Hector Tenorio

El presidente norcoreano Kim Jong-Un está a un paso de completar su programa nuclear y aparentemente ha decidido no dar marcha atrás. Ahora se prepara para lanzar una bomba nuclear de hidrógeno sobre el océano Pacífico utilizando uno de sus misiles balísticos intercontinentales (ICBM), provocando un caos ecológico y económico. Esto explicaría porque Corea del Norte ya se habla de tú con los halcones de la guerra de Washington quienes de no tener otra opción deberán honrar su negra fama.

Desde la perspectiva de Pyongyang, los Estados Unidos les ha declarado la guerra y esto le da el derecho de derribar aviones del enemigo, (recordemos que aeronaves norteamericanas se acercaron a territorio norcoreano el pasado 23 de septiembre). Aunque en términos estrictos, sólo el Congreso estadounidense tiene la facultad de declarar la guerra a otra nación, dando al presidente autorización para ordenar al Pentágono entrar en conflicto. Sin embargo, en un escenario tan complejo debe tomarse en cuenta que al esgrimir una retórica bélica se corre el riesgo de cometer errores de cálculo.

Eso fue lo que le pasó a Donald Trump quien declaró como una posibilidad la destrucción del país asiático y luego retrocedió. Despreció la profunda carga nacionalista que corre por las venas de Kim Jong-Un. Vale la pena precisar que su abuelo, Kim Il Sung, fue quien construyó los pilares del partido comunista de Corea del Norte a través de los comités populares, él calificó como un obstáculo para el crecimiento de su proyecto político que su país estuviera dividido en norte y sur por el paralelo 38. El 20 de abril de 1946 en un discurso fijó como prioridad la unificación y marcó una ruta crítica que partió del hecho de eliminar a los elementos pro japoneses y a los traidores a la patria que deseaban mantener un régimen feudal. A su muerte en 1994, el legado lo heredó su hijo Kim Jong-il, quien murió en extrañas circunstancias el 17 de diciembre de 2011, días después el actual mandatario norcoreano asumió el poder.

Bajo este clima de hostilidad los gobiernos chino y ruso se muestran sumamente preocupados, advierten que una conflagración entre Estados Unidos y Corea del Norte sería catastrófica para la región y consideran que las provocaciones mutuas aumentan el riesgo de esa posibilidad. Incluso Beijing reducirá drásticamente su exportación de petróleo a Pyongyang. Para el gobierno de Corea del Sur la tensión podría llevar a que accidentalmente estallara el conflicto. Mientras que en Japón el primer ministro, Shinzo Abe, anunció el 28 de septiembre la disolución de la Cámara Baja del Parlamento y la convocatoria de elecciones anticipadas el próximo 22 de octubre, tras formalizar la disolución de este órgano. Abe también dijo que el comienzo de la campaña electoral será el 10 de octubre, justificó el adelanto por la necesidad de culminar su plan económico

conocido como “Abenomics” y enfrentar la contingencia bélica con su incómodo vecino. No obstante, la mayoría de los japoneses piden más diplomacia para resolver el problema que enfrenta esa zona del mundo.

En este sentido el 26 de septiembre, el Departamento del Tesoro de los Estados Unidos emitió sanciones contra ocho bancos norcoreanos y 26 empleados bancarios de ese país acusados de facilitar el financiamiento del programa nuclear de Pyongyang, las operaciones se realizaron desde el exterior: 19 viven en China, tres en Rusia, dos en Libia y otros dos en los Emiratos Árabes Unidos. Estas medidas fueron autorizadas por un decreto presidencial firmado el 19 de septiembre en Nueva York por Trump en plena asamblea general de la ONU.

La diplomacia tiene una de sus últimas oportunidades para encontrar la paz, pero el tiempo se agota.