Hasta que se nos haga costumbre
Foto. Cortesía

Por: Benjamín Mendoza

La oposición al gobierno de López Obrador ha anunciado, ayer y hoy, con bombo y platillo, el “fracaso” que ha sido la revocación de mandato, ellos, con una postura abiertamente contraria a lo que significa un ejercicio democrático sin precedentes, acusan simulación, despilfarro de dinero, poca participación producto de la perdida de la confianza en el mandatario. Para ellos 17 millones de votos es un “fracaso”, que el pueblo participe en la toma de decisiones es un “fracaso”, la herencia política de este ejercicio para las nuevas generaciones es un “fracaso”, el gobierno de AMLO es un “fracaso”; lo cierto es que, para ellos, que se sienten dueños del país, lo único que ha sido un fracaso es su estrategia, su actuar y la perdida rotunda de casi todos los estados del país. El fracaso, son ellos.

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            Según las estadísticas del INE, de los casi 17 millones computados al día de hoy, 16 han sido a favor de que Andrés Manuel López Obrador concluya con su mandato, siendo un millón solamente de los votantes los que se decantaron por la opción de revocarlo de su puesto como presidente de la República. Con un tercio de casillas instaladas en comparación con las elecciones recientes, el presidente obtuvo más votos que Ricardo Anaya, que José Antonio Meade y que el candidato independiente en 2018, mantuvo las cifras que registró en sus anteriores candidaturas a la presidencia de la república, 2006 y 2018 propiamente y exhibió las deficiencias del INE. Esta jornada ha servido para dejar algo claro, tratándose de AMLO, el pueblo responde.

            Desde la semana pasada, distintos opositores ya se habían puesto, como habitual y ridículamente acostumbran, el traje de “expertos en formas de democracia”, aprovecharon los medios de comunicación y los espacios en redes sociales para ningunear la consulta, para desmerecerla, para promover el abstencionismo, para enarbolar de forma tramposa e imaginaria una narrativa que presupone que un ejercicio para revocar del mandato a un mal presidente puede, sin que esto se sirva en la misma mesa, ser utilizado para legitimar la reelección del mismo. El argumento puede sonarnos absurdo, lo cierto es que su origen no lo es tanto, desmerecer un ejercicio democrático como éste, responde, por un lado, al temor que los oligarcas sienten al ver, a un pueblo indígena de la huasteca hidalguense, organizarse para caminar varios kilómetros y poder votar a favor de que AMLO termine su mandato, por otro, al desprecio que las cúpulas partidarias de la oposición y sus principales actores han sentido, de manera histórica, por un sector de la población al que asocian directamente con el presidente y que para ellos constituye una masa amorfa estúpida que a su vez puede ser, o bien una maquinaria de votos fácil de comprar con despensas en vísperas de una elección, o bien un montón de ignorantes resentidos a los cuales nadie debería tomar en cuenta. El desprecio y el temor observan la ópera desde el mismo palco.

            La revocación de mandato, como instrumento político y legal, es un arma popular sin precedentes que incluso rebasa los límites del obradorismo y la oposición, trasciende espacios y tiempos y encarrila a México al sendero de las democracias “modernas”, reducir todo a la figura del presidente, a los espectaculares pagados por una Asociación Civil, al pleito vulgar de cantina, al presupuesto destinado, a la búsqueda de legitimidad con un 70% de aprobación, a la ineptitud del INE, al berrinche de los opositores y quienes han sido infectados por el virus del aspiracionismo incapaces de ver la jaula invisible del capitalismo, demuestra que las “locuras” de López Obrador no lo son del todo, que el PRIAN existe, que el PRD ha perdido el camino, que MC es un partido de faranduleros, que la izquierda denominada “radical” no ha sabido leer a la población y no ha entendido el momento político donde parece más despreciar que arropar e instruir al pueblo, ese que hace un esfuerzo por organizarse, movilizarse y mantenerse politizado, que sus detractores viven en la inmediatez, que sienten en lo profundo la perdida de sus privilegios, que los conservadores, bajo el sentido estricto de la palabra, son reales, que ante la falta de un proyecto es más fácil mentir, odiar y berrear, que el MORENA, con todas sus deficiencias, va en “caballo de hacienda” hacia el 2024, que existen dos bandos, que sus opositores están, aunque no les guste leerlo, no sólo moralmente, sino políticamente, derrotados.             Por los que fueron, los que son y los que serán, la democracia cuesta, más en un sistema como el capitalismo, sino preguntémosles a los miles que dieron su vida en aras de construir un mejor país, si hablamos de costo, ninguno se equipara al de una vida humana. Sigamos avanzando, hasta que la democracia se haga costumbre, por ellas y ellos