foto: Cortesía

“¡¡ Michoacanos… viva la Independencia, vivan los héroes que nos dieron patria, viva Hidalgo, viva Morelos, viva Guerrero, viva Allende, viva la corregidora, viva Michoacán, viva México, viva México, viva México !!” vitoreó el entonces gobernador de la entidad, Leonel Godoy Rangel, quien embrazando el Lábaro Patrio después de la tradicional arenga tocó la campana del balcón principal de Palacio de Gobierno varias veces y en una de esas se escucha un estallido.

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Con el júbilo de los miles de michoacanos que se dieron cita para ser partícipes del tradicional Grito de Independencia, no se alcanza a distinguir que en uno de los puntos centrales de la celebración no festejan; hay caos, hay muertos, hay heridos, hay sangre, hay lágrimas, hay gritos de desesperación y llamadas de auxilio de los que rodean a las víctimas de los granadazos de aquel 15 de septiembre de 2008.

El entonces gobernador ondea la bandera, sonríe, canta el Himno Nacional pero ya con el gesto endurecido y la mirada fija en la Plaza Melchor Ocampo, lugar central del atentado. En medio de la celebración y entre juegos pirotécnicos y el sonar del ya famoso “Juan Colorado” llega una ambulancia. En el balcón principal se observa a quien fuera el secretario de Gobierno, Fidel Calderón Torreblanca, “pegado” al celular.

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Abajo, en el lugar de los hechos, paramédicos y elementos de seguridad tratan de apoyar en las tareas de rescate y traslado, para algunos ya es tarde. Hay mujeres y niños que gritan por la desesperación de ver a su familia herida. Y ahí, a tan solo unos metros una mujer con sus tres hijas se da cuenta del percance. Las jala, les ordena que se vayan al portal Allende y que aguarden en ese sitio hasta que ella logre llegar. Las niñas inquietas preguntan el por qué, pero la madre intuitiva, únicamente les pide que obedezcan.

Entre la gente se hace paso para llegar al justo lugar de los hechos, ve sangre, ve pedazos de cuerpos, ve la desesperación de quienes perdieron a sus familiares y escucha los gritos de quienes están heridos. Sus ojos no dan crédito de lo que ven, voltea y se da cuenta de que son cientos de personas los que piden ayuda y dentro del caos observa a niños que claman por sus papás… la mujer recuerda que sus hijas están solas, que fue ella quien las mandó retirar y piensa “si lo mismo pasa en la otra plaza, mis hijas están desprotegidas”.

Con las manos trata de llamar al gobernador y ve a unos “hombres de negro” que llegan al lugar, ve las ambulancias y decide ir hacia donde sus hijas, corre y atropella a quien se le puso al frente. “En momentos como ese solo piensas en poner a salvo a tu familia, vi muchos niños llorando y los quise ayudar pero mis hijas estaban solas y yo tenía que ir por ellas, yo tenía que saber que estaban bien”.

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Al llegar con ellas y sin pronunciar alguna palabra las lleva de la mano hacia el sur. “Me las llevé caminando hasta abajo, en la Lázaro Cárdenas agarramos un taxi y nos fuimos a casa, la mayor me preguntó que qué había pasado, por qué había tantos policías, ambulancias y gente corriendo y lo único que les pude decir fue que unas personas tuvieron unos accidentes y que los habían atendido. Al llegar a casa, las dejé en su cuarto, prendí la televisión y fue que caí en la cuenta de lo que había pasado, cerré la puerta y me eché a llorar”.

“El piso tembló y sentí los pies calientes, jamás voy a olvidar ese día. Nunca podré sacar de mi mente esas imágenes que no me dejaron dormir por mucho tiempo. Nunca podré regresar a gritar que ¡viva México!, si todavía me da miedo pasar por ahí, todavía lo sueño, todavía los veo”. Compartió la madre de familia que no es parte de las más de 100 víctimas físicas del atentado, pero que fue testigo y recuerda con detalle cada situación que vivió y la desesperación de no poder hacer algo por ayudar a la gente que entonces lo necesitaba.

“A lo mejor voy a tener el remordimiento toda la vida, a lo mejor nunca se me van a olvidar las caritas de los niños llorando por sus mamás. A lo mejor no lo voy a superar nunca. Pero en ese momento yo pensé en mis hijas y a pesar de todo lo que pueda yo sentir no me arrepiento de haberme ido sin hacer nada. Si lo mismo hubiera pasado en el portal y mis hijas hubieran sido las heridas yo no estaría ahorita platicando lo que vi ese día”, exclamó con la voz entrecortada y lágrimas.

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Han pasado 8 años desde aquel 15 de septiembre de 2008, cuando la ceremonia del Grito de Independencia se vio opacada por el atentado terrorista que cambió la historia de Michoacán… del país. Pues fue el primer hecho considerado “terrorista” en México y que además cimbró la vida de los michoacanos y cambió la cotidianidad de los que habitan la capital del estado.

VER:https://www.contramuro.com/sin-apoyos-por-parte-de-gobierno-las-victimas-del-15-de-septiembre-de-2008/

Desde entonces, no se ve una ceremonia del Grito de Independencia abarrotada. Por lo menos en los tres años posteriores se suspendieron las verbenas populares, las primarias y secundarias dejaron de desfilar en los festejos de los días patrios; los michoacanos perdieron la confianza y de ahí se encrudeció la situación de inseguridad e incertidumbre que aún impera en la entidad, escenario que a pesar de los esfuerzos de los gobiernos federal, estatal y municipal no se ha logrado superar.


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Ireri Piña es licenciada en Periodismo, reportera de Educación, Turismo, multifuente. Contadora de historias y causas sociales; michoacana, moreliana