foto: Internet

Siempre fue un lugar más que reservado: sólo accedían papas, cardenales e invitados especiales, como jefes de Estado u otros personajes ilustres. Pero por voluntad del papa Francisco –y en otra muestra más de su pontificado reformista-, el apartamento pontificio del Palacio de Castel Gandolfo, tradicional residencia veraniega papal, ahora abre sus puertas al público.

“Este evento tiene un fuerte significado simbólico, porque representa la política pastoral de este Papa, su apertura al mundo”, destacó el director de los Museos Vaticano, Antonio Paolucci, en una conferencia de prensa para dar a conocer este nuevo museo, en el patio del Palacio de Castel Gandolfo, 25 kilómetros al sur de Roma.

“El Santo Padre me dijo que «la residencia de Castel Gandolfo, ese capolavoro del arte, la cultura y la naturaleza, que muchos de mis predecesores amaron, a mí no me interesa: tengo demasiadas cosas que hacer, problemas por resolver, viajes por el mundo que hacer, entonces renuncio a este palacio. Quiero que este lugar cargado de historia, cultura y arte, sea regalado al público»”, contó Paolucci, antes de abrir al público “un universo hasta ahora cerrado, que sólo pocos privilegiados podían visitar”.

No es cosa de todos los días ver la cama -más pequeña de lo que uno imaginaría y respaldos dorados- donde durmieron muchísimos pontífices, y donde murieron dos: Pío XII, en la madrugada del 9 de octubre de 1958 y Pablo VI, el 6 de agosto de 1978. En esa misma habitación papal -decorada con bellísimos cuadros e imágenes sagradas-, gracias a Pío XII (1939-1958), que abrió la residencia a 1600 refugiados durante la Segunda Guerra Mundial, varias mujeres alumbraron a un total de 40 bebes. En muchos casos estos niños, que aún viven, fueron llamados “Eugenio” (por Eugenio Pacelli) o Pío.

La habitación papal se comunica en forma directa con la capilla privada. Este lugar hizo historia el 23 de marzo de 2013, cuando allí pudo verse a dos papas rezarando juntos: Francisco, recién electo y Benedicto XVI , papa emérito, que se había recluído allí, tras su renuncia. Realizada por voluntad de Pío XI (1922-1939), la capilla tiene en su altar una reproducción del cuadro de la Virgen de Czestochowa, que le habían regalado obispos polacos, ya que había sido nuncio allí.


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