Milei y el desafío a la izquierda
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El triunfo de Milei en Argentina emula los triunfos de una derecha radical en países desarrollados como Estados Unidos y Reino Unido, pues el desencanto que ha generado la izquierda ayuda a que las preferencias de la base social, lejana en esencia a los intereses de las clases dirigentes, opten por apoyar proyectos estridentes y ajenos a sus intereses.

La izquierda electoral de la era neoliberal ha tenido que enfrentar las dificultades de promover un modelo de justicia social sin tocar los intereses y el poder de las élites económicas, algo es prácticamente imposible y por lo que en la mayoría de los casos ha acabado sucumbiendo a la política orientada a mantener la hegemonía del libre mercado.

En ese proceso sólo le ha quedado acomodarse a un modelo multicultural que suele ponderar derechos de los grupos más vulnerables, pero desligando su suerte de su situación de clase, por lo que así los problemas de racismo, migración, sexismo y demás, se convierten en problemas particulares no relacionados con la realidad estructural.

En Estados Unidos y en Inglaterra las clases trabajadoras nativas se sintieron traicionadas por los partidos progresistas como el demócrata y el laborista respectivamente; pues lejos de velar por sus intereses de clase han sido exitosos en poner en prácticas políticas neoliberales: recortes en el gasto público y apoyo a las grandes corporaciones.

Para mantener su estatus de políticos progresistas estos partidos se han enfocado en la justicia social para aquellos que más han resentido los embates del neoliberalismo, pero sin considerar el papel que la economía y política globales ha tenido en gestar y mantener tales situaciones.

Así, las crisis migratorias -por poner un ejemplo- no se relacionan con esas mismas políticas de austeridad para los trabajadores y prosperidad para los grandes intereses corporativos que predominan en todo el mundo.

De igual modo se presenta al racismo como simple consecuencia de ideologías absurdas -y desde luego que lo son- pero sin develar cómo ese racismo ha favorecido la acumulación de capital alrededor del globo, en donde unos trabajadores por el color de su piel merecen soportar condiciones aún más precarias, en beneficio de los empresarios.

Mientras las izquierdas de estos países se mostraban sensibles a estos temas, pero poco o nada hacían por reducir las condiciones que las generaban, las clases trabajadoras se sentían cada vez más traicionadas.

A la par de esto surgieron personajes estridentes venidos de la derecha, incluso de la aristocracia, que dicen ser los verdaderos defensores de la clase trabajadora.

Esa impostura, acompañada de 40 años de un discurso que asegura que todos podemos ser triunfadores (económicamente hablando) si le echamos suficientes ganas, han ayudado a generar una falsa identidad entre las y los trabajadores hacia sus verdugos.

Tras décadas de un peronismo que renunció a cuestionar de raíz las condiciones económicas que han llevado a la constante crisis de Argentina, una voz radical que finge identificarse con la base social a base de vulgares peroratas aparece como una opción novedosa y que vale la pena en tanto que cuestiona de raíz a la política convencional.

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La desesperanza argentina ha generado las condiciones para que un personaje tan retorcido como Javier Milei se convierta en presidente, desafortunadamente para esta nación y su presidente electo, entre hacer propaganda y gobernar hay una gran distancia, por lo que este experimento puede tener un costo extremadamente alto para todas y todos.

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