Hector Tenorio

El Acuerdo para el Fortalecimiento Económico y la Protección de la Economía Familiar anunciado por el presidente de la República Enrique Peña Nieto, el pasado 9 de enero, es la respuesta a las marchas masivas contra el gasolinazo que se han realizado en 22 ciudades del país. El documento, que intenta frenar que se desate la inflación, no es producto de un consenso debidamente procesado entre todos los sectores productivos y podría terminar convirtiéndose en una estrategia de comunicación cuyo objetivo sea levantar la imagen pública de la administración. Apenas se elaboró el viernes 6 de este mes, el borrador lo discutieron el fin de semana y la propuesta final la concluyeron dos horas antes del anuncio oficial.

Tiene razón el gobernador de Chihuahua, Javier Corral Jurado, al considerar que el gobierno requiere dar señales concretas de que la carga de las medidas económicas se reparte entre todos, no solo a los ciudadanos como está diseñado hasta ahora. El evento en sí fue una evocación a un pasado lejano; hizo recordar los tiempos cuando gobernaba Miguel de Madrid Hurtado(1982-1988). La mención al ex líder de la CTM, Fidel Velázquez, resulto lamentable. El problema de fondo es que México cambió y el acuerdo firmado no garantiza que se desvanezca el malestar social que desató el gasolinazo.

Ahora, viendo el asunto desde una perspectiva histórica, la presente crisis no es la primera que sufre Peña Nieto, aunque es la más violenta en el marco de su trayectoria política. Haciendo memoria, el primer embate sufrido aconteció en la Universidad Iberoamericana el día 11 de Mayo del 2012. Jóvenes de clase media mostraron su desaprobación a la visita del candidato del PRI. Así surgió el movimiento #YoSoy132. El eje central de propaganda de su indignación halló cobijó en las redes, y de manera prematura, ese movimiento fue comparado con las protestas de 1968. Pero el enojo se desinfló y algunos de sus dirigentes fueron cooptados por Televisa y otros terminaron en el PRD. Las consecuencias se dejaron sentir, la imagen del priista de querer ser el representante de juventud quedó destruida.

El segundo descalabro que padeció sucedió en el mejor momento de su administración; venía de dos años de luna de miel con el electorado. No obstante, la desaparición de los 43 normalistas el 26 de septiembre de 2014, cambio la percepción de su gestión ante la sociedad que manifestó su solidaridad de manera masiva. De nuevo las redes sociales jugaron un papel predomínate; lo curioso es que cuando más hubo presencia a nivel virtual menos personas estuvieron en las calles, quedó demostrado que este instrumento de la tecnología no es vinculante. La diferencia es que las protestas se combinaron con la reprobación de la comunidad internacional por las constantes violación a los derechos humanos en nuestra nación. Además que los padres de los muchachos se negaron a pactar, dando una lección de dignidad al mundo entero. La verdad oficial se hizo humo.

A pesar de estos antecedentes, era poco probable que la sociedad decidiera poner un alto a las autoridades. El gasolinazo prendió al igual que la pólvora, porque la medida implicó que los precios de los productos básicos aumentaran su valor. La sociedad entera perdió el miedo de salir a protestar.

Esta vez las redes sociales sirvieron para que desde el anonimato se instalaran el terror ante los múltiples saqueos. Sujetándonos a los que se ha vivido desde el 2012, las protestas no tendrían una larga duración. Pero debe tomarse en cuenta que actores tanto dentro como fuera del PRI quieren que se extienda lo más posible e influya en el proceso electoral del 2018.