Guía ética y el agua como producto
Guía ética y el agua como producto

Pensar en una guía ética emitida por un gobierno en nuestro contexto parece algo que pudiera ser un poco falaz; ello como consecuencia de los distintos sexenios anteriores que han transcurrido en la historia de nuestro País, en donde se ha impuesto la visión que la política es una práctica que únicamente sirve para robar, sobornar y enriquecerse a costa del pueblo, impactando en el imaginario colectivo de la población con frases como “el que no tranza no avanza” o “roba pero salpica”; olvidando la Política como una forma de servir al otro, al prójimo; olvidando la política como un sentido de vida que tiene que ver con practicar el bien común en la vía de los hechos.

Pensar en una guía ética quizá implica desarrollar su epistemología, en donde “guía” se puede entender como algo que orienta, que instruye, que da sentido, bien sea por escrito o por comportamiento, como ejemplo y “ética” se puede entender como aquello que se asume como el querer ser, es decir algo que no es impuesto sino que es practicado por convicción y convencimiento; un comportamiento reflexionado apegado a la libertad, a la justicia, al respeto,  a las acciones correctas que tienden hacia el bien común de la colectividad.

De tal manera que quizá una guía ética es un documento y comportamientos que orientan para realizar acciones reflexionadas en búsqueda del bien de común y una “guía ética para la transformación de México” es el conjunto de documentos que permiten reflexionar acerca del actuar para el bien de México y por ende de su población. 

En días pasados en Palacio Nacional el titular del ejecutivo presento la “Guía Ética para la transformación de México” mostrado como nunca en la historia resiente un esfuerzo para transformar el País desde su aspecto ideológico, en donde se puede leer “el comportamiento apegado a normas éticas es indispensable para vivir en armonía con nuestra conciencia y para el bienestar y buen funcionamiento de las parejas, las familias y las amistades, las vecindades y multifamiliares, los barrios, las ciudades, los ejidos, las comunidades, las organizaciones civiles, las empresas, las instituciones, los países y hasta la comunidad internacional”.  

Así mismo se puede leer en el apartado 20 referente a los animales, las plantas y las cosas “debemos ser extremadamente cuidadosos en el aprovechamiento de los recursos naturales y evitar que se produzcan desequilibrios o que los agotemos en el ciclo de unas cuantas generaciones, privando de su beneficio a nuestros descendientes. No contamines el agua, la tierra y el aire”

Esta guía ética muestra un proyecto distinto al economicista, al mercantil, al del consumo exacerbado, al del neoliberalismo salvaje que todo compra y todo vende.

Para ejemplificar lo escrito basta recordar lo publicado por un medio internacional el día 7 de diciembre del año en curso, en donde se expone que el agua comienza a cotizar en el mercado de valores futuros de materias primas en la bolsa de Wall Street, es decir en los Estados Unidos de Norte América, en donde el precio oscilará entre el oro, el petróleo o el trigo; ósea que los más ricos podrán acceder al vital liquido en próximos años con mayor facilidad y los pobres o no accederán o accederán con dificultades al agua.

Dichas acciones mercantiles ponen en riesgo la vida misma y en práctica dejan ver el darwinismo económico citado en algún momento por  Milton Friedman, ideólogo de los “Chicago Boys”.

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De tal suerte que comenzar a cotizar el agua como una materia prima con valor económico, deja ver la nula capacidad ética para beneficio de la población global, marcando una diferencia de tajo con una guía ética en todos los sentidos y una guía mercantil.