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El país no deja de teñirse de rojo, es indudable. La sangre corre por las calles, por los pueblos, por la montaña, por la costa, ninguna parte del territorio se encuentra libre de la amenaza del crimen, los muertos son incontables, los desaparecidos no se diga.

De pronto parece que tocamos fondo y no, la realidad nos reclama con la fuerza de los hechos. Muertos por todos lados, fosas clandestinas, grandes fosas que bien superarían cualquier guión de película. Viudas, huérfanos, desplazados, impunidad, víctimas, crímenes cada vez más aberrantes, esa es la triste realidad de México.

Y no, no soy fatalista porque la realidad supera lo que escribo, quien lo vive de cerca sabe que en nada se compara un argumento a lo que sucede en la realidad.

Así, en este entorno ha muerto un periodista connotado, de los influyentes, de los que generan opinión y mueven los discursos de los políticos.

Igual que él, cientos de miles han muerto en México, y han pasado a confirmar una estadística, nadie los recuerda, muchos no siquiera fueron reclamados y han ido a parar a fosas comunes.

Nos dicen que no pasa nada, que vamos mejorando, que solamente es percepción, como si los mexicanos fuéramos iletrados como hace cincuenta años.

No señores del gobierno, de todos los niveles y de todos los partidos, es hora de quitarnos el maquillaje y vernos a la cara tal como somos. Solamente la dimensión real del problema, con toda su crudeza y magnitud nos permitirá a todos trabajar para poner fin al flagelo.

Para cuando esto escribo, se cuentan por decenas los muertos en las diferentes entidades del país. No, ya no podemos ocultar ni maquillar el problema. Debemos reconocer que estamos a expensas de la delincuencia y que no es fácil ni rápido acabar con el problema.

Algún iluso dice que en el 2018 un candidato terminará con la pesadilla, que me digan donde tengo que comprometer mi voto para quien garantice una solución,

No es nada fácil, la fuerza de las balas se impone en todos los territorios de México y la aberración de los crimínales parece no tener fin. La solución no es fácil, de entrada  la fuerza de la sociedad, no hay más.

Ni una muerte más, es la consigna, pero tampoco ni un ciudadano fuera de la solución.

¿Cuándo hemos tenido paz, o cuando menos una paz transitoria? Es difícil contestar la interrogante, porque desde la revolución mexicana el país ha estado convulsionado de una o de otra manera.

Partiendo de nuestra realidad podemos llegar a propuestas de solución más viables. No escondamos los hechos, no sirve de nada, que ganan con decir que todo marcha bien, cuando la sangre corre a raudales.

Duele, la muerte duele y es lamentable que suceda en  circunstancias de violencia, más cuando se  calla una voz que grita las injusticias, como el periodista asesinado.

El crimen mueve al gremio, marcha, grita, escribe, se lamenta por el asesinato de la verdad.

El gremio debe entender que no es solamente el periodista, es también el abogado, el contador, el agricultor, el ganadero, el empresario, todos los mexicanos.

Si, ni uno más. Ni un mexicano más. Basta ya.

Lo he dicho, si no hubiera sido abogado habría optado por el periodismo. Hoy ambas profesiones sumamente delicadas en su ejercicio. En concreto, es la consigna, pero ni uno más de ningún gremio, vamos todos contra la corrupción que genera la impunidad madre de todos los crímenes.

Hoy México no admite ninguno más, todos debemos estar en esa sintonía o esperar a ser parte de las fatales estadísticas.

emartineziv@hotmail.com