alfonso solorzano
Foto: Cortesía

El día 5 de julio concluyó el conteo oficial de la votación del domingo pasado para la elección presidencial, y tal como ya se venía observando tanto en las encuestas de salida  como en el PREP, resultó ganador Andrés Manuel López Obrador, candidato de la coalición Juntos Haremos Historia, quién ya antes había sido candidato presidencial en 2006 y 2012.

Según el conteo oficial del Instituto Nacional Electoral, López obrador ganó con de más de 30 millones de votos del padrón oficial electoral, lo cual se tradujo en un porcentaje de 53.1%, mientras que su rival más cercano Ricardo Anaya obtuvo el 22.3%. Es decir, Obrador rebasó a su rival más próximo con una distancia superior a la de un 30%, una distancia record desde el momento de la apertura democrática iniciada en 1988.

Respecto a las cámaras del poder legislativo, si bien aún no se ha terminado el conteo, cálculos aproximados señalan que tanto el Senado como la cámara de diputados serán mayoritariamente compuestas por legisladores de la coalición obradorista, que aproximadamente tiene entre un 42% a 43% de votos del padrón electoral. Por lo tanto la coalición Juntos Haremos Historia tendrá una mayoría en ambas cámaras, lo cual facilitará considerablemente la expedición de leyes para el gobierno de Obrador.

Es así que a partir del 1 de diciembre del presente año, iniciará un nuevo gobierno que tendrá todo para modificar radicalmente la política actual. Sin embargo vale la pena reflexionar cómo se llegó a este punto. ¿Cómo fue posible que alguien que había sido derrotado dos veces en su carrera para la presidencia, y que además fue estigmatizado durante muchos años como un extremista de izquierda que supuestamente si llegaba al poder dejaría a México como actualmente está Venezuela, ganara las elecciones en su tercer intentó y además con un partido político de reciente creación?

La respuesta a esto viene de varios años atrás. Concretamente  una serie de factores que se fueron ampliando desde 1988 hasta la fecha. El primer factor, y quizá más importante, que permitió la llegada al poder de Obrador fue el neoliberalismo, modelo político-económico que realmente es solo un mero refrito del liberalismo económico del siglo XIX en el que se promovía la idea de un estado no intervencionista en la economía para dejar que las cosas económicas se regularan exclusivamente por el sector privado y la oferta y demanda.

Desde luego, Obrador siempre fue contrario a la aplicación de este sistema, el nuevo presidente electo de México, siempre señaló que este sistema era ineficiente para eliminar la pobreza y la desigualdad, por el contrario, el mencionado modelo tendía a generar más pobreza y más desigualdad. La aplicación de este modelo propició que se permitiera la llegada de productos sobre todo pertenecientes a la industria agrícola estadounidense, los cuales perjudicaron al campo mexicano, generando menores ganancias, y por ende menos poder adquisitivo en el mencionado sector, lo cual generó un empobrecimiento en la clase campesina y al mismo tiempo propició el  incremento en la migración.

A su vez, el mencionado modelo desincentivó fácticamente la generación y reforzamiento de la industria nacional y del mercado interno. Ello debido a que exportar materia prima al exterior salía más “benéfico” que venderla en territorio nacional para ahí transformarla en distintos productos, por lo tanto el modelo neoliberal incentivó mucho la exportación de distinta materia prima como productos agrícolas y minerales, tales como el aguacate, las bayas, así como el petróleo, pero ocasionó que productos de uso industrial o de consumo final como jugos, cremas, o combustibles tuvieran que importarse. Es decir el México neoliberal, es un modelo de país que hasta la fecha se centra más en el extractivismo de recursos que en el de creación de productos con valor agregado.

De manera paralela, la reducción intervencionista del estado en la economía permitió que distintas empresas trasnacionales operaran de manera mucho más “fácil” en territorio nacional, sin embargo la poca disposición de los gobiernos neoliberales para aplicar el estado derecho prácticamente desreguló la acción de dichas empresas, por lo que en la realidad las compañías sobre todo del sector minero “hacían lo que querían” en los terrenos que les eran concesionados, llegando incluso a cometer violaciones ambientales y laborales, como lo ocurrido en Pasta de Conchos o con la contaminación del río Sonora.

Todo lo anterior empezó a provocar un desencanto con el modelo político-económico, descontento que en un primer momento Obrador trató de aprovechar en 2006 para llegar a la presidencia en julio de ese mismo año, sin embargo su estrategia de comunicación social fue muy cerrada, así como la fuerte campaña mediática que se orquestó desde el gobierno federal encabezado por Vicente Fox, generaron que la presidencia fuera ganada por Felipe Calderón Hinojosa, en medio de una polémica elección.

El resultado de esto provocó un desgaste en el capital político del tabasqueño, que le costaría también su segundo intento de obtener la presidencia, ahora frente a Enrique Peña Nieto. Lo cierto es que para la segunda intentona electoral, el PAN, que para ese momento había sido su principal rival, ahora se encontraba desgastado debido a la crisis de inseguridad desatada en el sexenio de Calderón en la llamada “guerra contra el narcotráfico”. Sin embargo esto fue aprovechado por el PRI para postular a Peña Nieto con respaldo de los grandes medios de comunicación existentes en el país. Por lo que al final Peña acabaría siendo presidente en 2012.

Finalmente, es ahí donde operó otro factor que ayudó a Obrador a ganar esta vez. La incompetencia gubernamental federal. Para 2012 las fuerzas políticas institucionales más relevantes, el PRI, PAN y PRD, habían pactado con Peña Nieto para llevar al país a otro rumbo a través del llamado “Pacto por México”. Sin embargo la larga la crisis de seguridad, no solo continuó sino que empeoró, además de que la economía mexicana, desde Calderón, mantuvo un crecimiento muy magro, debajo del 3% anual. A todo ello se le suman escándalos de corrupción e impunidad que, en parte gracias a las redes sociales, fueron expuestos a la opinión pública y que por ende acabaron por mermar rápidamente la popularidad del gobierno peñista, tales como el caso Ayotzinapa, la “Casa Blanca”, el caso Tlatlaya, la “Estafa Maestra”, la represión en Nochixtlán, entre otros.

Al final para la gran mayoría de la opinión pública, tanto el PAN como el PRI quedaron desgastados en su imagen y fueron exhibidos como partidos que no podían resolver los principales problemas del país, es por tanto que hasta cierto punto, por lógica electiva, una gran parte del electorado votó por la “opción anteriormente no utilizada” que vendría siendo López Obrador.