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El ambiente electoral va tomando fuerza. La guerra de encuestas está al día. Todos los días, nos encontramos con resultados de encuestadoras o de estudios que dominan las primeras planas o los mensajes en las redes sociales, pese a la apatía, al descontento o al desánimo popular. En este contexto, hay una sensación de triunfalismo que envuelve al candidato de Morena y lo hace sentir o ver, ante el pulso social, como el inminente próximo Presidente de los Estados Unidos.

En lo personal, creo que esa sensación de triunfalismo está por verse. No obstante, a la diferencia con sus más cercanos oponentes, el candidato de Morena aún no goza con una mayoría aplastante de los votos. Para algunos expertos, la tendencia creciente de López ya llegó a su tope y comienza el punto de inflexión. Por lo que aún hace falta mucho para autodenominarse como el gran triunfador, de forma anticipada al día de elecciones.

Por otro lado, en el sótano de las preferencias, la ex Primera Dama durante el gobierno de Felipe Calderón, no rebasa de los dos dígitos de apoyo en las preferencias electorales. Con una candidatura altamente cuestionada por la existencia de un proceso previo de acreditación manchado con firmas de apoyos con irregularidades y anomalías que les costó mucho a otros aspirantes independientes. Y un discurso que centra su eje inicial en la falta de equidad en la contienda debido al financiamiento público de los partidos que no le es equiparable.

Es por ello, que más que reflejar una propuesta ciudadana, alternativa a las de los partidos tradicionales, la plataforma de Zavala está más asociada a la mujer sumisa que fue cómplice de un sexenio centrado en la guerra contra el narcotráfico y que llevo a la derrota de su anterior partido por los malos resultados alcanzados durante el último gobierno de oposición. De ahí que su campaña carece de una amplia aceptación social y sólo se vea apoyada por una fuerza oculta, una fuerza invisible, que se rumora está orientada a quitarle votos al partido de sus amores.

Entre ambas alternativas, se encuentran los candidatos que pelean el segundo lugar como antesala a un fina de fotografía con el adversario incomodo que lleva más de 12 años haciendo campaña por la grande. Las dos opciones que están en rango de constituirse en una potencial opción ante el populismo a ultranza, se encuentra el candidato del partido gobernante, con el más alto nivel de desaprobación social de los últimos tiempos, o el candidato del cambio que ofrece un cambio en el sistema político a partir de un gobierno de coalición. En otras palabras, las dos opciones más factibles de constituirse en una alternativa para hacer frente al populismo de un potencial y demencial “autócrata” son las de Meade por el PRI-PVEM-Nueva Alianza y la de Ricardo Anaya por el PAN-PRD-Movimiento Ciudadano.

Por un lado, Meade representa al 80% de mexicanos que no votarían por el PRI, que quieren fuera del poder a ese partido y en la cárcel a muchos de los funcionarios corruptos de sus administraciones y gobiernos; de ahí que la gente no lo vea como una opción de cambio sino de continuidad. Mientras que, por el otro lado, Ricardo Anaya, es la opción joven de cambio que puede dotar de una renovación generacional a nuestro sistema político, con una visión fresca, ordenada y responsable de cambio; de ahí que su lema de cambio inteligente es la mejor forma de caracterizar el empuje y fuerza de su movimiento. El tema central es convencer a los indecisos o a los apáticos a participar en las elecciones y a votar.

En este contexto, ante el triunfalismo del candidato con la visión populista centrada en propuestas técnicamente inviables o que contravienen todo sentido de responsabilidad, el voto útil se convierte en la forma que tenemos los electores para evitar un gobierno autoritario e irresponsable. Las alternativas intermedias son las del candidato de la continuidad o la del candidato que propone el primer gobierno de coalición democrática. La invitación a la reflexión es a valorar y ponderar las opciones para una participación activa y decidida el próximo 01 de julio de 2018., porque la mejor decisión es y será la de cada elector.

Finalmente, si vemos las 4 opciones como las partes de un sándwich, las tapas son los extremos (el más alto y el más bajo), por lo que de las 2 opciones que quedan, la de Ricardo Anaya es la que representa un cambio responsable al contrastar sus propuestas y que habré de discutir en un próximo escrito. Pero para efectos esquemáticos, pensando en quitar sesgos, la captación del voto de indecisos, así como el voto útil de último momento, son factores que permiten pensar que la visión triunfalista del puntero aún es cuestionable. Nada está decidido aún para nadie.

Ernesto Navarro.

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