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La democracia mexicana no podría entenderse sin el PRD. Un partido que desde su origen logró conquistar a la sociedad con sus propuestas y siendo una oposición crítica al gobierno. Lamentablemente las cosas han cambiado. El perredismo ha dejado de ser el partido de izquierda más representativo, con liderazgos fuertes y electoralmente competitivos.

 

La continuidad del PRD en la Ciudad de México –su principal bastión político-electoral– se encuentra en riesgo. Las encuestas señalan que en las próximas elecciones puede perder. El surgimiento de MORENA como una opción de izquierda –antisistema en el buen sentido de la palabra– será su Talón de Aquiles. ¿Cómo pudo suceder la debacle del PRD? La respuesta la encontramos en los conflictos internos, es decir, en la disputa por el poder de sus propias tribus, así como en la corrupción e ineficacia de los gobiernos emanados de sus filas.

 

Las administraciones de Lázaro Cárdenas Batel y Leonel Godoy Rangel en Michoacán, han sido tachadas por su enorme corrupción, el crecimiento de la pobreza y el incremento del crimen organizado. El gobierno de Amalia García en Zacatecas siguió el mismo patrón. En Guerrero los perredistas siempre cargarán con la tragedia de Ayotzinapa y con haber postulado a un criminal a la alcaldía de Iguala. Sin mencionar las irregularidades en la construcción de la Línea 12 del metro con Marcelo Ebrard Casaubón o las pifias del gobernador Gabino Cué Monteagudo. En resumen, el modus operandi es el mismo.

 

Con la salida de Cuauhtémoc Cárdenas y Andrés Manuel López Obrador –así como muchos otros personajes de gran calado–, el PRD se quedó sin liderazgos de arrastre; peor aún, los vacíos que dejaron provocaron el surgimiento de muchas corrientes que se han disputado el poder, en muchos casos, sin ningún tipo de escrúpulos.

 

En la última década, la corriente Nueva Izquierda –encabezada por dos mafiosos Jesús Ortega y Jesús Zambrano–, es la más poderosa en el interior del partido, pero también la que genera mayores conflictos. La disputa permanente entre Los Chuchos y la corriente Izquierda Democrática Nacional, propiedad de René Bejarano y Dolores Padierna –así como con Vanguardia Progresista liderada por el Jefe de Gobierno del Distrito Federal y Alternativa Demócrata Nacional encabezada por Héctor Bautista–, se ha evidenciado al grado de que no han podido consolidar una dirigencia nacional estable.

 

Los dos últimos presidentes del PRD han estado plagadas de mezquindades internas. Basta recordar que a Carlos Navarrete Ruíz –aunque no era responsable directo–, los grupos antagonistas lo obligaron a renunciar a partir de la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa. Más recientemente la separación de la dirigencia nacional de Agustín Basave Benítez, alegando “razones de gobernabilidad interna” o dicho de manera más coloquial de “rapiña política de los grupos”, no es otra cosa más que la más viva representación de la crisis de identidad partidista y de los conflictos internos por la posiciones de poder.

 

Lo anterior evidencia que los liderazgos que se inventan para superar una coyuntura, –especialmente del último presidente del PRD–, más que construir o unir a las fuerzas, terminan destruyendo la imagen del partido.

 

Lamentablemente el PRD experimenta la peor crisis de su historia. A 27 años de su creación el perredismo parece en estar en vías de extinción. Una situación grave para nuestro sistema de partidos y nuestra democracia; más aún, cuando este partido nos había acostumbrado a ver una oposición responsable, crítica y de vanguardia ante los gobiernos.

 

Cada día se identifican menos ciudadanos con las propuestas del PRD. Atrás quedaron aquellos triunfos históricos en los estados de Baja California Sur, Chiapas y Tlaxcala. En la actualidad el perredismo se encuentra desdibujado en el territorio nacional. Únicamente gobierna en cuatro entidades federativas: La Ciudad de México, Morelos, Tabasco y Michoacán. Esto representa que sólo gobierna al 13.6 de la población mexicana.

 

Las pasadas elecciones donde se eligieron a los diputados para integrar a la Asamblea Constituyente de la Ciudad de México, muestran el desgaste y los errores de tantos años de gobierno. En su principal nicho fue desplazado por MORENA al segundo lugar. De acuerdo a muchas encuestas, si hoy fueran las elecciones para el Jefe de Gobierno, el perredismo caería hasta el tercer lugar; por ejemplo, es importante señalar que 7 de cada 10 capitalinos rechaza la gestión del Jefe de Gobierno.

 

Si bien es cierto que a partir de este año el PRD co-gobernará con el PAN en Veracruz, Quintana Roo y Durango, también es importante señalar que ninguno de los candidatos ganadores es de extracción perredista y, por consiguiente, su influencia en los gobiernos estará determinada por los acuerdos de coalición que hayan determinado. Hoy, parecen ser alianzas donde el PRD no es más que de “chocolate, y han demostrado que los perredistas funcionan como un extraordinario patiño para el PAN.

 

La elección de Alejandra Barrales como presidenta nacional parece darle un respiro al PRD. Deberá cubrir el periodo 2016-2017 que dejó vacante Agustín Basave. Su principal misión no solamente será entregar buenos resultados en las elecciones del Estado de México, Coahuila y Nayarit, sino también consolidar un liderazgo que unifique al partido, y esto sólo lo logrará dejando en claro que no trabaja solamente para allanarle el camino a Miguel Ángel Mancera rumbo a la elección presidencial.

 

Como postre…

 

Hoy no hay postre me indigesté escribiendo sobre el PRD.