¿Sabes de dónde proviene la frase “salvado por la campana”?
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Te decimos de dónde proviene esta frase “salvado por la campana”, cuál es su origen y su significado

La locución “salvado por la campana” se suele utilizar para expresar que alguien se ha librado de un daño o de un problema en el último instante, por los pelos y muchas veces por fortuna. Pero, ¿alguna vez te has preguntado de dónde proviene esta expresión?

El origen de muchos refranes y dichos se pierde en el tiempo, puesto que estos van pasando de generación de generación, algunos incluso permaneciendo vigentes durante siglos.

Asimismo, pueden pulular diferentes teorías que tratan de explicar de dónde viene una sola de estas frases.

Si uno rebusca el génesis de la expresión “salvado por la campana” (o salvarse por la campana), no tardará en toparse con una teoría que sitúa el origen de la frase en la Edad Media.

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En aquella época se empezó a colocar campanas y campanillas conectadas a los ataúdes a través de una cuerda o hilo con el objetivo de servir de alarma en caso de que se hubiera enterrado a alguien sin estar realmente muerto.

En esta tenebrosa práctica se mezclaban las creencias con algunos casos reales de catalepsia, estado biológico en el cual la persona yace inmóvil, en aparente muerte y sin signos vitales.

Tener a disposición una campana a la que tocar desde la tumba era un buen seguro de vida. Salvado por la campana, se podría decir con toda la razón del mundo.

El boxeo

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Sin embargo, el origen de la expresión “salvado por la campana” no está en los antiguos cementerios, sino en el boxeo, deporte que ha dado otras locuciones coloquiales como “morder la lona”, “hincar la rodilla” o “me quedé sin aire”.

La campana se introdujo en el boxeo cuando, en 1867, se establecieron las reglas del marqués de Queensberry, normas introducidas para hacer de este deporte una práctica más segura y menos sangrienta.

Se incorporaron los guantes, la cuenta de 10 segundos que se da a un boxeador que ha caído al suelo para que se levante y siga peleando o los límites de tiempo.

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La duración de cada asalto se fijó en tres minutos, con un minuto de descanso.

El sonido de la campana avisa a los boxeadores del inicio y final de cada asalto, marcando el instante en el que deben detener los golpes.

De esta manera, cuando un púgil está recibiendo una soberana tunda por parte de su contrincante, estando al borde del KO, y se escucha el sonido metálico de la campana que señala el final del round, se dice que se ha “salvado por la campana”.