La danza como trabajo y la precariedad laboral
Foto. Cortesía

Por: Enrique Rivera Hernández

El día internacional de la danza se “celebra” con fecha del 29 de abril de cada año, esta fecha quedo establecida a partir del año 1982 por iniciativa del comité internacional de danza de la UNESCO, para conmemorar esta celebración, se consideró el natalicio de Jean Georges Noverre, un referente histórico y mundial de la danza.

En teoría, el objetivo de esta celebración, es reconocer dicha disciplina artística, sin embargo, el reconocimiento, no necesariamente implica la generación de políticas públicas enfocadas a este arte, o al arte en general.

En otros términos, tampoco significa que se generen las condiciones laborales adecuadas para todas aquellas personas que se dedican a esta profesión.

Y es que quizá, primero habría que considerar que ante los ojos de alguna parte de la población, incluidos los políticos y funcionarios tradicionales, el arte y en este caso la danza, o el hacer danza no es considerado como un trabajo, como “algo” que genere un producto físico.

Es decir, que no se considera un trabajo de manera general por no tener un producto material final, no se considera por algunos, como un trabajo porque la fuerza de trabajo no se observa en algo objetal, en un objeto que permanezca a través de los años.

Por ejemplo, un albañil representa la transformación de su fuerza de trabajo en una construcción, un mecánico representa la transformación de su fuerza de trabajo en lo realizado en un automóvil, un científico representa la transformación de su fuerza de trabajo con los resultados de su investigación, un escritor representa su fuerza de trabajo en las publicaciones.

En ese sentido, tratando de dibujar el hacer danza también como un trabajo, se origina desde entender todo lo que implica la fuerza de trabajo.

La fuerza de trabajo que el bailarín y el coreógrafo imprimen en su labor, se puede observar desde el momento en que la energía implementada en la creación tiene un impacto en el proceso cognitivo, neurológico, intelectual y que el mismo genera un desgaste físico – mental para poder iniciar el proceso creativo.

Acto seguido al proceso de creación, sigue el proceso de montaje escénico, esto representado por la cantidad de ensayos que los bailarines llevan a cabo para ir concretando lo que inicialmente estuvo presente como una idea.

Posterior a todo ello, una vez quizá concretado el proceso creativo y el montaje escénico, siguen los ensayos hasta lograr tener una pieza pulida, una coreografía, esto como un producto concluido.

En suma, la danza se podría considerar un proceso laboral, entendiendo las diversas etapas que pasa para llegar a una presentación que el público puede disfrutar.

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La fuerza de trabajo del desgaste inicialmente en un proceso mental, posteriormente en un proceso físico en los ensayos realizados y finalmente en un producto efímero que será la función presentada.

Entonces en términos generales, la danza es un trabajo, es una actividad laboral, que como muchas, sufren de las precariedades que el mismo sistema ha generado a través de los años, no existe un salario justo, no existe una jornada laboral específica, no existe este trabajo considerado ante la constitución, no existen prestaciones básicas como la seguridad social, esto por mencionar tan solo algunas características.

Por lo tanto, parece quizá broma que paradójicamente la celebración del “día internacional de la danza”, es muy cercana a la celebración del llamado oficialmente “día del trabajo”, o en otros términos es el día del proletario, de quienes con sudor, cansancio físico, cansancio mental y la suma de su fuerza de trabajo transforman la realidad de toda la comunidad.