Foto: Javier Velázquez/Contramuro

Morelia, Michoacán.- La oscura noche cubrió el patio de Palacio Clavijero, anunciando lentamente el arribo de las almas de Comala, esas que quedaron arraigadas a esa tierra.

Foto: Javier Velázquez/Contramuro

La fría noche arrastra a los presentes a un pueblo donde todo puede ocurrir, el odio y la codicia corrompe el aire que se respira bajo la obra de Pedro Páramo.

Estrellas adornaban aquella escenografía hecha con telas y un poco de metal, las tumbas por dónde salían las ánimas, eran hechas por el ingenio de personas que aman el arte.

Los parajes áridos que llevan a Comala, hacían crujir las ramas que se esparcían por el escenario, como si se tratan de todos los huesos de aquellos desafortunados individuos que murieron ahí.

La luna llena opacaba la media luna de aquellas tierras que eran de Pedro Páramo, sus cráteres parecían miles de ojos que observaban expectantes lo que pasaría con Juan Preciado.

Los actores vestidos con ropas usadas y roídas, parecían retratos antiguos, de esos que encontramos en casa de la abuela o en los álbumes viejos de los padres.

Foto: Javier Velázquez/Contramuro

Las dos historias eran contadas alternadamente, como si se tratara del mismo personaje, la diferencia era la búsqueda, mientras uno buscaba poder y riquezas, el otro era movido por el amor de un padre que no conocía.

El frío bajaba y el sorbido del ponche de los asistentes se podía escuchar, lamentos provenientes de las actrices, hacían que los asistentes perdieran de vista al protagonista y se centraran en las mujeres caminando.

La muerte de Pedro llegó y se sintió un vacío desolador, al final amo a una mujer y su desesperación lo mató.

Foto: Javier Velázquez/Contramuro

Mientras que Juan llegó a Comala, porque le dijeron que allá vivía su padre, un tal Pedro Páramo.