alfonso solorzano
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Hoy en día se habla mucho de los tratados y convenios de libre comercio, así como también de las zonas de mercado común, todo ello tiene como base la teoría del libre comercio, generada por el economista británico Adam Smith; sin embargo esta teoría tiene muchos críticos a pesar de ser la ideología económica imperante en el mundo globalizado ¿Pero qué tan apegada está la teoría a la realidad?

El libre comercio es una de las distintas vertientes que tiene el sistema económico capitalista, no obstante libre comercio no es sinónimo de capitalismo, pues hay otras variables del capitalismo que no necesariamente apoyan el libre comercio; esta vertiente del capitalismo sostiene que debe de ser la oferta y la demanda las que dictaminen el valor de una mercancía y no otra cosa, es decir que el valor de un objeto será el que fije la negociación entre su vendedor y su posible comprador. Pero el libre comercio no se detiene ahí, lo que en teoría hace funcionar este sistema es la supuesta competitividad que hay entre los distintos ofertantes de cierto tipo de objetos, por ejemplo para asegurar que los consumidores de aceite de cocina compren el de alguna marca en específico, ésta tendrá que tomar en cuenta que hay otras empresas que hacen lo mismo y por lo tanto tendrá que esforzarse por generar un producto de buena calidad y a precio accesible para obtener la confianza de un consumidor y que así se generen ganancias que permitan a esta empresa mantenerse en el mercado y prosperar; así mismo la teoría señala que los gobiernos deberán abstenerse de intervenir en la acción de los mercados, cumpliendo únicamente el rol de garantizar la seguridad tanto física como jurídica.

Adam Smith planteó esta teoría basándose en las circunstancias de su época, donde la industria apenas estaba comenzando a surgir y la mayoría del comercio era ejercido por pequeños y medianos productores, lo que hoy se conoce como pequeña y mediana empresa, y por lo mismo consideró que lo mejor para optimizar la economía sería precisamente un sistema de oferta y demanda donde el ingenio, la innovación y el egoísmo fueran los ejes centrales, por supuesto que nunca contempló la posibilidad de la formación de las grandes fábricas ni mucho menos de las empresas trasnacionales. Precisamente, esa gran industria sería décadas después la responsable de generar un fenómeno que el propio Smith no concibió en su teoría del libre comercio, el monopolio.

El monopolio es una circunstancia económica que surge cuando solo hay una única fuente de producción de un objeto en particular, por ejemplo durante mucho tiempo el magnate John Rockefeller tuvo el monopolio de petróleo en EUA entre la segunda mitad del siglo XIX y la primera década del XX; la existencia de un monopolio, genera justo lo contrario del objetivo del libre comercio, en lugar de que las mercancías sean de cierta calidad y de un precio relativamente accesible, el monopolio coloca el precio de una mercancía usualmente más alto que lo que dictaminaría el mercado y se incrementa la posibilidad que la calidad del producto baje pues se pierden los incentivos de competencia.

La aparición de un monopolio -al menos un monopolio privado- es una paradoja económica del libre comercio, pues precisamente al ofertar y comprar con pocas restricciones, la propia naturaleza del egoísmo que rige esta teoría, incentiva a la adquisición y/o destrucción de la competencia, reduciendo o al menos intentando reducir cada vez más la cantidad de ofertantes, hasta que solo uno gane el control absoluto del mercado.

Aquellos que apoyaron el resurgimiento del libre comercio, el cual se implantó con el sistema neoliberal promovido en la década de los ochenta y que actualmente sigue existiendo en varias naciones, entre ellas México, señalaban que el riesgo de monopolios sería reducido significativamente si los distintos países del mundo abrían sus economías al mercado internacional; en teoría de esta forma se incentivaría una competencia global que no daría espacio al monopolio y al mismo tiempo garantizaría mejores productos a precios relativamente accesibles. Sabemos hoy en día, que la realidad dista mucho del propósito de esta idea; para empezar no se tomaron en consideración factores geopolíticos que actualmente afectan significativamente los mercados, como lo son las guerras, las alianzas y enfrentamientos político-económicos, así como también el desgaste excesivo de los recursos naturales en varias zonas del planeta.

Veamos por ejemplo la situación de México con el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), la idea de este convenio fue que México, EUA y Canadá, pudieran comprar y vender ciertas mercancías a través de sus respectivos territorios con la misma facilidad arancelaria, sin embargo han sido reiteradas las veces en que las autoridades administrativas de EUA dificultan e incluso impiden el paso y comercialización de productos mexicanos en territorio estadounidense, supuestamente argumentando incumplimiento en elementos sanitarios e inclusive por cuestiones de llenado de formularios, cuando realmente es para evitar que los mercados de EUA sean dominados mayoritariamente por empresas mexicanas; si bien económicamente en teoría eso no tendría ningún problema, políticamente si lo tiene, muchos países emplean presión a través de sus empresas para conseguir algún objetivo político, por lo mismo no conviene que ciertas empresas nacionales sean compradas o liquidadas por la competencia extranjera. Incluso las propias empresas cuando se ven amenazadas por la competencia del exterior, cabildean a congresistas para que ajusten las leyes para beneficiarlas, todo ello a costa del libre comercio.

Hay que aclarar, realmente no hay ilegitimidad en la protección de ciertos mercados e industrias por parte de un país, siempre que con ello logre mantener una buena calidad de vida para sus ciudadanos; lo que no es legítimo es querer promover un sistema de libre comercio y violentarlo al momento de que la industria o el mercado nacional comiencen a verse dominados por la competencia extranjera, en todo caso es mejor mantenerse en un sistema donde solo se permita “el libre comercio” en sectores muy específicos y donde el resto de la economía se rija más bien por un modelo que en ese momento se ajuste a las necesidades básicas respectivas de cada sociedad.