“Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”
Foto: Ireri Piña/Contramuro

Morelia, Michoacán.- “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”, dicho esto, Jesús expiró…

Foto: Ireri Piña/Contramuro

Los intensos rayos del sol caían sobre decenas de morelianos que se apersonaron en la parroquia del Salvador del Mundo en la colonia, Juárez de la capital michoacana para ser testigos de la edición 48 de la representación de la pasión y muerte de Jesucristo, que inició poco después de las 11:00 horas con el primer juicio en casa de Poncio Pilato.

Ahí, Julio, el joven que representó al nazareno ataviado con una túnica blanca inició con la que dijo, es la representación más importante de su vida y para la cual, se prepara con meses de anticipación tanto física como espiritual y mentalmente, pues los golpes y latigazos que recibe más allá de ser actuados también pesan y duelen.

Foto: Ireri Piña/Contramuro

Durante casi una hora estuvieron con el mismo escenario, los juicios, Poncio Pilato, Caifás, Herodes, los verdugos, los azotes, la corona de espinas y la orden de llevar la cruz a cuestas, inician apenas con el largo camino que deben recorrer bajo el sol, descalzos, pero con la mente y el espíritu puestos para hacer lo mejor.

Una cruz de más de 80 kilogramos de peso es la que lleva Jesús, a sus costados los ladrones Dimas y Gestas lo acompañan y a manera de valla humana, las decenas de personas a quienes no les importa el calor, el cansancio y los empujones propios de una representación como está.

Jesús cae por primera vez, pareciera que de verdad el joven no se puede levantar. Intenta y vuelve a intentar sin lograrlo hasta que uno de sus verdugos con fuerza y sin delicadeza lo pone en pie para cargarle nuevamente la cruz. Son casi dos horas las que caminan por las calles de la colonia Juárez, sin parar, sin descansar.

Quienes acompañan el Viacrucis se hacen de algún raspado, un refresco, aguas frescas o natural “pero bien fría” para aminorar el calor y la sed, sin embargo, hay otros que señalan que tomarán nada como sacrificio por alguna petición que hicieron a Jesús Crucificado.

Todos en el caminado van rezando, hasta la señora que vende papas fritas empuja su diablito y no pierde la oración, se para y despacha una bolsa de 10 pesos pero no deja de rezar, el resto también ora, o va en silencio. Algunos lloran, sobre todo los niños que no alcanzan a entender por qué le pegan a “Diosito” por qué tiene que cargar la cruz y por qué nadie le ayuda a levantarse.

https://youtu.be/p2-9FAwXsYw

Al llegar al momento cumbre, todos en silencio escuchan las siete palabras, se afligen al sufrir de Jesús y aplauden a Dimas la confianza que tuvo para pedirle que “no se olvide” de él cuando esté en la casa del Padre. Son casi las 15:00 horas, esa misma que las Escrituras marcan como la exacta de la muerte de Cristo.

El cielo moreliano se nubla, las nubes grises tapan el sol y aunque la tierra no tiembla quienes están ahí lo viven con fervor. Anuncian la séptima palabra: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”, y dicho esto, Jesús expiró…

Ireri Piña es licenciada en Periodismo, reportera de Educación, Turismo, multifuente. Contadora de historias y causas sociales; michoacana, moreliana