Michoacán: Los niños que sí nacen
Erik Avilés, Doctor en ciencias del desarrollo regional y director fundador de Mexicanos Primero capítulo Michoacán, A.C. Foto: Cortesía

Los niños de Michoacán enfrentan abandono escolar y violencia. El estado debe garantizar su protección y futuro.

Cuando el secretario de Educación Pública, Mario Delgado, declaró ante el Senado que “los niños que no nacen no van a la escuela”, intentaba explicar la disminución de la matrícula escolar atribuyéndola al cambio demográfico, a una estructura poblacional que ya no es pirámide sino “pera”.

Su posicionamiento se convirtió en el símbolo perfecto de una política educativa vacía, de que se prefiere justificarse con demografía antes que enfrentar la realidad: México perdió casi un millón de estudiantes en el ciclo 2024-2025, con tasas de abandono escolar en media superior que llegan al 30.9%, y en modalidades técnicas que rebasan el 50%. En Michoacán se perdieron 20 mil estudiantes del ciclo escolar 2024-2025 al 2025-2026; contrapunteando la narrativa oficialista de reducción del rezago educativo.

En Michoacán, muchos niños que sí nacen tampoco llegan a la escuela. Y los que no llegan, pueden ser orillados a convertirse en sicarios. O si llegan, no regresan. O si regresan, no aprenden. O si aprenden, no sobreviven. Y menos de uno de cada mil logrará llegar a cursar un posgrado.

El Plan Michoacán: ¿Y los niños?

El gobierno federal recién anunció el “Plan Michoacán por la Paz y la Justicia”. Una estrategia de 12 ejes, cien acciones y más de 57 mil millones de pesos que incluyen seguridad, desarrollo económico, educación, salud, vivienda, cultura, mujeres y jóvenes, entre otros rubros. En 2026, la inversión en programas del Bienestar será de 37 mil 450 millones de pesos.

De acuerdo con la información oficial, los programas de becas en Michoacán llegarán en 2026 a 892 mil 639 becarios, con una inversión de más de 6 mil 300 millones de pesos, promediando 7 mil 057 pesos anuales por beneficiario, 588 pesos mensuales. Hablemos con claridad: 588 pesos mensuales no alimentan a un niño, no pagan transporte escolar, no compran uniformes ni útiles de calidad. Es una cantidad que apenas cubre el costo de una semana de comida básica en las comunidades más vulnerables. Se anuncian así también 30 mil nuevos lugares educativos en educación media superior, con 10 bachilleratos tecnológicos nuevos, 20 ampliaciones en preparatorias y 60 bachilleratos modulares.

Suena impresionante sobre el papel. Pero pregúntese: ¿de qué sirven 30 mil lugares escolares si los estudiantes no pueden llegar a ellos por la violencia que domina los caminos rurales? ¿De qué sirven bachilleratos tecnológicos si no hay empresas que empleen a los egresados porque el tejido productivo ha sido desgarrado por la extorsión y el crimen? ¿De qué sirven becas si un adolescente puede ganar en una semana como halcón del narco lo que una beca le daría en seis meses?

Suena a que alguien finalmente se acordó de Michoacán. Pero la pregunta que nadie hace es: ¿Y los niños que ya nacieron? ¿Los que están siendo reclutados? ¿Los que no tienen para comer? ¿Y los niños del ayer que hoy no saben leer o que viven en rezago educativo? ¿Y es dinero fresco o quieren que agradezcamos recursos ya programados?

El Plan Michoacán habla de jóvenes, sí. Pero habla de jóvenes como problema de seguridad. Los ve como potenciales delincuentes que hay que “rescatar” con becas, a poner a cantar en coros, no como personas con derecho a una vida digna, a desarrollar su potencial, a soñar con futuros que no incluyan necesariamente escapar del estado o unirse a una organización criminal. El enfoque debe replantearse profundamente.

Y mientras tanto, 120 menores de edad en Michoacán fueron asesinados durante el Ciclo Escolar 2024-2025, quienes no verán ese Plan Michoacán. Ciento veinte familias destrozadas. Ciento veinte futuros cancelados. Ciento veinte espacios vacíos en las aulas que no se llenarán con discursos ni con anuncios de inversión.

Nacer en Michoacán implica vivir en “modo difícil”. Es comenzar la vida con todas las cartas en contra:

  • 2 veces más probabilidades de morir antes del primer año que un niño nacido en estados del norte.
  • 49 por ciento de probabilidades de no llegar a bachillerato y 78 por ciento de no llegar a la universidad en tiempo y forma.
  • 53% de probabilidades de vivir en alguna dimensión de pobreza.
  • 71.1% de probabilidades de no tener seguridad social.
  • Ser parte del segundo estado con más homicidios de menores.
  • Vivir en un estado con alta incidencia de violencia familiar, sexual y física contra la infancia.
  • Riesgo permanente de reclutamiento forzado por el crimen organizado.
  • 97% de probabilidades de que, si eres víctima de un delito, nunca se haga justicia.

