puede permanecer al margen de tal problemática, por el contrario, es la esperanza de la igualdad y de un mundo mejor.

Los pendientes del siglo XXI para la humanidad son muchos: la justicia social, el deterioro ambiental, la democracia, la interculturalidad, el combate a la corrupción y a la impunidad. El proceso de la democracia implica, ante tales retos: un compromiso social hacia la plena justicia (social y jurídica), una consciencia terrenal (la salvación, cuidado y preservación del planeta), la participación en un gobierno democrático y una ética de consideración del otro que delimita la conducta personal, en base al respeto y la dignidad de todos y todas.

La democracia en el siglo XXI es entonces formación humana ante todo, además de identificación del Derecho con la política, con la justicia social, la libertad, la igualdad; es decir, los valores inherentes al fenómeno jurídico y el compromiso de los órganos electorales por hacer plena realidad las disposiciones constitucionales y legales que regulan la política.

Actualmente la democracia es un proceso de formación, es educar individuos con una conciencia cívica y una actitud ciudadana responsable. La democracia tiene un objetivo específico: la creación de sujetos capaces de participar, crítica, reflexiva y dinámicamente, en la construcción de sociedades democráticas y justas, además de plurales, tolerantes y solidarias.

Política y democracia son dos valores de indisoluble nexo. Por lo que es impostergable reflexionar en torno al significado de la democracia en el marco de  la política institucional, su problemática y retos fundamentales, su concreción en los procesos cívicos y electorales.

Por supuesto pensamos en una democracia más allá del régimen político y jurídico, rebasando incluso la concepción de una acción democrática que se agota en la jornada electoral. Tampoco es la idea de política limitada a la actividad partidista en la lucha por el poder. Los valores y principios que rigen el concepto de democracia se gestan y reproducen en todos los ámbitos donde se interrelaciona de manera cotidiana el ser humano, familia, escuela, espacios laborales y por supuesto en la sociedad y es aquí donde la concepción constitucional precisada en el artículo tercero Constitucional adquiere relevancia: como la constante mejora económica, social y cultural de la sociedad en su conjunto.

Pensar en el papel de la democracia, implica contextualizar a la sociedad contemporánea, sus relaciones de poder económico, el control político e ideológico; la lucha despiadada por los mercados y ganancias, el aumento de la productividad, el enriquecimiento absurdo para unos cuantos y la irracionalidad técnico-instrumental.

Caracterizar nuestra sociedad es reconocer  el desempleo y sus consecuencias, la frustración, exclusión, desvalorización, deshumanización, violencia, angustia y excesos (miseria, riqueza, placer, corrupción, etc.).

Los recientes sucesos que se han presentado en nuestro Estado nos llevan a repensar el concepto de democracia y más allá aún, nos lleva a reflexionar sobre qué tan legítimo y ético es en un sistema democrático la obtención del poder a costa de lo que sea. Esperemos que las actuales condiciones cambien en poco tiempo y que el proceso electoral que se avecina devuelva a las y los ciudadanos la credibilidad, la confianza y especialmente la esperanza de que otro Michoacán es posible.