Foto: Raúl Tinoco/Contramuro

Morelia, Michoacán.- Apenas tiene un mes de nacida y ya vive en una cárcel, se trata de Estrella, una pequeña que es hija de Alejandra, interna del Centro de Reinserción Social (Cereso) David Franco Rodríguez. Su madre la sostiene entre sus brazos casi todo el tiempo, duerme plácidamente sin tener conciencia del lugar y la suerte que tiene por vivir dentro de un penal.

Tadeo, Camila, Roberto, David, Balam… son también algunos de los pequeños que viven en el conocido también como penal de Mil Cumbres. Ellos, están ahí no por ser culpables de cometer algún delito, si no porque son niños que nacieron una vez que su madres habían ingresado al Cereso. Aunque con limitaciones por el hecho de vivir en una cárcel, los niños que habitan el Franco Rodríguez son niños sanos, que a diferencia de muchos han crecido con la atención completa de sus madres desde su primer día de vida.

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En Mil Cumbres, la ley actual permite que los pequeños que nacieron cuando sus madres ya estaban internas puedan vivir ahí hasta los cuatro años, una vez cumplida esta edad, deberán retirarse y vivir en el exterior con su familia. Y por ahora, solamente Balam tiene la edad requerida para salir del penal. Su madre, Ceci, ya siente un dolor por tener que dejarlo ir.

Además de Estrella, otro de los más pequeños es Roberto, con siete meses de vida. A diferencia de los niños que ya tienen entre dos y cuatro años viviendo con sus madres internas, Roberto solo estará un año dentro del penal, pues al cumplir esta edad su mamá dejará que se lo lleven para que viva en libertad con sus abuelos. “Yo no quiero que el primer recuerdo que tenga mi hijo sea el de vivir en una cárcel. Quiero que su primer recuerdo sea en plena libertad”.

“Me dolerá mucho porque me voy a perder sus primeras palabras, porque no lo escucharé decirme por primera vez ‘mamá’; porque no voy a ver sus primeros pasitos y no lo alimentaré con la primera comida sólida que se le pueda dar. Me va doler no verlo crecer sus primeros años. Pero tengo confianza en que saldré de aquí y viviré con él mucho tiempo”, dice Andrea con el rostro desencajado.

Entre la gran cantidad de juguetes que están en la estancia infantil donde los niños aprenden y se divierten, está Tadeo, un pequeño de dos años ataviado con una playera roja y un pantalón azul. Toma un muñeco y juega con él, se acerca después a otros utensilios y los usa para divertirse, es tímido, evita aparecer en las cámaras y de vez en cuando se acerca a su madre para que lo abrace. En cierto momento Tadeo decide cuidar a la bebé Estrella y se acerca hasta donde está para arrullarla siempre vigilado por una de sus maestras.

Y es que contrario a lo que se piensa, los niños que viven en el penal de Mil Cumbres no están en malas condiciones, mas allá de que como consecuencia lógica viven dentro de una cárcel. Pero a decir de sus mamás tienen todo, alimentación, atención médica, camas, juguetes, educación y horas de esparcimiento. Son niños que pueden salir a la calle cuantas veces lo decidan las madres, podrían salir incluso por meses si así lo solicitan. Son niños que juegan, que ríen, que aprenden… en condiciones distintas si, pero siempre acompañados de sus madres. Son niños que según las internas no son invisibles, al contrario, son niños con nombre y felices.

“Mis hijos tienen cara, tienen rostro, tienen familia y salen a la sociedad. No están metidos aquí todo el tiempo, son atendidos y no son invisibles, ellos tienen nombre”, refiere la mamá de Camila, una pequeña de nueve meses de edad a la que le gusta jalarse la diadema de su cabecita y que además es inquieta, típico de los bebés de su edad.

David, un niño regordete de pocos meses de edad le da los brazos al fotógrafo que captura las caritas y condiciones en las que viven los pequeños. Mismas que sus madres reiteran, no son malas. “Pueden ver la estancia es muy bonita, aquí hay de todo, juguetes, salón para lactantes, bañitos…” y es que ciertamente cuando se está en la guardería del Mil Cumbres, hasta se puede olvidar que se trata de una cárcel, situación que solamente se recuerda porque las ventanas del lugar ofrecen la triste panorámica del penal.

 

En el David Franco Rodríguez, los niños entran a la guardería a las 09:30 horas y terminan a las 13:00 horas. Ahí, aprenden y se divierten pues el personal que está a cargo de ellos son maestras y educadoras capacitadas para brindarles la mejor atención. En este espacio de tiempo, las internas deben apurar sus quehaceres dentro del penal para recogerlos y entonces, estar al pendiente de sus pequeños.

Este día del niño, los pequeños del penal de Mil Cumbres serán festejados por sus mamás y maestras, mismas que actuarán en una serie de bailes y representaciones para darles un momento de esparcimiento diferente al que están acostumbrados. “El ratón vaquero” y “Tomás” serán parte de los bailes que se presenten y además se prepararán alimentos especiales y hasta pastel.

Ireri Piña es licenciada en Periodismo, reportera de Educación, Turismo, multifuente. Contadora de historias y causas sociales; michoacana, moreliana