Nacer en Michoacán es aprender que estás en peligro antes de aprender a leer. Es saber que tu escuela puede cerrar en cualquier momento porque los maestros están amenazados. Es ver a tus amigos desaparecer de las aulas, sin saber si abandonaron por necesidad económica o fueron reclutados por la fuerza. Es primero escuchar balazos en tu vida antes que una sinfonía. Es tener hambre y no tener a quién decirle. Es ser invisible para el estado y muy visible para el crimen organizado, que ve en cada niño vulnerable un potencial sicario, un futuro soldado de su guerra infinita.

La frase “los niños que no nacen no van a la escuela” es la metáfora perfecta para definir a un gobernante que ha renunciado a su responsabilidad. Es más fácil culpar a la demografía que admitir el fracaso sistémico de políticas públicas que nunca se diseñaron pensando en la realidad del México profundo.

Pero los niños michoacanos sí nacen.

Nacen todos los días. Y merecen:

  1. Sobrevivir su primer año de vida. No es demasiado pedir que el sistema de salud garantice atención prenatal, partos seguros y seguimiento pediátrico básico.
  2. Comida nutritiva en su mesa. No programas asistencialistas, sino acceso real a alimentación que garantice su desarrollo físico y cognitivo.
  3. Escuelas con maestros que tienen formación continua digna y pertinente, superando la barrera que viene, la que solo dotará a cada docente de 105 pesos para 2026 para el rubro citado, libros actualizados conforme a las necesidades productivas, sociales y vocacionales, así como seguridad real, no solo rejas y candados.
  4. Calles donde puedan jugar sin miedo a las balas, sin tener que reconocer el sonido de diferentes calibres antes de aprender las tablas de multiplicar. Campos sin minas terrestres y canchas no expuestas a ataques con drones.
  5. Un futuro que no sea elegir entre la pobreza o el crimen, sino que incluya opciones reales de educación superior, empleo digno, emprendimiento apoyado.
  6. Justicia cuando son víctimas.
  7. Salud cuando se enferman. Centros de salud equipados, medicamentos disponibles, especialistas accesibles.
  8. Un Estado que los proteja en lugar de ignorarlos, que los vea como su razón de ser, no como cifras en informes que nadie lee.

Lo que Michoacán realmente necesita es rendición de cuentas real sobre cada peso gastado, con mecanismos ciudadanos de vigilancia y sanciones efectivas para la malversación; erradicar la impunidad, fortaleciendo fiscalías especializadas y protegiendo a testigos; recuperar el Estado de derecho en todo el territorio; inversión sostenida en educación, salud y protección infantil que trascienda sexenios y colores partidistas; políticas basadas en evidencia, con evaluaciones externas rigurosas; un sistema educativo efectivo; atacar las causas de la violencia: pobreza estructural, desigualdad y falta de oportunidades; protección efectiva para los niños y adolescentes en riesgo de reclutamiento, con programas de rescate y reintegración que funcionen; justicia pronta y expedita para las víctimas, no procesos kafkianos que revictimizan y coordinación real entre los tres órdenes de gobierno.

Pero, sobre todo, Michoacán necesita voluntad política genuina. Soluciones sostenidas que no se disipen con el siguiente ciclo noticioso, presupuestos etiquetados y protegidos, servidores públicos comprometidos y capacitados. Necesita que cada niño michoacano tenga las mismas oportunidades que un niño de Nuevo León o de la Ciudad de México. Porque la justicia social no puede depender del código postal donde nazca un mexicano.

Los niños que no nacen no van a la escuela. Pero en Michoacán, muchos de los niños que sí nacen tampoco están yendo. Y más de un centenar murieron el ciclo pasado. Y la gran mayoría de los que sobreviven, tantos como 78 de cada 100, al llegar a la edad de cursar una carrera universitaria, están aprendiendo que el Estado mexicano los ha abandonado, al chocar de bruces con la pared de la desescolarización por falta de oportunidades.

Cada niño que pierde Michoacán no es solo una estadística demográfica que sirve para explicar la caída en la matrícula. Es un proyecto de vida cancelado. Es una familia rota. Es un futuro que nunca será. Es una herida en el tejido social que tarda generaciones en sanar, si es que sana.

Los niños de Michoacán necesitan que el Estado cumpla con su obligación constitucional de protegerlos, educarlos y darles un futuro. Los niños michoacanos sí nacen. El problema es que después de nacer, el Estado mexicano los olvida. Y cuando los recuerda, muchas veces ya es tarde. Ya están muertos. Ya están desaparecidos. Ya están reclutados. Ya están perdidos en un sistema que nunca los vio como prioridad. Es una tragedia construida, día a día, con la indiferencia, la corrupción y la incompetencia de quienes tienen el poder para cambiarla y eligen no hacerlo. Es una tragedia elegida.

Y mientras hay quien explica obviedades demográficas desde la comodidad de su oficina, 120 niños michoacanos fueron asesinados en un solo ciclo escolar que, en lo local, osaron calificar como “completo”. Un ciclo escolar completo será aquel en el que no se asesine a un solo estudiante, en donde ningún niño abandone por hambre. Donde ningún adolescente sea reclutado por necesidad y todos tengan sus derechos humanos garantizados. En donde los niños que sí nacen sean todos los profesionistas que sí transformarán esta realidad que a nadie puede tenernos satisfechos.

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Doctor en ciencias del desarrollo regional y director fundador de Mexicanos Primero capítulo Michoacán, A.C.