La ausente lucha por la jornada de 40 horas
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Francisco Lemus | @PacoJLemus

La reducción de la jornada laboral de 48 a 40 horas semanales podría ser uno de los principales logros en materia laboral de los últimos tiempos, desafortunadamente la participación de los trabajadores brilla por su ausencia en esta discusión, sin movilizaciones ni manifestaciones relevantes pareciera que todo está en manos de los legisladores.

A finales de la década de los 30’s del siglo XX, el Partido Nacional Revolucionario (PNR), dejaba de ser un partido de caciques locales aglutinados en torno a un proyecto posrevolucionario para convertirse en un partido de masas: el Partido de la Revolución Mexicana (PRM), para con ello integrar ahora a campesinos y obreros dentro del gran aparato hegemónico que luego sería el PRI.


Esta incorporación de los trabajadores mexicanos fue fundamental para sostener al proyecto cardenista, que daba continuidad a las demandas populares de la Revolución Mexicana. Sin ello no sólo Cárdenas estaba en riesgo correr la misma suerte que Pascual Ortiz Rubio, también las reformas más trascendentales como la expropiación petrolera no hubieran podido llevarse a cabo.

El partido necesitaba a los trabajadores y éstos necesitaban al partido para tener una participación efectiva en la política nacional y con ello -como señala Rhina Roux haciendo referencia a Gramsci- poder ser parte del Estado y con ello garantizar su unificación real. Este momento fue crucial para la historia del régimen posrevolucionario y para el México del siglo XX.

Hoy Morena pretende generar una nueva hegemonía, ante la quiebra del modelo nacionalista que devino de la Revolución, sin embargo, la desarticulación que el neoliberalismo ha dejado tras de sí sigue teniendo impactos notables, la total desorganización de la clase trabajadora, que incluso no se siente identificada como clase, es un claro ejemplo de ello.

Los sindicatos más fuertes como el de los trabajadores de la educación tienen pocos incentivos para participar de esta discusión. En primer lugar, para evitar aparecer como un apéndice de Morena; y en segundo, porque para quienes trabajan en la docencia, las jornadas laborales no están sujetas a un reloj y tampoco a un espacio físico.

Quienes ya se encuentran organizados y aglutinados en torno a una organización sindical, sobre todo a una que sea mínimamente combativa, es muy probable que esa jornada ya sea una realidad. La lucha debería ser de aquellos trabajadores que no están organizados, pero al no estarlo no encuentran una forma efectiva de participación que no sea la electoral.

Si finalmente Morena mantiene su apoyo a esta reforma, logre pasar o no, esto puede merecerle votos seguros de quienes son asalariados pero no son parte de una organización sindical real; pero eso estará lejos de ser una fuerza organizada, como sí lo fueron las movilizaciones obreras de los años 30’s para apoyar a Cárdenas y su proyecto popular en contra del fascismo y las oligarquías.

Esta es una gran apuesta de Morena, que contrario a los partidos de izquierda del resto del mundo que han renunciado a defender los intereses de la clase trabajadora, aquí mostraría un verdadero compromiso con su base electoral. Lamentablemente esto sería un triunfo muy endeble si la clase trabajadora no puede hacerlo suyo, y esto tiene que pasar por la lucha organizada.

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Los que tienen claro, desde siempre, que la lucha de clases está tan vigente como hace 100, 200 o 300 años, son los empresarios, que harán todo lo posible por evitar que esta reforma llegue a materializarse, a pesar de que todos los indicadores dan cuenta del aumento constante que ha tenido la productividad laboral en México y en todo el mundo.