Pensar sistémicamente
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Francisco Lemus | Twitter: @PacoJLemus

Sistema es una palabra que suele utilizarse con excesiva frecuencia, pero que en realidad pocas veces tenemos una clara dimensión de lo que un sistema significa, la educación convencional ha abusado de los esquemas y nuestro pensamiento suele no ver las cosas de manera sistémica.

Explicar de manera exhaustiva que es un sistema, sería imposible en el breve espacio de este segmento, sin embargo, es posible hacer una invitación a comprender mejor el concepto y a su vez ejercitar el pensamiento sistémico.

Una de las definiciones más comunes que se dan de un sistema es que es un conjunto de elementos que se relacionan entre sí, por lo que también es común escuchar que un sistema es más que la suma de sus partes, porque también se integra de las relaciones que existen entre estas partes.

Cuando pensamos en el medio ambiente es común referirse a ecosistemas, sin embargo, muchas veces no cobramos conciencia real de la importancia de que sean sistemas. Por ejemplo en los lagos y cuerpos de agua en donde se introducen peces exóticos, que acaban mermando a los peces endémicos, como la tilapia ha hecho con el pez blanco.

No es sólo la simple pérdida de un pez, tras millones de años de evolución se ha construído un sistema, en el que todos los integrantes logran algo parecido a un equilibrio, para que eso vuelva a ocurrir tendrían que pasar otros millones de años, pero como seres humanos no dejamos de actuar sobre esos ecosistemas, causando más y más trastornos.

Con los (demás) problemas del agua actuamos de la misma manera, pensamos que nuestras acciones no van a terminar por afectar al resto del sistema, ya sea cuenca o acuífero. El agua no sobra en unas partes, como suelen hacerlo parecer los políticos que tratan de llevarla a donde escasea y hay dinero para pagar por el servicio.

El agua que llevas a otras partes, acaba por tener afectaciones negativas en donde la tomas, aún el agua dulce que no se permite llegar al mar, impacta negativamente en el desarrollo de la vida de los esteros, que suelen ser necesarios para el desarrollo inicial de peces, anfibios y moluscos.

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Hoy somos testigos del drama que enfrentan los habitantes de Monterrey, que debería ser una advertencia de lo que podemos esperar en unos años en gran parte del territorio nacional. De lo importante que es hacer una gestión más adecuada de los recursos hídricos, y no promover soluciones ficticias, como presas que le quitarán agua a unos para dársela a otros (con más dinero).

Pero tan poco conscientes somos de la dimensión de este drama, que, con toda la buena intensión del mundo, reunimos botellas de agua para enviarlas a los connacionales del norte. Cuando el problema es la mala gestión del agua, mala gestión que prefiere darle agua a las embotelladoras antes que a la población.

Simplemente basta señalar que para producir una botella de un litro de agua se requiere de entre 1.4 y seis litros de agua, considerando no solo la fabricación del plástico, sino toda la cadena -o sea el sistema- de suministros.

Un metro cúbico de agua (mil litros) que llega del suministro a nuestros tinacos, tiene un valor muy bajo en realidad, cercano a los 17 pesos, pero si esa misma cantidad se compra a una pipa, aumenta de manera exponencial. No se diga si se compran mil litros de agua embotellada. El costo económico y social es simplemente insostenible y no es la solución.