alfonso solorzano
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Aun con toda la presión tanto nacional como internacional, pareciera ser que el nuevo gobierno de EUA dirigido por Donald Trump no planea ceder en el corto plazo respecto a sus políticas migratorias. Tales políticas involucran mayor vigilancia hacia los migrantes legales que busquen quedarse en territorio estadounidense, incrementar la exigencia burocrática en los procesos para obtener algún visado, intentar aplicar decretos para prohibir la entrada de migrantes que procedan de ciertos países y por supuesto, aplicar de manera mucho más estricta las acciones de deportación contra migrantes ilegales.

Es precisamente en esto último donde nuestro connacionales se están empezando a ver muy perjudicados, recientemente se han incrementado los casos de deportación de ilegales que únicamente tienen la falta administrativa de no tener la documentación adecuada, además de que se ha triplicado la cantidad de agresiones contra personas de comunidades migrantes en EUA.

Sin lugar a dudas todo ello es preocupante no solo para los que emigran sino también para la población que vive en territorio mexicano, esto debido a que además de ver en mayor peligro a parientes o conocidos, también las remesas, una importantísima fuente de ingresos, están en riesgo de reducirse, lo cual afectará negativamente nuestra economía.

Pero dentro de todo el tema sobre la migración quizá la cuestión que más podría preocuparnos y también avergonzarnos, es la manifestación de las distintas actitudes hipócritas que tanto el estado mexicano como su respectiva sociedad generan en la práctica.

Por ejemplo, resulta absurdo que el gobierno mexicano esté “criticando” las actuaciones políticas de Donald Trump, cuando en la práctica el gobierno de Obama fue el que más migrantes mexicanos ha deportado en la historia de EUA, llegando a casi tres millones; pero aun es  más absurdo que el estado mexicano se abandere en la idea de la defensa de los trabajadores migrantes, cuando en territorio nacional no se han aplicado políticas adecuadas que incentiven la reducción de la migración, tales como la generación de empleo bien remunerado, la aplicación efectiva del estado de derecho, o la reducción de la inseguridad nacional.

Otra terrible hipocresía que comete el estado mexicano, es también la violación sistemática de los derechos humanos y de la propia constitución en el trato a los migrantes caribeños y centroamericanos. Cínicamente el estado mexicano pide respeto a los migrantes en EUA, cuando en su propio territorio trata de manera inhumana a las personas que cruzan México para llegar a nuestro vecino del norte.

Dentro de este último caso, son conocidas las múltiples denuncias hechas contra las autoridades migratorias de Chiapas que, en contubernio con el hampa, explotan sexualmente a jóvenes centroamericanas cuyo objetivo es hacer una nueva vida en EUA; más recientemente tenemos el caso de migrantes de Haití y Cuba que son tratados de manera discriminatoria por las autoridades mexicanas en su tránsito hacia el norte.

Es en el caso particular de la migración haitiana donde también se debe destacar que se cometen actos de discriminación ya no solo por el gobierno mexicano, sino también por la propia sociedad, específicamente en Baja California han sido reportados múltiples casos de migrantes haitianos que son discriminados por su origen étnico y por su cultura por parte de los pobladores locales, mostrando así que el trato despectivo a migrantes no solo proviene de las autoridades de nuestro país sino también de nuestro propio pueblo.

Sin duda alguna es completamente contradictorio el hecho de que México, tanto como estado y como pueblo, exija en los foros internacionales respeto y trato digno a sus paisanos en Estados Unidos, pero no aplique estas exigencias en su propio territorio con los migrantes extranjeros. Convirtiéndose en un ejemplo perfecto del popular dicho “Candil de la calle, oscuridad en su casa”.

Tanto el gobierno como la sociedad de México deben ya acabar con estas actitudes hipócritas respecto a la migración, y asumir la debida responsabilidad para combatir de forma efectiva este fenómeno. De lo contrario, tristemente los discursos pronunciados contra la administración de Trump no serán más que palabras huecas y sin fundamento moral.