Un regalo de verdadE

Desde hace ya algunos ayeres, cuando se me presenta alguna ocasión para conversar sobre temas diversos con los niños, suelo cuestionarles sobre sus gustos y sus aspiraciones en la vida. Algunos apenados prefieren no contestar, a otros simplemente les robo una sonrisa, pero también hay otros que contestan con gran apertura, con simpatía envidiable, y entre estos, la gran mayoría siempre acude a una respuesta sencilla, pero llena de verdad: ¡Quiero ser policía, bombero, astronauta, futbolista, actor, cantante!. Son algunas de las contestaciones que más recuerdo, pero sin importar cuál refieran, la realidad es que detrás de esa aspiración, detrás de esa mirada y esos sueños, anhelan continuar viviendo como la gran mayoría de ellos tiene la fortuna de hacerlo (aún y cuando también estoy consciente de la realidad tan desafortunada que viven miles de niños en nuestro entorno): quieren vivir en libertad, quieren ser felices.

Sin embargo, es claro que hoy en día, el mundo vive tiempos extraordinarios. El país más poderoso del mundo está siendo gobernado por una persona de origen afroamericano (situación culturalmente impensable hace unos años), a nivel mundial se busca acordar el fin de las guerras contra el mundo de las drogas, se vive el fanatismo religioso a través del terrorismo, se experimenta una era de consumismo desmedido, se resienten las crisis económicas a causa de la oferta y demanda del petróleo, se implementan acuerdos internacionales en materia de cambio climático y contaminación y muchos otros temas que claramente se posicionan en la agenda.

En México, dicha situación compulsiva y revolucionaria no es la excepción. Acá también hay cambios y transiciones. Hay reformas constitucionales, hay grilla (y a montones), hay intereses, hay búsqueda de la despenalización de la marihuana con fines medicinales, incluso lucrativos, hay paros de los pseudo maestros de la CNTE, hay manifestaciones, hay mentiras, hay indignación ciudadana, hay hartazgo, hay corrupción, hay impunidad, hay 43 desaparecidos, hay acosadores sexuales, hay ladies, hay lords de las redes sociales, hay, hay, hay…

Estas situaciones implican una serie de consecuencias sin precedentes, implican muchos dolores de cabeza para cualquiera. Pero tal y como ya se ha insistido en incontables ocasiones, la solución está en nosotros, en los ciudadanos que tenemos el poder para poner gobernantes, pero también el poder de quitarlos, en los ciudadanos que tienen todo el derecho de exigir cuentas claras, de criticar y proponer, de ser escuchados, de estar ahí presentes a diario en la vida política nacional.

En ese afán, quiero expresar algunas condiciones que me resultan propias para poder comenzar a revertir esta maldita situación. La primera actitud a la que apelo entonces es la conciencia. En este sentido, los mexicanos debemos primero saber quiénes somos, aceptarnos a nosotros mismos como parte de una sociedad conflictuada, asimilar esos problemas y actuar de manera coherente, evitando situaciones que nos pongan en riesgo, que nos evidencien dentro y fuera del país (como la ahora famosísima lady 100-pesos o la ridícula polisex). Por lo cual, queda prohibido proceder en aras individualistas, indiferente ante la realidad social y las consecuencias que todas nuestras ejecuciones conllevan. En segundo lugar, ponderemos el bien. Eso lo lograremos como sociedad en la medida en la que prioricemos la vivencia de valores humanos (primordialmente el respeto) como guía de nuestras acciones. Y por último, busquemos vivir apasionadamente y ser felices. Sin importar tantos problemas, ni por dármelas de catedrático moralista, mandemos fuera tantas negatividades que afectan el vivir, siendo optimistas, siempre adelante. Tal y como lo sugieren desde antaño, es como llevar un niño dentro.

Porque de no hacerlo, estamos condenando a que muchos niños de México sean infelices por el resto de sus vidas, a que muchos niños de México no aspiren a más que ser unos zánganos que vivan del papá gobierno, estamos condicionando a que algunos vivan en la miseria de bienes y muchos más de valores humanos, estamos encaminando para que eduquen con podredumbre humana a las siguientes generaciones, estamos condenando a que nos lleve la mierda, estamos condenando a que las clases sociales cada vez sean más distantes, cada vez más ególatras, cada vez más individualistas y miserables.

Por el contrario, tal y como ya lo comentamos anteriormente, seamos factores de cambio en nuestro entorno, involucrémonos más, exijamos maestros de calidad en nuestras escuelas y no delincuentes, exijamos justicia por los crímenes atroces que el mismo Estado ha auspiciado desde siempre (Tlatelolco y Tlatlaya por citar algunos), exijamos verdades y rendición de cuentas a los gobernantes y ex gobernantes, exijamos certeza a las autoridades públicas que buscan desvirtuar para maquillar, para ocultar.

Y así, con todos esos grandes “pasitos”, uno a uno, contribuyamos juntos como sociedad y démosle un verdadero homenaje a nuestros niños, preparándoles un lugar más placentero, un lugar donde el policía sea tan reconocido como el más brillante empresario, como el hombre, como la mujer, como todos; un verdadero regalo para todos ellos. Una joya de acciones y actitudes que verdaderamente representarían un gran obsequio para las siguientes generaciones, las venideras.

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Estamos pendientes.