Foto: Raúl Tinoco/ Contramuro

Morelia, Michoacán.- Desde muy temprano cientos de morelianos comenzaron a inundar la avenida principal de esta ciudad, esperando la cuarta edición del desfile de Toritos de Petate 2018.

Niños compraban sus reservas de cascarones para aventarles a los toros y a sus conocidos, sus rostros irradiaban ese brillo de fiesta que sólo los pequeños pueden mostrar.

Foto: Raúl Tinoco/ Contramuro

La gente impaciente, comenzaba a silbar alguno que otro improperio hacia los policías, los que pedían se hicieran “para atrás”, ya que se acercaban los invitados especiales de esta gran celebración.

A lo lejos, el poco sol que se asomaba entre esas nubes negras, cargadas de agua y dispuestas a arruinar la fiesta, hacía brillar los papeles de mil colores de los primeros toritos, no eran monumentales cómo se esperaban, pero eran igual de coloridos y llenos de alegría, éstos iban rodeados de niños, quienes fueron los encargados de abrir el desfile.

Foto: Raúl Tinoco/ Contramuro

Con una banda y al son de coplas mexicanas, los pequeños “bailaban” el torito, papeles cobraban vida al ser movidos no sólo por el viento, sino por los pequeños cuerpos de niños entusiasmados por preservar tradiciones que sus antepasados les han inculcado.

De pronto, el relámpago fue el primero en aparecer, gigantesco, colorido y potente, demostraba que su colonia era la primera en aparecer en escena, los gritos de las personas no se dejó esperar.

Los huevos comenzaron a lloverle y las espumas inundaron aquel cielo que parecía un poco más tranquilo, el cual cedía para que aquella maravillosa fiesta no se apagara.

Detrás de relámpago, cientos de toritos desfilaron, para ser exactos 145 estructuras resplandecientes, cada uno con una belleza única, cada uno representando algo y llamando la atención de los asistentes.

Cerca de tres horas las personas veían pasar uno a uno, aquellos toros, acompañados de sus respectiva gente y una banda, que con cada canción los hacia olvidar el gran peso y los alentaba a seguir.

Cuándo todo era felicidad en aquella interminable fiesta, las nubes no pudieron más con el gran peso que cargaban y dejaron caer sobre aquellos toros su agua, cientos de familias corrían a cubrirse de esa embravecida lluvia que les demostraba a su singular forma, que ella también estaba de fiesta.

Las familias sonrientes y aplaudiendo desde los techos, pedían que el desfile no parará, pero era tarde, los toritos no podían competir con el agua, ellos también corrieron a esconderse. De pronto, la lluvia terminó de festejar y permitió a los asistentes continuar su fiesta.

Minutos más tarde, el último toro con una sirena en sus espaldas, desfiló por aquella avenida que durante tanto tiempo ha visto cientos de celebraciones en esta ciudad.

Confeti, cáscaras de huevo, papeles de colores, varios botes y cientos de sonrisas, fue el saldo que dejaron aquellos toros a su paso por la avenida, mostrándole a los turistas que Michoacán sabe disfrutar de sus tradiciones.